Historia de un tren

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 Marinette corría desesperadamente hacia la estación de trenes. Por poco y perdía el último tren que la dejaría en el instituto. Se vio en el reflejo de las ventanas, hoy había decidido vestir una falda rosa tablonada. La tiró un poco hacia abajo, tratando de que llegara a cubrir sus muslos y así no sentirse tan incómoda.

Al subir al tren, lo vio de pie al otro lado del vagón. Era su modelo favorito, y su crush: Adrien Ageste. Se acercaba a tomar asiento, pero al estar distraída observándolo, tropezó, tirando sus cosas. Las recogió inmediatamente, esperando que él no lo notara. Volvió a ajustarse la falda y se acomodó la mochila en sus hombros. Él no la conocía. Sí, iban a la escuela juntos, pero nunca habían tenido la oportunidad de conversar, sobre todo porque la azabache tendía a perder el hilo del pensamiento cuando él se acercaba.

Se había resignado a que sólo podría admirarlo de lejos. El chico cubrió su boca para ocultar un bostezo. Lágrimas de sueño se colaron por sus ojos y la azabache imitó el gesto, sin poderlo resistir. El rubio, sintiéndose observado, dirigió su mirada donde estaba ella. Marinette, sintiéndose descubierta, no supo como reaccionar y simplemente se quedó congelada. Entonces el suspiró y ella desvió la mirada, dándose cuenta de su estupidez. Claro, era muy raro observar a alguien durante mucho tiempo, quizás hasta podría llegar a considerarla una acosadora. Negó rápidamente con la cabeza ante la idea.

Al llegar al instituto, recibió una impactante noticia de su amiga Alya. Resulta que Nino le había pedido que fuera su novia la noche anterior, y hoy se había decidido a decirle que sí. Marinette se alegró por su amiga, pues su felicidad era algo importante para ella. Sin embargo, esa felicidad no duró mucho, pues pronto cayó en la cuenta de que Nino era el mejor amigo de Adrien, por lo que se vería obligada a presentarse con él y hablarle, e incluso podría ser invitada a citas dobles. En cuanto el moreno llegó acompañado de su mejor amigo para ver a su novia, la azabache inventó una excusa ridícula de tener que ir a buscar algo a su casillero. Corrió torpemente para alejarse de aquella situación, tropezando y chocándose con cada objeto a su paso.

Su destino fue el salón de clases, se sentó en su asiento habitual y comenzó a golpearse la cabeza contra el escritorio, reprochándose el ser tan cobarde. Esta era su oportunidad para hablar con él, pero sus piernas la traicionaban volviéndose de gelatina cada vez que se acercaba. Sus amigos entraron, seguidos por la profesora. Al tomar asiento frente a ella, Adrien le dirigió una sonrisa amable mientras sacudía su mano para saludarla. Ella no pudo más que sonrojarse y esperar a que su mano reaccionara torpemente al saludo.

Al terminar las clases ella se sorprendió de encontrar nuevamente a Adrien en la estación. Su mente tuvo la intención de acercarse a saludar, pero sus pies no cedieron.

Así pasaron los días en que Marinette se encontraba con el rubio en el tren de ida y de regreso al instituto. Finalmente llegó el día en que ambos coincidieron para sentarse frente a frente. Marinette mantenía la vista baja, temía que él volviera a descubrirla admirándolo, y él lo tomara como espionaje. Desde algunas estaciones atrás sentía como si alguien la observara, así que lentamente levantó la vista, temiéndose lo peor. Pero en lugar de eso, se encontró con aquellos orbes verdes que le fascinaban.

Adrien miraba a Marinette como si fuera una vieja amiga. Respiró hondo, como si estuviera a punto de decirle algo, pero ella sólo se sonrojó desviando la mirada. Cuando regresó la vista él ya no la observaba, en su lugar miraba por la ventana. La azabache se sintió invadida por la ansiedad. Cerró sus manos en puños, era ahora o nunca.

—A-Adrien— tartamudeó ella. El nombrado respondió al llamado. Marinette se daba bofetadas mentales por ser una tonta.

El rubio se levantó de su lugar, y con cuidado, avanzó hacia donde ella se encontraba.

—Eres la amiga de Alya, ¿no es cierto?— y le extendió una mano—. He estado esperando para hablar contigo, pareces un poco inaccesible— ella sólo rió nerviosamente mientras estrechaba su mano.

—Sí, bueno, yo, muy nerviosa, estoy, y tú, guapo, eres, ay no, qué estoy diciendo— cubrió su rostro con su mano, esperando que él no notara que estaba completamente roja.

—Eres divertida— dijo él riendo tiernamente por su torpeza—, ¿sabes? Me da un poco de pena admitirlo, en realidad no necesito tomar el tren ya que tengo un chofer personal— admitió Adrien, Marinette abrió los ojos, sorprendida—. En realidad, sólo lo tomo porque quería hablar contigo— se sonrojó un poco al confesarlo, rascándose detrás de la cabeza para ocultar su nerviosismo.

La azabache se había quedado sin palabras. Ambos se miraban directamente a los ojos. Esta vez sin pena, sentían que las palabras sobraban. Aún con las manos entrelazadas, entraron en la obscuridad de un túnel. Marinette, sin poder contenerse, condujo sus manos hacia arriba, tratando de encontrar el rostro del chico. Lo recorrió suavemente con las yemas de los dedos, entonces él la atrajo hacia sí. Fue sólo un momento, pero para ellos era como una eternidad. Sentían sus alientos cruzarse, sólo faltaba un par de centímetros para que ocurriera lo inevitable.

El tren se detuvo bruscamente. Un villano amenazó con poner en peligro la vida de los parisinos a bordo. La azabache, sin pensarlo dos veces, sintiéndose protegida en la obscuridad del túnel, se alejó del rubio. Marinette podía ser una chica muy torpe, pero lo que nadie sabía es que también era la super heroína de París. Ella, Ladybug, junto a su compañero Chat Noir, derrotaron el villano, salvando a París una vez más. Quedaron encima de un edificio, celebrando por otra victoria con su típico choque de puños.

—Muy bien gatito, te dejo, tengo cosas que hacer— dijo ella, pero su compañero la tomó de la mano.

—Espera, aún no terminamos— dijo él. No lograba comprender a lo que se refería. La acercó para abrazarla y susurrarle al oído—. ¿Creíste que no me daría cuenta de quién eres, Marinette?— La chica se sorprendió al escuchar su propio nombre. Inmediatamente saltó hacia atrás, alejándose de él.

—C-creo que me estás confundiendo— aseguró ella un tanto nerviosa.

—Podría ser, pero gracias a mi visión nocturna pude ver cuando te transformabas— dijo él, juguetón. Al ver la cara de confusión de la heroína agregó:— Sí, yo estaba ahí, en el tren, cuando te transformaste— ella se horrorizó al escucharlo—. Resulta que te conozco mejor de lo que pensaba.

De nuevo la tomó entre sus brazos, la acercó lo suficiente para que sus frentes se tocaran. Él dirigió las manos de ella hacia su rostro, y el la tomó firmemente por la cintura.

—Podemos regresar en lo que estábamos— y lentamente se acercó hacia ella. Sus alientos se cruzaban. La mente de Marinette iba de un lado a otro hasta que se dio cuenta, que su compañero de equipo siempre fue el chico del cual estaba enamorada.

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