Toda esta rara aventura empezó un 4 de agosto de dos mil dieciocho, en mi casa de campo, estaba jugando con mis primos pequeños en el parque de la parcela cuando el sol estaba casi en lo más alto de ese cielo azul tan claro y sin nubes, hacía la misma calor que hace en una sauna o en mi aula del instituto y mi primo Pablo de 4 años no hacía más que suplicarme entre sollozos, berridos y pataletas que le columpiase en el columpio de la parcela mientras que mi prima Rocío de 2 años estaba enganchada a mi pierna izquierda jugando a desanudarme los zapatos nuevos para lanzarlos y ya había conseguido uno. Mi familia estaba comprando comida en el pueblo y como mis primos no querían ir, me los cargaron a mí para que hiciese de canguro. Yo prefería terminar un libro que estaba leyendo y poner a mis primos a dormir o ponerles la tele pero eran una bomba de energía así que no podían dormir y si les ponía a ver la tele se peleaban por chupar el mando por lo que se lo quite pero los dos hermanos volvían a llorar por volver a tener en su mano aquel "rectángulo mágico" que era como les gustaba llamarlo.
Y allí estábamos los tres, en el parque, intentando sin éxito pasar un buen rato.- Vamos chicos, parad de una vez ¿No queréis jugar al escondite?
A mis dos primos se les iluminó la cara de alegría.
- ¡Siiiiiiiiiii!- respondieron ambos a la vez- pero cuentas tú.
- Está bien - respondí contenta de que por fin se hubieran calmado.
- Tienes que contar hasta veinte pero lento.
- OkEmpecé a contar mientras oía cómo se alejaban sus pasos hasta que llegué al número que me marcaron.
-¡Quien no se haya escondido tiempo ha tenido!
Calculé que debía de faltar poco para que mi familia volviera por lo que debía de darme prisa en encontrarlos ya que si no veían a mis primos y yo no sabía dónde estaban, me caería una buena bronca. Empecé a buscar dentro de la casa, busque en camas, armarios, mesas, detrás de puertas, cajones grandes donde podrían caber, fui al desván pero ni rastro, luego bajé al sótano y tampoco estaban por lo que imaginé que se habían escondido en el cobertizo del jardín trasero, la parcela era bastante grande así que había muchos sitios para esconderse, busqué en todo el cobertizo pero nada, tampoco estaban allí. De pronto sonó mi móvil, era mi madre.
- Hola Nerea, ¿cómo va todo?, ¿Pablo y Rocío están bien?
Se me pusieron los pelos de punta ya que todavía no los había encontrado
- Si están bien mamá, todo va de maravilla- mentí.
- Me alegro cariño, ya lo hemos comprado todo y llegaremos en diez minutos, tu abuela Carmen te ha comprado un mono negro para tu fiesta de cumpleaños y tu tía Puri un bolso.
- Diles que muchas gracias mamá, ahora tengo que colgar, ya sabes cómo son mis primos.
- Lo sé cielo, hasta luego
- Adiós- dije mientras colgaba."Ok, debo darme prisa" me decía a mí misma a la vez que buscaba a los pesados de mis primos. Decidí seguir buscando por los alrededores de la casa, por las esquinas o por los arbustos. Me paré en seco porque me había dado cuenta de algo bastante extraño, mis primos no eran buenos es-condiendose y si encontraban un escondite bueno, se les oía perfectamente, por lo que estaba chupado encontrarlos, pero durante todo el recorrido había habido un silencio sepulcral. De repente sentí que algo me miraba entre las pocas sombras que daba la casa en verano y me giré repentinamente.
- ¡Aaaaaaaaaagh!- grite asustada
Lo que me encontré no podía ser terrenal, era como una especie de gnomo de aproximadamente mi altura (y mido 1,66m), el gnomo era negro, todo su cuerpo tenía ese color, gorro, piel y el resto de la vestimenta eran negros, el gnomo carecía de barba pero tenía patillas también negras, tenía un rabo que le salía de la parte posterior muy rígido en forma de flecha y era bastante largo, pero lo que más destacaba en el eran sus ojos, esos ojos sin pupilas eran multicolores, y cuando los mirabas empezabas a marearte por lo que intentaba no mirarlos aunque costase un poco. Portaba un llavero en forma de tridente de color rojo,supuse que podía ser un símbolo de algo. El gnomo mostraba un rostro iracundo y llena de rabia y empezó a huir de mí, sentía miedo pero la curiosidad por saber a dónde iba me corroía, y empecé a seguirle, corría a gran velocidad y de repente da una voltereta de dos metros, susurra una palabra extraña, algo así como "locumondio", pega un pisotón en el suelo y se abre un agujero sin fondo aparente de su tamaño junto, que conforme iba bajando se cerraba a su paso. Cuando llegué ya se había cerrado del todo y me quedé sola de nuevo y sin encontrar a mis primos.
Oí el frenazo de un coche cercano, mis padres habían llegado, yo no había asimilado nada y me iba a meter en un buen lío.
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EL BOLSO
FantasyNerea ha perdido a sus primos y de ellos depende su futuro y el del mundo, ¿Lo conseguirá?