La mujer se paso toda la tarde limpiando. El piso debía estar impecable para cuando su marido llegara.
Hernesto llego nervioso a casa. Romina, su amante, le había llamado para avisarle que ese día, iría a su casa, y le contaría todo a su esposa.
No estaba seguro si lo había cumplido, así que se armo de valor y, mientras tragaba saliva pregunto:
-Amor, de casualidad... tu, he... ¿recibiste alguna visita hoy?
La mujer dirigió los ojos al piso, y miro a una mancha de sangre que no había alcanzado a limpiar. Dio un paso a la izquierda, y la cubrió con el pie.
-No, cariño... no vino nadie - dijo con un tono dulce, y a la vez perturbador.
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