THE 7TH SENSE

único

El odio que no desaparece
y los sueños que me torturan.
El reloj que se ríe de mí
no comete ni un solo error.
Soy un desastre,
ni siquiera me conozco.
Mi futuro es de un color oscuro.
Estoy luchando mientras
pinto esta noche más oscura.

The 7th Sense — NCT U.
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Escondido bajo la cama de mi habitación con el corazón en la garganta, escuchaba los extraños alaridos que profería mi hermano mayor a mitad de la noche, siendo amortiguados por la pared que separaba nuestros cuartos, la pared que sostenía infinidad de recuerdos juntos plasmados como imágenes una al lado de la otra, llenando cada pequeño rincón de pintura blanca que pudiera existir, memorias escurridizas y burbujeantes que se esparcían como pequeñas nebulosas en mi mente, años de niñez y adolescencia plagados de sonrisas, aventuras y amoríos fallidos, la muerte de nuestro padre y el abandono de una madre que vivía por él y no por sus hijos de apenas 13 y 20 años, un borrón en la historia, un tropezón que nos hizo comenzar de nuevo, una nueva vida, amigos, barrios, un nuevo novio...

Pronto los gritos se apagaron notablemente, siendo sólo capaz de oír suaves sollozos entrecortados, al principio seguidos, luego cada vez más distantes en el tiempo y en mi memoria, el corazón retumbando como un pistón en mis oídos, las manos sudorosas y el teléfono demasiado lejos como para poder alcanzarlo y llamar a alguien. Mis ojos estaban entrecerrados, la boca sedienta y el alma intranquila. No tenía valor para salir de allí abajo, se había apagado, como si mi cerebro lo hubiese eliminado de sus sistema tal como un computador elimina un virus inútil y dañino. La respiración era irregular como la lluvia que caía torrencial golpeando con furia sobre el cristal de la ventana, como si los dioses estuviesen enojados por ser un cobarde, por dejar que el miedo me carcomiera y la fuerza de voluntad se desvaneciera entre el terror que exhalaba mi hermano desde la habitación contigua.

El llanto silencioso y herido fue disminuyendo paulatinamente, y al cabo de una hora ya no fui capaz de oír nada más que las gotas de lluvia y los truenos rompiendo feroces entre las grises y obscuras nubes del cielo. La casa había vuelto al silencio absoluto, el que siempre fue morador y eterno cómplice de noches de secretos y películas de terror, abrazando nuestras risas y adueñándose de nuestros pensamientos. El golpeteo del segundero del reloj que descansaba sobre la mesita de noche parecía haberse sincronizado con el palpitar de mi corazón, martillando de una manera violenta mi cabeza. Parecía como si de pronto toda la adrenalina hubiese abandonado súbitamente mi cuerpo, y el cansancio acumulado de días anteriores hubiese aparecido sobre mis hombros, con mis ojos comenzando a cerrarse poco a poco.

Pero una sombra se coló a través del pasillo, mis sentidos alertándome en milisegundos, los ojos abiertos intentando dilucidar algo entre la obscuridad abrumadora de la noche, con las pupilas dilatadas y la respiración intranquila.

—¿Jae-Jaehyun? —pregunté con la voz temblorosa desde la penumbra de mi habitación, mientras rogaba por oír su voz desde el otro lado del marco de la puerta, llena de vida, algo somnolienta y asustada, susurrando que sólo había tenido una horrible pesadilla y pidiendo si podía recostarse conmigo, al tiempo que pasaba sus dígitos sobre mi castaño cabello, durmiendo juntos como cuando éramos pequeños y el mundo aún era un castillo formado por sueños e ilusiones.