Me refugio debajo de un árbol, las gotas de lluvia resbalan con elegancia y lentitud por medio de las hojas, cayendo con gentileza sobre mis hombros y mi desordenado cabello, alaciando los ligeros rulos que tengo y perdiéndose entre mi cuello. Me recargo en el tronco del hermoso y gigantesco Ficus, sin importarme las consecuencias de mi acto. Bien podría enfermarme, ya que mi sistema inmunológico es un poco muy débil, o capaz y un feo bicho se trepa en mi espalda, teniendo en cuenta que soy entomofóbico, pero qué más da, en un momento como este ya nada tiene importancia para mí.
Con el paso de los minutos, mis lágrimas comienzan a ceder, recorriendo mis mejillas con un suave tacto, mezclándose entre la danza de la lluvia, sobrepasado por mis emociones. Sollozo en silencio por más que las calles estén desiertas. Cuando mi llanto estaba por cesar, empecé a escuchar pasos acercándose, el impacto de las pisadas chocaban con los charcos provocados por la, ahora, calma lluvia.
Un chico más alto que yo se posa a un costado mío, viene cubierto con capas de ropa e, inevitablemente, empiezo a envidiarle, trae consigo un paraguas negro con estrechas líneas decorativas rojas y azules, su barbilla, labios y parte de su nariz se ocultan debajo de un cubre bocas, resaltando así las redondas y delicadamente rasgadas perlas que tiene como ojos, estos mismos que brillaban más que la mismísima luna en una noche despejada, o el Sol por la mañana dando todo su esplendor.
Aquellos ojos que ahora mismo estaban observándome, sentía como si estuviera perforando mi interior, su mirada era tan profunda que llegó un momento en el que me sentí incómodo e intimidado pero, había algo en su brillo, creí que ya lo había visto antes. Desconectó su mirada de la mía y, en ese pequeño instante, tuve la sensación de estar perdido. Volví a la realidad cuando sentí que tiraban tímidamente de mi brazo, el chico desconocido estaba ofreciéndome uno de sus tantos abrigos. Dudé en aceptarlo pero él no desistía, pensé en que tal vez yo le daba pena ajena. Ni mucho menos, no traía ninguna prenda que me protegiera tanto de la helada que había en el ambiente como de la lluvia. Tomé la sudadera, sin embargo, no me la puse.
Esperaba a que el chico se fuera, en cambio, no se había movido ni un milímetro. Lo único para lo que había desconectado su mirada de la mía fue para quitarse el abrigo, después de eso continuó con su tarea de verme. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y me sentí obligado a romper la conexión. ¿Por qué no se iba de aquí? Esto era tan extraño; entiendo que estuviera lloviendo pero, por favor, tenía con qué taparse de la lluvia que, por cierto, ya estaba por finalizar y también cargaba kilos de abrigos consigo, aparte habían muchísimos más árboles en los cuales podría protegerse.
Dicho y hecho, terminó de llover y él ya estaba retirándose. Jalaba delicadamente y con mucha paciencia los bordes de cada uno de sus abrigos, cuando acabó su tarea de acomodarse, continuamente, emprendió su caminata a quién sabe dónde.
-E-espera -tomé su mano e impedí que se fuera.
-¿Mh? -Sus ojos mostraban sorpresa, el brillo en sus orbes había incrementado, sin saber por qué me sentía un tanto atraído, nunca antes me había topado con alguien con unos ojos tan expresivos, su color oscuro resaltaba el esplendor de estos.
-Tu abrigo. -Levanté ligeramente la prenda envuelta entre mis brazos y mi voz salió en un muy bajo susurro, temía que no me hubiese escuchado, no quería volver a repetir lo que dije, me encontraba tan nervioso que me sería demasiado complicado levantar más la voz.
-Quédatelo.
-Pero-
-Ya es tuyo.
Al terminar de decir eso, se fue. De la misma manera en la que llegó, sus pisadas calmas resonando en todo el lugar, por el contacto de sus zapatos contra el agua de los charcos.
Me quedé estático por un buen momento; de vez en cuando pasaban coches, salpicando así la suciedad de las calles. Varias gotas patinaban por el abrigo que había obtenido anteriormente. Y yo me tomé mi tiempo para limpiar este, gota por gota. Mis dedos paseaban con lentitud sobre la prenda que, al estar recorriendo todo el abrigo, me encontré con la etiqueta que señalaba era marca Gucci y, un tanto shockeado, seguí limpiándolo. Apreciaría este regalo por el resto de mi vida, nunca antes un desconocido se me había acercado y mucho menos con la intención de cederme un abrigo, seguramente sería la primera y última vez que me pasaría esto.
Doblé el suéter y lo acurruqué entre mis brazos, mantuve mi posición así durante varios minutos más. Noté que seguían cayéndole gotas al abrigo, pero ya no chispeaba y el recorrido que hacían las gotas del árbol únicamente aterrizaban en mi cabello. Mi cabello. Pasé mi mano derecha por este, moviendo los mechones que se adherían a mi frente hacia atrás, parte del agua que guardaba entre mis cabellos salió salpicando hacia todas direcciones, no obstante, ya no ensuciaban el abrigo.
Tímidamente me puse la prenda de ropa y emprendí una caminata hacia mi departamento. Al llegar a este fui recibido por SuHwan, mi pequeño gato; cerré la puerta de mi hogar, empujándola con la espalda, me recargué en la misma y descendí con lentitud hasta quedar sentado en el piso. Tomé a SuHwannie entre mis brazos a la vez que acariciaba su pelaje entre marrón y anaranjado, y este se restregaba en mi torso.
Perdí la noción del tiempo, mis pensamientos estaban en un laberinto sin salida, hasta que Sunnie, como suelo decirle, se removió y salió de la calidez que ofrecía mi cuerpo sólo para irse a restregar a una de las paredes. Aproveché eso para levantarme de mi lugar, estiré mis extremidades y, con una lentitud impresionante, retiré el presente que se me había otorgado antes, para después colgarlo en un perchero, lo lavaría más al rato, me sentía demasiado fatigado, cansado tanto física como mentalmente.
Preparé un té de menta, SuHwan ya se había dormido, esperaba que al menos él sí descansara adecuadamente. Mientras tanto, yo bebí de mi té, sumergiéndome en el delicado aroma que desprendía, viendo vagar el humo que salía de la taza, apreciando cómo se dispersa hacia arriba, explorando los extremos y desapareciendo cada vez que subía más y más.
Al terminar tomé una ducha rápida y, cuando salí, fui directo a mi habitación, traía la pijama puesta y lo único que me falta ahora mismo son las ganas de dormir, siento toda mi anatomía adormecida, como si no tuviera la fuerza suficiente para levantarme de nuevo. Me acomodo entre las sábanas y las mantas, adoptando una posición que creo es cómoda. Pero nada.
En mi mente sólo está el chico con el que me había topado, era imposible dejar de pensar en él, sonará muy repetitivo pero, el atractivo brillo de sus ojos y la melodiosa voz con la que me había hablado, estaría dispuesto a pagar lo que fuera por escucharlo entonarme una canción de cuna. Y así, con el desconocido en mente, fuí cayendo poco a poco en los brazos de Morfeo.
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Mi primera historia - I want to cry c": -
Antes que todo, de antemano te agradezco por haber leído mi cosa amorfa esta.
Me tomó mucho tiempo escribirla, ah.
dÓNDE QUEDÓ EL EMOJI CON LOS OJITOS LLOROSITOS
Anyways, si encuentran algún error ortográfico o gramatical me avisan, plox. (Si no se entiende algo, tmb).
Por último pero no menos importante, Stan AB6IX, Stan Talent.
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Coat • Mashikyu
Teen FictionUna noche lluviosa la cual Mashiho nunca podrá olvidar. --OS --Contenido Apto Para Todo Público