Capitulo 2

0 0 0
                                    

Los cascabeles de aquel arlequín sonaron. Su rostro se ensombrecío y una mueca de tristeza se apoderó de su rostro.

-Yo nunca le haría daño a la pequeña Alice.

El arlequín chasqueo los dedos y sin poder evitarlo, Sack comenzó a sentir una pesadez en el cuerpo. Se sentía flotar en la nada y a la vez su cuerpo dejaba de funcionar y de hacerle caso. Escuchaba a lo lejos los cascabeles de aquel arlequín haciéndo su danza. Poco tiempo después cerró completamente los ojos. Sack quiso gritar, pelear y moverse pero solo artículo balbuceos y apenas se movió. La risa de su hija y el hermoso rostro de su esposa Katie fue en lo único en que pensó antes de que sus ojos se cerraran por completo.

En una habitación hecha de roca llacía el cuerpo inmóvil de Sack. Este era iluminado por luz que se filtraba de un agujero en la parte de arriba de esa habitación. Sack comenzó a revolverse y abrir sus ojos lentamente. Se sentía adolorido. La cabeza le latía como tambores en fiesta. Se palpó las partes del cuerpo que le dolían. En poco tiempo se comenzo a sentir mejor. Le dolía el cuerpo, pero no por heridas o golpes sino porque estaba entumecido talvez por el hecho de haber durmido sobre roca. Sack se tomó la cabeza mientras se sentaba. La garganta la tenia seca. Su ropa estaba sucia y rasgada y su cabello estaba revuelto. Permaneció sentado unos minutitos antes de pararce. Sack analizó el lugar y busco con la vista alguna puerta pero no encontró nada. Su hija no aparecía y eso lo ponía aún más nervioso.

No había salida. El pensamiento de su hija lo carcomía y lo hundía. Había tocado cada parte del lugar. Pensó que si este lugar no tenía puerta a la vista está podría estar escondida como si fuera un pasadizo secreto. Pero tampoco encontró nada. Agotado se sentó en alguna esquina del lugar. Antes de rendirse había gritado por ayuda, había golpeado la pared, pero no hubo respuesta. No sabía cuánto tiempo había transcurrido y no tenía ni celular ni reloj para poder calcular el tiempo.

El hombre permanecía cabizbajo en el lugar y sentía que en cualquier momento lágrimas saldrían de sus ojos. Pensaba en su hija y pensaba en que era su culpa que esta estuviera en Dios sabe donde. Si le pasará algo no se lo perdonaría. Su semblante oscureció al pensar en esa posibilidad.

Había pasado un tiempo desde que se sentó en el lugar. El aire se estaba volviendo denso y el calor lo comenzaba a cansar. No era un sitio muy cálido, pero tampoco fresco.

De un momento a otro escucho un ruido. Unas grietas se estaban comenzando a formar en la pared. Luego de unos segundos está se movió  y comenzó a ceder. Sack se levantó rápidamente y con temor se acerco al lugar. La luz lo cego. Escuchaba voces y risas a lo lejos que nunca había escuchado en el tiempo que permaneció encerado.

Al acostumbrarse a la luz miro a su alrededor. Miles de miradas lo penetraban como agujas. Estaba repleto de personas. Dio un paso adelante y entró. Próximamente el muro de atrás se cerró. Levantando una cantidad de polvo que lo hizo toser. Muchos se dieron la vuelta y volvieron a conversar y otros se volvieron pero lo miraban de vez en cuando. El lugar volvió a llenarse de algarabía. Observó bien el lugar. Las personas hablaban y reían con jovialidad. Sus ropas eran similares: camisas blancas con volantes, pantalones blancos y zapatillas crema. Todo se veía impecablemente blanco. En comparación con él todos se veian iguales. No físicamente pero su ropa era igual. Como si hubieran sido vestidos para algo. Eso le daba una mala sensación en el pecho. Se percató de algo muy extraño en medio de todo. Un reloj de arena muy grande se posaba en el medio de todos. Este dejaba caer arena rapidamente entre su trecho delgado. Esta caía de forma fina al fondo de este. Le inquietó bastante y lo rodeó buscando si decía algo o a ver si le mostraba una señal de porque estaba ahí. Que fin marcaba.

Sin ninguna pista se enfoco en las personas que permanecían calladas y los que hablaban y reían estruendosamente. Se acercó a la persona que estaba más cerca de el. Era un hombre que no hablaba con nadie pero observaba a una de las muchachas que estaban reunidas hablando. Estas entre risas, cuchicheos y miradas entre ellas le correspondían a lo lejos.

-Buenas. Me llamo Sack mucho gusto.

-Buenas soy Eiden.

El continuaba mirando a las tres mujeres que ahora dejaron de mirarlo. Esas chicas eran bonitas. Sus cuerpos eran perfectos. Y sus carras angelicales. Las tres tenían la misma ropa que todos, pero sus atributos se podían entrever.

-¿Queria saber si me podría ayudar?

-Señor estoy en medio de algo.

Dijo acomodándose el cabello y dedicándome una mirada de lado.

-Tiene alguna idea de que es este lugar.

-Yo sé lo mismo que todos. Nada.

-Estoy buscando a mi hija. Ella tiene el cabello rubio y sus ojos son azules...

-No la he visto y si me permite estoy en algo.

Se alejó del lugar en dirección de las tres chicas que socialmente le sonrieron. Vio a un hombre que permanecía recostado con sus ojos cerados y se acercó a este.  Tosio falsamente para llamar la atención de aquel hombre. Este permaneció como antes.

- Buenas. Soy Sack.

-Buenas.

Dijo aún con los ojos cerrados.

-Sabe dónde estamos.

-No.

Su respuesta era lo que esperaba, pero como quiera debía saber.

-Estoy buscando a mi hija. Tuve un accidente y nos separamos. Talvez este aquí.

- Aquí no hay ninguna niña. Mire a su alrededor.

Cabizbajo agradeció la ayuda y continuó buscando respuesta. Uno tras otro. Parecía que todos estábamos en la misma situación. Había preguntado del arlequín. Alguien debió verlo si estábamos en esta situación. Aunque no llevaran la misma ropa.

Muchos pusieron cara de susto y comenzaron a gritarle que se marchara. Al finan se dejó caer en una escalera y descansó su espalda en el muro. Cerro sus ojos.

-Buenas señor.

Escucho la voz de una anciana y abrió sus ojos.

-Buenas.

-Te he estado observando.

Eso le resultó un poco raro. No recuerda haberla visto. Miro a su alrededor y nadie les prestaba atención alguna.

-Se que puede parecer algo estresante. Todos los que estamos aquí pasamos por lo mismo. Nos encontramos en una habitación de roca y luego aparecemos aquí. Todos ignoran el, ¿porque? y el ¿como?.

-Si.

Le sorprendió que por primera vez alguien hablara.

-Usted no habrá visto una niña. Sus cabellos son rubios y sus ojos son azules.

-Lo siento, no la he visto.

-Usted no sabe el porqué de que todos estemos aquí.

-La verdad es que no se nada. Desde el primer día que apareci aquí he visto ese reloj avanzar y más personas llegar aqui.

-Usted llegó aquí por el arlequín.

-¿Qué arlequín?

Un sonido sono en todo el lugar. El piso se agrieto y se comenzó a separar. Este comenzó a danzar de arriba a abajo. No se dio cuenta pero el reloj había terminado de correr. Se sujetó como pudo del suelo que continuaba moviéndose de arriba a abajo. Los gritos se escucharon en el lugar. Todos estaban buscando sujetarse. De un momento a otro comenzaron a aparecer muchas aberturas en las puertas de alrededor. A penas se veía en su interior. El suelo comenzó a voltearse buscando atraer a las personas a las aberturas y comenzó a girar. Para algunos se les fue imposible y se cayeron dentro de las aberturas. Sack se aguantaba lo más que podía de los pilares del centro, pero sus brazos poco a poco dejaron de responderle y se dejó caer dentro de esta habitación.

Estaba cayendo. No sabía por cuánto tiempo. El lugar era oscuro y no sabía si saldría vivo del lugar. La oscuridad y los gritos al fondo lo rodearon.







Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 23, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El Terrible ArlequínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora