Parte única.
La suave brisa parecía abrazar el pelaje de aquel blanco lobo que yacía sentado en la cima de la cascada, apreciando y amando en secreto al joven azabache que salía de su hogar. Y es que él sabía que había caído enamorado, su corazón parecía rebotar en su pecho cada vez que lo escuchaba, cada vez que lo miraba. Era bastante cliché y estúpido, pero sus vidas eran completamente distintas ¡Ni siquiera podía pensar en acercarse! Bien todos tenían sabido que el pequeño pueblo a kilómetros de aquí estaba infestado de asesinos, personas que eran bestias, que poseían garras y pelo excesivo. Todos le temían. Pero su corazón sangraba, lo tenia tan cerca pero ni siquiera podía cambiar para acercarse, lo reconocerían a simple vista por su pálida piel, porque era hijo de un asesino, hijo de un patriarca con el apellido Min.
Ser uno de ellos no era nada fácil, primero que nada, debías dar el ejemplo a tu pueblo y seguir las reglas, ya saben lo típico. Pero a Min Yoongi no le gustaba, él no había nacido para cumplir leyes o dictarlas, quería ser un espíritu libre, encontrar su hogar en una persona y permanecer así hasta la muerte. Siendo el hijo del líder no podía permitirse nada y se sentía muy acosado cuando salía de su cálido hogar para ir a verlo, todos querían pretenderlo. Le molestaba el contacto físico con otras personas y mas si estas lo agobiaban e insistían en tener una cita; obviamente se negaba de forma rotunda, su corazón no latía por ninguno que no fuera ese chico azabache de labios abultados y color cereza, de esas mejillitas ligeramente rosáceas que le daban ganas de apretar y morder. Estaba ciego por el joven, si tan solo supiera su nombre sería el ser mas feliz del universo.
Lloraba en silencio todos los días desde su lugar, su vida estaría completa con él, que tarareaba canciones al ir hacia la panadería. Que solía tener la naricita roja en el crudo invierno... Pero un día simplemente hirvió en furia, ¿Como se atrevían a siquiera tocarle un pelo a su amado?. Se encontraba en un pastizal esa vez cuando unos gritos lo habían alertado, no dudó mucho en ir a ver, era curioso ciertamente pero algo en su mente le decía que, esa persona que yacía bajo esos dos hombres que apenas podía divisar a lo lejos, era el chico que robó su corazón.
A medida que se acercaba solo podía observar los forcejeos y escuchar chillidos del mas joven que trataba, inútilmente, de zafarse de allí. Y cuando llegó a la escena vio rojo.
[...]
Kim SeokJin no era cualquier pueblerino, era hijo de los dueños de una conocida florería al sur del pequeño pueblo al oeste del país. En todos sus años de juventud fue comparado con un príncipe por su belleza irreal, cosa que, a pesar de que para otros sea un don, para él era una completa maldición.
Cada vez que salía a comprar pan o tortitas se llevaba unos buenos piropos por el lugar, de mujeres y hombres que lo miraba y apreciaban como un ser todo poderoso. Jin lo veía estúpido, admirar a alguien por su belleza y no por su forma de ser u accionar era simplemente idiota. ¡Pero mas idiotas eran esos hombres que siempre lo acosaban! Que querían meterle mano dios sabe en donde. Esto pasaba desde hace mucho, los conocía, habían llegado de un pueblo vecino aquel que decían que estaba maldecido. Eran hombres mayores que lo seguían a todos lados, esto le incomodaba mucho pero siempre se hacía la cabeza de que solo era una mera casualidad.
Se lo dijo a sus padres, ya le causaba temor, habían intentado abrazarlo en un pequeño rincón oscuro cuando regresaba a su hogar. Su madre y padre debido a estos acontecimientos decidieron darle algunos métodos de defensa a su hijo, cosa que dio buenos resultados. El joven sabía defenderse y no era para nada cobarde, además de que poseía un conocimiento innato de todas las flores y hierbas que hayas visto, o tal vez no, en lo que va de tu vida. Vivían en un lugar lleno de flora y fauna, de especies exóticas y misterios que aun no tenían solución.
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~The Wolf~
FanfictionTodas las noches ellos se encontraban, la tenue luz que cruzaba por aquellas hojas de la punta mas alta del pino solo permitía que ambos suspiraran, reconociendo la piel y el pelaje, midiendo la respiración de cada uno. Y es que su destino era encon...