Parte Única

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Otra vez las burlas de mis primos llegaban a mis oídos, dejándome un mal sabor de boca. No me gustaba que hayan venido a mi casa, el único lugar en donde me siento un poco seguro, y lo hayan hecho con intenciones de venir a tomarme como el centro de burlas. Mis tíos tampoco los hacían callar, haciéndoles creer que el burlarse de otra persona está bien, haciéndoles creer que son inferiores a mí.

Estábamos almorzando en familia como todos los domingos, mi madre había invitado a su hermana y esta había traído a todos sus hijos. Los escuchaba susurrar sobre lo tonto que me veía con mi camisa abotonada hasta el cuello, y era verdad, me veía como un ñoño, pero mi madre me obligaba a vestirme de tal manera, y si no quería recibir castigos mejor me guardaba mis propios comentarios.

Con quince años de edad no era mucho lo que podía aportar con mis palabras, siempre guardándomelo todo, tanto en la escuela como en mi casa. Mi madre todo el tiempo me presionaba con los estudios, con mi forma de vestir para no mostrar demasiado, con las clases extras luego de la escuela, con ir a misa cada vez que ella iba, corriendo a cualquier chico o chica que se acercase a mí con intenciones de amistad. Parecía no ser gran cosa, pero la verdad cada vez me era más difícil soportarlo. Siempre intentaba mantener el control dentro de mí, que no se me escape nada, siempre mostrando respeto cuando en realidad lo que quiero mostrar es otra cosa.

El domingo pasó increíblemente lento, luego de que todos se fueran me tocó limpiar el desastre de cubiertos que estaban sobre la alacena. Suspire, remangue mi remera de mangas largas y me puse en acción.

Genial, otro día mas encerrado en casa haciendo el papel de Cenicienta. Así eran mis días, siempre tan aburridos, extremadamente aburridos y cansadores en ocasiones.

Aunque claro, excepto cuando lo veía a él. Con él jamás era aburrido. 

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Lunes por la mañana, mi despertador sonó justo a las ocho y salté de la cama para ir a preparar el desayuno. Mi madre bajaría en minutos y siempre le gustaba tener su taza de café en la mesa a tiempo. Me apresuré en hacerlo, estaba apurado pero necesitaba hacerlo bien. Una vez listo me tome mi chocolatada con demasiada rapidez y al terminar lavé mi taza para volver a colocarla en su lugar.

Cuando subía las escaleras me encontré a mi progenitora, la salude y volví a encerrarme en mi cuarto sin inmutarme por su atenta mirada en mi espalda.

Tome ropa de mi armario y fui al baño, que por suerte tenia uno para mí solo. Me di una ducha relajante, tomándome mi tiempo en todo. Cuando mis manos comenzaron a arrugarse supe que era momento de salir, me seque el cuerpo con una toalla y mi cabello rubio con la secadora. Me vestí y me mire en el espejo, tratando de encontrar alguna imperfección. Lo único bonito que podía decir es que la camisa de seda de color morado quedaba bien en mi piel, por lo demás estaba como siempre, ordinario.

Me puse un poco de perfume en el cuello y en las muñecas para luego comenzar a meter mis apuntes dentro de mi mochila. Cuando lo tuve todo listo, apagué mi móvil para esconderlo debajo de mi almohada, mi madre no me dejaba llevar móvil a mis clases por que según ella, me desconcentraría mucho.

Bajé las escaleras y mi madre ya estaba vestida, me llevaría y luego marcharía a su trabajo. Nos subimos a su auto y nos mantuvimos en silencio durante el trayecto. Miré por la ventana los edificios grandes de Seúl, sintiéndome ridículamente pequeño ante estos. No me gustaba la ciudad, quería vivir en un lugar menos agitado, me gustaría conocer Busan algún día, aunque conociendo a mi madre ya lo está planeando todo para cuando termine el instituto para luego mandarme a Estados Unidos con unos familiares que tenemos allí.

---Hoy no podré recogerte de venida, toma un taxi directo a la casa.

---Puedo tomar el bus... ---susurré, opinando.

Tómame ▪ VMin [O.S]Where stories live. Discover now