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En el instante que mi mamá salió del hospital, nos mudamos a mi nueva casa. La mayoría era nuevo y solo conservamos lo más valioso e importante, lo demás fue vendido o tirado a la basura.

Ahora eramos cuatro hermanos con grandes diferencias de edad, mientras mi hermano mayor, Marcos, tiene catorce años, mi hermana era una recién nacida. Yo era la segunda, teniendo doce años de edad y Clara, con a penas dos años de edad.

La razón del cambio fue debido a comodidad y espacio, pues debido a que en la Ciudad de México se concentran muchas oportunidades, las casa eran muy costosas, así que vivíamos en un departamento con dos grandes cuartos, pero no era suficiente para toda la familia, ademas de que se necesitaba privacidad.

Cuando recién llegué no pude evitar comparar todo. En la Ciudad de México tienes todo muy cerca, además de bastante transporte. Sin embargo, para mí, era como un lugar desértico, todo estaba bastante lejos, el transporte tardaba demasiado en pasar y debido a la lejanía, encontrabas los precios bastante altos al precio original. 

Además de que mi familia con la que había convivido en mis doce años estaba bastante lejos ahora. Sin embargo, aquí se encontraban mis abuelos paternos, a quienes también les tenía bastante cariño, ya que todas mis vacaciones de fin de curso las pasaba con ellos.

Pero, este año iba a ser diferente, pues nos quedaríamos a ayudar a mi mamá ya que le era complicado moverse por el reciente parto, ademas de tener que cuidar a la pequeña Carla. Así fue como pasé mis vacaciones de fin de año.

Durante estas vacaciones, sentía muchas emociones; por un lado, estaba triste de que ya no estaría con mis antiguos compañeros, pero por otra parte, estaba feliz de conocer a nuevas personas y hacer a nuevos amigos. Lo veía como una nueva oportunidad.

Mi hermano mayor, por otra parte, estaba bastante triste, ya que él quería pasar su último año de secundaria en nuestra antigua escuela, y lo entendía muy bien, pero tendría que adaptarse.

Debido a que mi papá pagaba la casa y había llegado Carla, era evidente que no había mucho dinero, así que me cambiaron a una escuela del gobierno, lo cual, al igual que comparé el lugar, lo mismo hice con la escuela, maestros y compañeros.

Sin embargo, no me importó mucho, pues era evidente que no iba a ser nada parecido, las miradas se fijaban mucho en mi, debido a que aun no tenía el uniforme, pero a pesar de sentirme nerviosa, intentaba mostrarme lo más segura posible.

Todos estaban afuera acomodados por grupo, pero yo no sabía cual era mi grupo, así que me acerqué al primer docente, junto con mi hermano, para preguntar nuestro lugar. Me despedí de mi hermano y tomé todo el coraje y me fui a donde se suponía estaba mi grupo.

La ceremonia inicio y pude ver la cara de muchos, los más altos y en donde se encontraba mi hermano, reían y platicaban con gusto, los que parecían ser de segundo, estaban carcajeando y eran los más ruidosos. Mientras que los de estatura pequeña y en donde yo me encontraba estábamos muy callados, tanto que incluso se podían oír la respiración de la persona de al lado.

La ceremonia terminó muy rápido y luego de subir las cosas, salimos al patio a hacer una actividad para presentarnos. Sin embargo, muchos de ellos ya se conocían, pues habían estado en la misma primaria, lo cual hacía que me sintiera más insegura, pero comencé a analizar a quienes posiblemente podríamos formar una amistad.

-Me alegra a ver encontrado a alguien que tampoco conoce a nadie -dijo una chica enfrente mio-.

-A mi también, no sabía a quien hablarle -dijo la chica a su lado-.

Fue entonces cuando supe que era mi oportunidad de poder hablarle a alguien, con toda la valentía que tenía y un último suspiro, me acerqué a ellas y dije la primer frase que se me vino a la cabeza.

-¿Ustedes tampoco conocen a nadie? -pregunté ilusionada-.

-No, por eso nos hemos juntado, parece que lo que hay que hacerlo en equipos -dijo la chica más morena.

-Me puedo juntar con ustedes -pregunté alegre-.

-Claro -dijeron al unisono-.

Como bien había dicho una de ellas, la actividad era en equipos, pero de más de seis integrantes. Así que buscamos lo más rápido a por lo menos dos personas; fue así como nos encontramos a tres chicas con la misma situación. 

La actividad trataba de decir tu nombre, principales gustos y actividades preferidas; de esta manera, aprenderte los datos de los demás y decirlos a la maestra cuando los preguntará. Así, de está manera, conocí a Danna, Inés, Jimena, Ingrid y Graciela.

Por una parte, Ingrid, Jimena y Graciela ya se conocían, ambas eran muy parecidas en su forma de ser y actuar. Eran un tanto tímidas, sobre todo Ingrid, la más callada de las tres y la más pequeña de estatura; tenía unos grandes y claros ojos, un cabello alborotado y rizado. Jimena y Graciela eran más sonrientes y un poco más habladoras; Jimena era la más alta, rebasando mi estatura por muy poco. Graciela era la que conocía a más personas, por lo que se sentía muy cómoda y se notaba.

Por otro lado Danna era, a pesar de no conocer a nadie, la más extrovertida, reía con cualquier cosa de una manera muy simpática y comenzaba a traer la atención de muchos. Mientras que Inés era más tranquila, pero igual de simpática; su piel morena combinaba muy bien con sus ojos caídos.

Al subir al salón de nuevo, a la hora de presentar lo memorizado, me dí cuenta que no era la única sin uniforme. Afortunadamente solo habíamos dicho tres datos sencillos de memorizar: nombre completo, color favorito y nuestro hobby. Curiosamente todas preferíamos el color azul.

Luego de la actividad, Danna e Inés se fueron juntas hacia un mismo sitio, Graciela me invitó a sentarme junto a ellas, obviamente acepté gustosa. Al parecer había socializado bastante rápido.

Tomé asiento entre Jimena y Graciela, quienes le hablaron a otra chica de cabello corto y suelto, adornado con una diadema,su estatura no arresaba el uno cuarenta y cinco. Al verme, intentó disimular un gesto de desagrado. Yo al verla, al igual que ella, la juzgué con la mirada y me presente hipócritamente.

-Hola, ¿cuál es tu nombre? -dije con una sonrisa-.

-Iana, ¿el tuyo? -preguntó más simpática-.

-Allison -dije con una sonrisa-.

La maestra comenzó a hablar y exponernos cómo nos evaluaría y calificaría en este ciclo escolar. También explicó que cada cincuenta minutos, tendríamos que cambiar de salón, en donde estaría un profesor diferente con la materia asignada; se tendrían tan solo 3 minutos para llegar al salón y no tener falta o retardo. Esto, según la maestra, sería bueno para refrescarnos y activarnos; sin embargo, se pierde tiempo de clase. Por parte de los alumnos, esto era una buena forma para saltarse las clases. 

Para cuando dieron las diez para las ocho, el cambio de salón mencionado, se hizo. Increíblemente, en la clase siguiente, conecté de una manera impresionante con Iana, debido a bastantes conexiones. Ambas teníamos un hermano en el mismo salón, nos gustaba el mismo tipo de música y teníamos ideas bastante parecidas; todo esto dio resultado a muchas conversaciones con unas cuantas risas.

En el recreo, Iana se fue con un chico alto y un tanto subido de peso, mientras que yo, me fui con quienes había apodado como "las tres mosqueteras". En este, pasamos un gran rato hablando de los chicos guapos que se hallaban en el patio y riendo una que otra ocasión.

En las clases fue muy parecido que la primera: presentación, forma de trabajar, calificar y evaluar. No habíamos hecho trabajo de verdad, solo anotar lo más relevante, lo cual hizo que el día fuera muy relajado.

Cuando llegué a casa, el camino parecía eterno, la razón era porque la escuela estaba en la entrada y mi casa hasta el fondo de la colonia. Según google maps decía que era a penas un kilómetro, pero se sentía como diez.

  











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⏰ Last updated: Jul 08, 2019 ⏰

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