Mi cubículo

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Por cada silencio una nueva poesía, un nuevo verso por cada lágrima caída.

Por mucho que nade sigo ahogandome en un mar de tinta,
esa tinta que creo una mente pérdida.

Son laberintos enormes uno tras otro creando un bucle de dolor y desconcierto que nunca cesa,
todo programado para confundirme y siempre perderme por rincones cada vez más oscuros y lóbregos, hasta llevarme a una melodía suave y tranquila, en un cuarto silenciosos donde la madera se va astillando con cada noche que va pasando, un espejo que de poco sirve porque en el un reflejo se finge.

Cuando aparentas que todo lo que tienes te llena pero... Lo único que te llena es una libreta vacía y un un boli con tinta.

En compañía prefiero reír para en soledad asumir que el dolor me ha llevado hasta aquí,
costandome sonreír y cada vez más sentir ganas de seguir.

Caminando por lugares desconocidos y desconcertado por lo ya vivido, un gris un blanco y un negro pero una escala de degradados siempre va haberlo.

Sintiendo que todo se esfuma excepto de mis ojos la bruma, llevando dentro algo que me pierde pero a la vez me lleva a encontrarme de forma incoherente, una parte de mi llamándome delincuente de esos sueños que no intente pero que si imaginé.

Cada suspiro es un dolor vivido, cada mal vivido un tiro.

Viendo como sombras andan pasando pero pocas en mis paredes quedando para irlas recordando, locamente cuerdo y cuerdamente loco, una mente que esta harta de ver tantos caminos y no saber cuál es el de su destino, porque... por mucho que todos los caminos lleven a Roma, en Roma me encuentro perdido de la mano ido.

Por mucho que logre según va pasando el tiempo siento que de nada a servido porque todo eso ya se ha ido yendo, dejándome aquí tirado en medio de la nada.

He oído que este mundo te cambia si no eres capaz de soportar y ser tu mismo, que terminas siendo siervo del abismo y no uno mismo.

Poesía de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora