PRÓLOGO

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—Dime Jungkook, ¿Qué sabes sobre el incendio en tu universidad? —pregunto el hombre uniformado de mediana edad al joven castaño que se encontraba sentado del otro lado de la mesa y con la mirada fija en el techo.

El nombrado no respondió y solo un incómodo silencio los acompaño, el mayor pensó que aún se debía al shock que tenia el menor por los sucesos recientes.

Que equivocado estaba.

Es cierto que el castaño estaba sumido en sus pensamientos, pero no se debía a que estuviera traumado por haber visto como decenas de estudiantes y profesores de su universidad terminaban siendo consumidos por las abrazadoras llamas, mientras gritaban desgarradoramente por el dolor y exclamaban por ayuda.

No, claro que no, en esos momentos le daba absolutamente igual sus vidas patéticas, o así es como les llamaba.

En su mente solo había espacio para una sola cosa. O más bien.

Una persona.

—Joven Jeon, no quiero presionarlo, pero...—carraspeo—necesito que me responda si tiene alguna información que nos pueda ayudar a encontrar al causante de todo esto—dijo con molestia palpable en su voz, haciendo que el contrario por fin le prestara atención—muchos han perdido la vida en ese incendio, espero entienda la magnitud de la situación.

Pero no hubo nada, solo silencio y aquel hombre estaba empezando a perder las esperanzas y cuando estaba apunto de dar la orden de llevarse al menor, este lo detuvo de cualquier acción al momento en que escucho un murmullo de su parte.

—perdón, ¿Qué dijiste? —pregunto el oficial.

—Park Jimin—repitió con expresión neutra—Él causo el incendio y...—lentamente la comisura de sus labios se elevo mostrando una linda sonrisa—Yo lo ayude.

No tardo mucho para que sus manos fueran esposadas y otros policías entraran a la sala de interrogatorio, dictándole todos sus derechos y los cargos en su contra.

Y antes de que se lo llevaran a las celdas el oficial que antes lo interrogaba lo detuvo llamando su atención.

—¿Por qué un chico tan joven como tú cometería tal atrocidad?

La risa del menor no tardo en escucharse, primero siendo leve para después convertirse en risas desquiciadas que inundaron todos los pasillos del lugar, causándole un escalofrió a todos los presentes. Cuando al fin se calmó se giró hacia aquel hombre mirándolo directamente a los ojos.

Un día el diablo me susurro al oído y me dijo: "No eres lo suficientemente fuerte para resistir la tormenta", hoy, mañana y siempre le responderé: "Yo soy la tormenta"

Y con eso ultimo se lo llevaron, pero a diferencia de otros, él seguía manteniendo una sonrisa en su rostro.

No tenía miedo.

No tenía remordimiento.

No sentía dolor.

Porque después de mucho tiempo, al fin su corazón había sido quebrado al igual que su alma.

Y todo por una persona.

Park Jimin. 

 

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