Besos y espuma.

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Lo vi de reojo, se encontraba bailando con sus amigas a una distancia algo larga de mi ubicación actual.
Me llene de valor y me acerque, camine un poco, algo inseguro y temeroso por su reacción. Al llegar  lo abrace por la espalda recargando mi barbilla en su hombro, me miró a los ojos, me sonrió y tomo mi mano,  después de eso me guío hasta la capa de espuma que cubría una pequeña parte de la plaza principal de la institución.
Nos adentramos en el domo que formó la espuma y llegamos al centro de éste.
Se detuvo frente a mí y me regaló una sonrisa.
Solté una pequeña risa y limpie su rostro de la espuma que resbalaba por sus mejillas y frente.
Me tomo de la cintura y me acerco a su cuerpo, lo abrace y nuestras frentes se juntaron. Nos miramos por un rato, no podía dejar de ver sus labios. Así que tentado por el deseo de probarlos, lo bese.
Sus labios se sentían tan suaves y cómodos para los míos, nuestros labios se entendían a la perfección. Nos separamos de nuestro beso por la falta de oxígeno, y el estar cubiertos completamente por espuma no ayudaba.

Manteníamos la cabeza abajo para no llenarnos de espuma el rostro, nos miramos nuevamente y reímos levemente al uníso. Nuevamente juntamos nuestros labios.

Sus labios ahora tenían un leve sabor a jabón, por culpa de la ya mencionada espuma.
Pero eso no fue impedimento para seguir con esos 10 minutos en el paraiso, traído especialmente para nosotros.
La vista era hermosa. Pues apesar de la poca luz, se podía distinguir un tono azulado que nos rodeaba, junto a las burbujas que caían de nuestro techo de espuma, que se formó por la caída de esta, ya que la máquina que generaba la magia, se encontraba justo sobre nosotros.

Está vez el beso dejo de ser lento pero sin dejar de ser tierno y romántico.
Mis brazos rodearon su cuello y los suyos mi cintura.

Es cierto. Lo que ves en las películas, en las escenas donde los protagonistas se besan y salen fuegos artificiales de fondo.
O bueno. Así me sentí. 
 
Y
Me
Abrazo.

Cómo nunca antes me habían abrazado.

Después de esto la espuma empezó a bajar y a destruir nuestro pequeño escondite.
A causa de la máquina que dejó de trabajar, ahora ya no éramos invisibles para las demás personas presentes.
La espuma llegó hasta mi cintura, nadie se dió cuenta de mi pequeño paraíso. La música continuo.. bueno..nunca se detuvo pero yo sentí un completo silencio.

Y a pesar de esto, el nunca soltó mi mano. 

Lo más raro de todo fue que mi paraíso sólo duró menos de cuatro minutos.
El tiempo se detuvo para nosotros.

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