III.

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Renato miró hacia el hombre por el rabillo del ojo mientras limpiaba la barra. ¿Lautero? ¿Lutero? No podía recordar. Gabriel le había dicho el nombre del idiota, pero se le había salido de la cabeza.

Fuera cual fuera el nombre del tipo, seguro que no se merecía a alguien tan caliente, tan inteligente, tan divertido y tan simplemente agradable como Gabriel. El imbécil todavía estaba con los dos hombres, Santiago y Matías, presionandose entre ellos en una de las cabinas privadas.

Renato negó con la cabeza. Algunas personas no sabían cuando tenían algo bueno.

Miró el reloj. Una cuarenta y cinco. El área del bar se cerraría en pocos minutos, es decir, todos excepto los miembros que habían alquilado una habitación para la noche tendrían que salir. Renato rió para sus adentros, infantilmente satisfecho de que iba a llegar a echar al pelotudo y a esos dos chabones.

Esperó otros diez minutos, luego se paseó hacia la cabina en penumbras donde el idiota novio de Gabriel, Lautaro, ese era su nombre, tenía la lengua en la garganta de Santiago y su mano encima de la camisa de Matías.

Renato se aclaró la garganta y los tres saltaron apartándose.

- Hora de cierre- señaló con el pulgar por encima del hombro. - Fuera.

Santiago y Matías le dieron las buenas noches y se fueron como buenos chicos, los brazos uno alrededor del otro. Lautaro se levantó y se le quedó mirando desolado.

- ¿Estas sordo o qué? - le dijo Renato, sin molestarse en ocultar el desprecio en su voz. - Es hora de volver a casa. Si te deja entrar, por supuesto.

La expresión de Lautaro se volvió tormentosa. - Ocúpate de lo tuyo pibe.

Renato se cruzó de brazos y le dio una mirada curiosa. - ¿Sos realmente tan estúpido como pareces?

Lautaro se sonrojo con un tono de rojo peligroso.

- ¿Qué?

- Es sólo que tenes un gran chico- añadió Renato, haciendo caso omiso de sus puños y la mueca de sus labios. - No sólo es increíblemente caliente, es muy agradable también. Le di una oportunidad y me rechazó, dijo que estaba con alguien. Nadie podría pedir algo mejor que eso. Y mira vos, cómo actúas. Así que me imagino que sos estúpido.

- ¡Cerra el orto! - Siseó Lautaro. - No podes hablarme de esa manera.

- Es curioso, no parece que vaya a tener ningún problema- Sonrió Renato. - ¡Andate, ahora! Ves eso, simplemente lo hice de nuevo. Tan fácil hablarte así.

Por un segundo el castaño pensó que le iba a dar una piña. Una parte de él esperaba por eso. Se moría de ganas de golpear a ese imbécil en su delineada mandíbula. Estaba decepcionado cuando Lautaro en su lugar eligió señalarle con el dedo una advertencia frente a su cara.

- Escucha esto, - gruñó. - No sé quien carajos te crees que sos, pero no podes salirte con la tuya diciéndome ese tipo de cosas a mi.

- Claro que puedo- dijo Renato alegremente. - Sos un mentiroso, un cagon de mierda que evidentemente no puede ver cuando tiene a alguien bueno, y cuando no.

El castaño observaba divertido como Lautaro abría la boca como un pez. ¿Qué carajos veía Gabriel en este idiota?

- Bueno al menos no me desnudo para una habitación llena de pervertidos - escupió Lautaro, con los ojos brillantes de triunfo.

Renato se echó a reír, dejandolo con la boca abierta de confusión al no hacer nada por desmentirle.

- ¿Querés decir como vos?- soltó, secándose las lágrimas. - Che, si eso es todo lo que tenes, harías bien en darte por vencido ahora. He oído cosas mucho peores que eso de algunos mucho mejores que vos. Y ahora mismo, estamos cerrando. Andate, antes que llame a la policía.

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⏰ Última actualización: Jul 09, 2019 ⏰

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