Capítulo 59 ♡

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    ~Dedicado a todas y cada una de las personitas que leen está historia. Sepan  que están en mi corazón~

    Lo único que quiero es olvidar; olvidar lo que sucedió y olvidarlo a él. Lo único que quiero es que los días continúen pasando, pero que lo hagan sin este dolor que siento dentro del corazón; lo sé, es demasiado pedir, para estas alturas.

    Van  seis días, y no he hecho más que recordar, no he hecho más que mirar el moretón que tengo cerca del codo derecho, para sentirme internamente derrotada. No creí que él sería capaz de ejercer su violencia y su ira contra mí. Ni siquiera lo imaginé. El amor que le tengo- no, que le tenía, tengo que convencerme hasta creérmelo-no era capaz de dejarme ver la realidad. La realidad es que Adrien se está perdiendo así mismo, se ha estado perdiendo todo este tiempo. Y ni siquiera yo he sido suficiente para salvarlo, y él no lo ha sido para mí. Me ha destrozado por dentro. Más de lo que puedo soportar.

    No quiero perdonarlo, pero sé que una parte de mí muere por atender las quinientas llamadas que me deja en el buzón de voz, sé que una parte de mí muere por salir a la ventana, cuando escucha los golpecitos de las piedras al impactar con el vidrio. Una parte de mí llora porque que quiere rendirse y salir a su encuentro en cuanto escucha su voz llamando a la puerta; pero aprieto los dientes, cierro los ojos, me coloco los auriculares para dejar de oír como las piedras golpean a mi ventana, y me hago un ovillo en la cama mientras dejo que las lágrimas empapen la almohada. Quiero ser fuerte, esta vez necesito ser yo la fuerte.

    No he tenido el valor de contar a  nadie la razón por la que me he peleado con Adrien. A pesar de todo, sigo cuidando su integridad. Sé que él no hablará, sé que no dirá nada, y tampoco yo lo haré. Creo que ya tiene bastantes problemas, y prefiero que lo que ha pasado muera entre nosotros dos.

    Se me reseca la boca, y necesito beber agua, así que me levanto de la cama. No tengo idea de que hora es, pero intuyo que el atardecer, aún hay un sol espléndido, y parece que será una noche sumamente agradable.

    Bajo a la cocina y escucho a mi madre hablar por teléfono:

—Lleva días sin comer, sin ir al instituto. Ya no sé qué hacer con ella. No ha querido salir del cuarto en días… no lo sé, seis o siete días… estoy preocupada ¿Debería llevarla con un especialista?

    La palabra especialista me pone en alerta. De ninguna manera.

    Me adentro en la cocina y la atención de mi madre se centra en mí.

—¿Sabes? Te hablo luego ¿Sí? Liz esta aquí, acaba de bajar de  su cuarto— Corta, deja el teléfono, y camina hacía a mí con un poco de cuidado—.  Liz, cariño ¿Cómo te sientes?

—Estoy bien— digo, a la vez que tomo una jarra y un vaso para servirme agua.

    Sé que no me veo bien, aún sigo en pijama,  estoy pálida y despeinada.

—Liz, creo que…

—Hoy saldré con las chicas— miento con presunta rapidez.

    Necesito hacerle creer que estoy bien, no quiero que me haga preguntas. No quiero que sospeche nada raro. Y mucho menos quiero ver a un estúpido especialista en quién sabe qué idiotez.

—¡Oh, genial!— exclama con asombro— ¿Y a dónde irán?

—A comer.

    La mentira perfecta, en cuanto lo digo, me siento tan sucia y siento como rápidamente mis labios se resecan todavía más y mi estómago ruge del hambre acumulada.

    Temo que haya escuchado el sonido de mis tripas, pero al parecer no.

—Me parece muy bien Liz— dice ella, contenta—. Te hará bien salir a comer, y distraerte un poco. Llevas muchos días en la casa.

Mirarte Dolía |CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora