Despertó lentamente asimilando todo, no tuvo tiempo de aceptar o negarse. Era tarde, ya había despertado de su eterno sueño.
Noto que estaba en las calles peligrosas de Napoles, la gente que pasaba lo miraba feo, las mismas personas que alguna vez le pidieron algún favor al gran Bruno Bucciarati, hoy lo miraban feo. Él no los culpaba, ahora parecía un gran adicto a las drogas pues parecía un muchacho de dieciséis años con las ropas sucias y con olor feo. No quedaba nada del gran capo Bucciarati.
Suspiró aliviado levantándose del suelo, aunque en sus entonces parecía que era una calle peligrosa, hoy parecía estar tranquila. Miro a su alrededor, los jóvenes y niños jugaban alegres y tranquilos en las calles, las mujeres jóvenes salían de tiendas caras sin sentirse en peligro. Realmente había cambiado muchas cosas después de diecinueve años. Supo entonces que Giorno había estado haciendo las cosas bien.
Camino lentamente y sin rumbo fijo, sabía de memoria que se encontraba alrededor, pero no tenía parada exacta. Sólo quería regresar al lugar que pertenece.
De repente freno, miro el restaurante que estaba casi enfrente de él. Los recuerdos azotaron su cabeza rápidamente y sin darse cuenta algunas lágrimas cayeron, llorando por Narancia y Abbacchio, los cuales no pudo proteger, y por todo lo vivido en aquel lugar. Supo que se encontraba cerca de su antigua casa, que a estas alturas, debe estar siendo ocupada por otra persona o ya fue puesta en venta.
Recordó habérsela ofrecido a Trish, pero luego supo que se le había ofrecido a un extraño y que aquel mensaje no llegó a oídos de trish.
Camino rápido, pasando fugazmente por el restaurante que parecía estar en renovación. Suspiró y continuo caminando, esta vez lentamente. No sabía hasta cuando dejaría de caminar, pero deseaba llegar a su casa para verla una última vez. Se detuvo cuando escucho el motor de un carro estacionarse detrás de él.
Su corazón se aceleró rápidamente y vio como del carro, bajo Giorno mirando a sus alrededores. Siendo completamente ignorado, o eso creyó. Se vieron fijamente, él sonrió unos segundos y Giorno lo miro con seriedad. Como la primera vez que ambos se miraron frente a frente. Él camino y se puso cerca de él.
—Baja.— Escuchó a Giorno decir, el creyó que posiblemente era mista quién lo acompañaba, pero se equivoco. Bajo una niña de aproximadamente doce años del carro en los asientos traseros. Tan parecida a él a excepción de los ojos, que eran azules.— ¿Te parece bien almorzar aquí?
—Sí papi.— Bruno se sorprendió y Giorno lo noto.
—¿Puedo ayudarte en algo? — Preguntó Giorno, Bruno también noto que la voz de él cambió, su forma de vestir y su físico cambió, al menos un poco.
—No, estoy bien.— Bruno iba a caminar pero Giorno lo detuvo tocando su hombro.
—Entra con nosotros a almorzar, debes tener hambre.— Bruno negó varias veces, pero Giorno le extendió la mano.— Bruno no me lo perdonaría si te dejo ir sin ayudarte. Al menos, acepta mi invitación.
Había escuchado perfectamente lo que dijo, en especial lo último, todo este tiempo, Giorno había seguido el ejemplo de Bruno en la manera de ayudar a las demás personas. Entonces, Bruno sonrió y acepto. Camino detrás de ellos y noto como la hija de Giorno, se portaba tiernamente.
Giorno entró, hablo con el camarero un par de minutos y le hizo una señal para sentarse en una de las mesas. Obedeció y se comporto serio. Había tratado miles de veces con personas de la calle, así que debía comportarse como tal.
Pidió algo de almorzar y su hija pidió lo mismo. Bruno sólo los miraba y pidió su platillo favorito, no sin notar que Giorno lo observo durante el pedido.
La comida llegó en menos de quince minutos y todo iba normal, Bruno tenía muchas ganas de hablar con Giorno acerca de passione, de como había logrado avanzar contra las drogas, quería saber absolutamente todo. Pero no podía, porque ante los ojos de los demás, no era el bondadoso Bruno Bucciarati, si no un joven de las calles. Decidió romper el silencio confesando algo.
—Te conozco.— Giorno dirigió su vista a él, lo miro unos segundos y entonces regreso la mirada a su hija.
—Antonella, ¿podrías dejarnos solos? — La niña sin armar escándalo, bajo de la silla y camino sin rumbo por el amplio restaurante.— ¿Por qué dices conocerme?
—Giorno Giovanna. Jefe de passione. La gente habla mucho de ti.— Confesó, pero a la vez mintió.
—Me has atrapado. Mayormente mantengo mi identidad secreta para evitar conflictos.— Acomodo la servilleta entre sus manos y nuevamente regreso la vista a Bruno juntando sus manos, teniendo una expresión de paz y seriedad.— ¿Qué quieres y quién eres?
—Alessandro D'Angelo. Quiero unirme a ti.— Esperaba una aprobación, ahora que era él el jefe lo veía venir. Aunque sabía que su visita era pasajera, debía despistar a Giorno de él verdadero.
—Debes tener máximo dieciséis ¿y esperas que fácilmente te acepte en passione? Niño, esto no es así.— Giorno miro su reloj y saco una tarjeta de su bolsillo derecho.— Toma mi número, comunicate conmigo y hablamos de como llevar una digna para ti. Y no metido en passione.
Sin decir más se levanto de la mesa y busco con la mirada a su hija. Bruno lo observo posiblemente una última vez admirando de cerca aquellas ojeras y algunas arrugas que mantenía ocultas desde lejos.
Se aguanto una sonrisa arrogante, recordó que Giorno se unió a los quince años.
—No te preocupes, la cuenta está pagada.— Menciono Giorno por última vez, la niña se acerco a él y ambos se alejaron de él poco a poco.
—Arrivederci.— Menciono Bruno casi en un susurro, susurro que giorno alcanzó a escuchar. Giorno al voltear, noto al joven "Alessandro" salir por la puerta trasera, verlo huir una primera y última vez.
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Una última vez. [Bruno Bucciarati]
FanfictionBruno tiene la oportunidad de ver como van sus amigos una última vez.