1. Huracán

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Era un día de diciembre, cercano a la navidad. Eran las cuatro de la tarde. En Chaclacayo hacía un sol... Recuerdo que mi mamá se había enojado con Carmelo, le había jalado las orejas hasta hacerlo llorar y lo había hecho sentarse en la cocina hasta que llegue papá por la noche. Había roto uno de los platos de un juego carísimo y finísimo (regalo de mi abuelo, como siempre) mientras lo intentaba sacar del refrigerador. Para colmo, los platos tenían la torta que mamá le había dicho que no podía comer. Aún recuerdo sus pestañas mojadas por las lágrimas, su pijama azul con dibujos de carros verdes y sus piecitos descalzos y cochinitos.  Recuerdo que de niña creía que mamá era muy injusta y demasiado dura con nosotros. Siempre protegía a Carmelito aunque fuese sólo tres años menor que yo, aunque él seguía siendo el lame botas de mi mamá, siempre lo fue. Yo, en cambio, siempre intentaba darle lecciones, lo cuál ahora es algo acerca de que reírse en el desayuno. Pero me lo tomaba muy en serio en esas épocas. Recuerdo que ese día hice llorar a mamá. Le traje un par de zapatos a Carmelito, saqué veinte soles de la billetera de mi mamá, y mientras ella estaba viendo tele arriba en su cuarto, bien creída de que yo estaba haciendo tareas en el mío, y Carmelito sentado en la cocina castigado, me fui con Carmelito de la casa. Pero sólo al parque, bueno, a dos parques. Me lo llevé a pasear para que se sintiera mejor y "Para que mi mamá nos extrañe un poco, ya que tanto se queja". Le dije a Carmelito que mamá me había dicho que le pida perdón por ella y me había dado veinte soles para que me lo lleve a pasear al parque central. Carmelo siempre fue muy inocente, se las creía todas.

Pasábamos desapercibidos en la calle, íbamos cantando las canciones de José José que mi mamá escuchaba a todo volumen en casa todo el día, 

Vete a volar a otro cielo

Y  deja abierta tu jaula

Tal vez otro gorrión caiga...

-PERO DALE... de beber... - "cantaba" mi Carmelito. De hecho, cantaba muy bien pero yo siempre me burlaba de él, un poco envidiosa.

Era muy normal en Chaclacayo ver a los niños caminar por la calle, no habían carros y siempre estaban jugando en los parquesitos o montando bicicleta. Además, nosotros éramos bien altos a esa edad. Cuando llegamos al parque central, le compré un Huracán de donofrio, porque era nuestro helado favorito, Carmelito se copió de mí, obvio. "Un Huracán para dos huracanes" decía mi madre cuando nos compraba aquél helado y le decía a la tía que vendía helados: "Porque estos chiquitos son terribles", "Son un par de huracanes", "Me pasean". Nosotros comíamos el helado y nuestra boca se tornaba naranja por el colorante del helado. Pero ahora estábamos solos en el parque, mi mamá no estaba y la tía de los helados me había preguntado por ella. "Ahí en la casa, un poco cansada, ha estado arreglando la casa para navidad" le dije yo y me miró incrédula. Carmelito y yo nos sentamos en la banca, observábamos a cuatro niños que jugaban con la pelota en el pasto.

-¿Puedo jugar con ellos?- me pidió permiso. 

- Primero acábate el helado, Carmelito.- le dije yo. Él obediente, se quedó callado y terminó su helado para después jugar con los niños. 

Carmelo, tímido, quería acercarse a jugar. Me miraba tímido y yo le hacía muecas de aliento. Cuando el juego se detuvo  y uno de los niños agarró la pelota con la mano, mi hermano se acercó.

- ¿Pu-puedo jugar?- preguntó tímido, con una voz muy dulce.

- Eh...- dijo el niño de la pelota. Me miró a mí, yo tenía los brazos cruzados e intentaba una expresión dura, probablemente lo intimidé, era alta de pequeña y bien rellenita. Mi mamá a veces me decía "El tanquesito".- Ya, pero juega en ese equipo.- dijo con la pelota en las manos, refiriéndose con la mirada al equipo de la derecha. Carmelito fue corriendo. Me daba risa su aspecto, estaba en pijama. Me fui a sentar a la banca.- ¿Tú no juegas?- dijo este niño dientón de piel canela con ojos color avellana.

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⏰ Last updated: Jul 09, 2019 ⏰

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Carolina y CarmeloWhere stories live. Discover now