No hay cosa a la que más le tema que a la muerte y a su dolor. Miedo a su rostro pálido, miedo a sus ojos sin el brillo que tanto amo, miedo a no sentir su calor contra el mío, miedo a todo y a la nada.No hay cosa que más me duela que verlo así, conectado a las máquinas para poder vivir, al igual que un robot. Odiaba verlo así, sin poder hacer nada para ayudarle a salir de este sufrimiento, haría cualquier cosa por ayudarle a salir adelante y quitar su dolor y dejar una brillante y dulce sonrisa a cambio, aunque sea sólo una vez más, aunque sea el recuerdo más doloroso que me atormentará hasta el fin de mis días, aunque esté gritando por dentro.
No hay mayor cosa que le tema es al dolor y a la pérdida, a la pérdida de las personas a quien más amo, el ya no sentir más su presencia, el atormento de su recuerdo, y me asusta, debo decirlo, me hiela hasta tal punto la sangre que me hace querer chillar. Me atemoriza el hecho de no verlo físicamente, me acobarda el hecho de no hacer los suficientes recuerdos para atesorarlos tanto como debía hacerlo en ese momento, de no haber hecho las suficientes fotos para que su memoria viva en ellas, antes que el olvido lo llame a la puerta para llevárselo; y eso es lo que más terror me da: la partida. La partida es peor que la angustia, muchísimo más destructible que la peor enfermedad.
Dios, todo esto es mi culpa, yo debí pararlo, tendría que haberlo parado para el viaje de negocios a la escolta de su jefe ¿Qué necesitaba ese empresario de la mayor parte de mi vida? Ése hombre tenía muchas escoltas impacientes por viajar junto a él de perritos falderos para la convención de empresas, pero eligió a la única persona que era parte de mí. Debí hacer una de las increíbles mentiras a forma de escusa que se me ocurren para evitar su partida, debí tirarme por las escaleras o mantenerme bajo la fría lluvia con sólo calzoncillos para que se quedara a cuidarme y cancelar el viaje, debí hacer algo, pero no lo hice. Solamente no debí dejarlo ir. Todo esto es mi maldita culpa, sólo es mi maldita culpa que él esté muriendo, es mi culpa que esté casi muerto, es mi culpa que parezca robot viviendo con hilos amarrados a las máquinas a su cuidado, luchando por vivir. Todo es culpa mía.
Oh, Dios ¿sabes lo mucho que me duele verlo así? Me tortura verlo así, la agobiante nostalgia se atasca en mi garganta y patalea por salir al aire libre. Mi corazón duele, la angustia aprieta tan fuerte que siento que ese pequeño artefacto que bombea la vitalidad para seguir existiendo se romperá y se partirá en cualquier momento, estando como prisioneros dentro de mi pecho y dejándolo como un campo de batalla. Mis piernas tiemblan como jalea, como si mis huesos tuvieran la consistencia de esa confitura, que me hacen caer y acomodarme en ese frio piso que se hace compañero de mi dolor. Además, la zozobra de mis ojos me deja intranquilo, el cual deja mis mejillas como arena recién tocada por el mar y mis ojos la peor marea alta que podrás encontrar.
Mi pregunta es ¿qué piensas? Oh, dime amor mío, mientras te atas a esas máquinas ¿tendrás miedo? El cual yo pueda combatir en la más ardua batalla, el temor que te tranquilice, el miedo que te calme y te consuele. Dime ¿llorarás? Lágrimas como gotas de mar que pueda secar de tus mejillas, del dolor que pueda quitar de tus ojos. Aunque sea por un momento déjame escuchar tus pensamientos, tus quejas. Aunque sea sólo por un momento, déjame volver a amarte.
Eres mi nuevo vicio, el nuevo virus que habita mi cabeza quien me deja en un sueño mortal, tan mortal que quisiera despertar, porque sé que no es real. Quiero que tu tacto caliente sea real, quiero que tu sonrojo sea real, quiero que tus suspiros sean reales, quiero que seas real y no sólo un sueño que en un pestañear desaparece.
Sé que me dirás que quieres que te diga adiós, que te olvide, que no te recuerde, pero no puedo y simplemente no quiero ¿y sabes por qué? Porque eres quien habita en cabeza, eres quien acoge mis sentimientos en su seno, eres de quien me enamoré y me atemoriza dejarte ir.
Sé que dirás que busque a otra persona, que abandone tu memoria, pero se me haría imposible ya que al sólo pensar en tu pelo negro que cae sobre tu frente, tus pecas adornando tu cuerpo y tus ojos que me miran tal dulce como la miel, los tormentos llegarían pronto a apoderarse de mi cuerpo y la desesperación por la otra persona al tratar de calmarme sería un completo desastre, además de mi desesperación por saber que no estás, que tus pequeños pies no están más tocando la sucia tierra que a cada paso tuyo florecen preciosas flores, cuales pétalos son los más radiantes que jamás haya visto.
Sé que me dirás que no llore por ti, pero me es inútil, mis frágiles sentimientos no me lo permiten, la angustia es indudable al igual que el dolor, y mis ojos se llevan el daño expulsando lágrimas de recuerdo, lágrimas de amor, lágrimas de soledad y nostalgia que me atacan por la retaguardia dejando la más grande y dolorosa herida que haya sentido nunca. Mis lágrimas van hacia a ti, y, mi amor, no te sientas culpable, sólo que yo soy muy deleznable ante ese sentimiento,
Mi dulce caramelo, sé que quieres que no mienta diciendo que estoy bien, y en realidad lo estoy, pero muero de melancolía por dentro.
Sé que no leerás esta carta, porque ya habrás desaparecido, pero te leeré estas palabras para que sepas mi dolor, aunque sea lo más avaro posible, porque sí, soy un gran imbécil y un egoísta al atormentarte con mi pesar.
Aunque ahora lo único que sujeto es tu mano fría y deleznable, es lo único que tengo, lo único que apretó firmemente como un niño a un peluche en una noche de pesadillas, pero, a diferencia del niño, mis pesadillas son reales y quiero despertar, pero no puedo, tu mano me ata a no caer en la locura ni en la demencia. Eres mi dolor real, al igual que mi ángel real.
Y aunque estés encadenado a las máquinas como un robot, y no puedas escapar de esos hilos que te sentencian, pero es la hora de dejarte ir.
La hora de soltar tu frágil mano.
Y el dejarte volar
Porque no mereces este sufrimiento causado por mi egoísmo.
Es hora de que dejes de depender de máquinas para medio vivir.
Y gracias por luchar por mi avaro egoísmo.
Permaneciendo como un robot.
Diré todas las veces que me sean posibles gritar el amarte, hasta dejarte habitar en el silencio.
Te amo como la suave y fría porcelana decorada de estrellas que iluminan la nostalgia.
Estás mediamente muerto.
Y debo dejarte volar.
E ignorar mi dolor.
Y aunque no me escuches, te escribe
Con quien compartiste tus últimos recuerdos, y quien te ama apasionadamente.
P.D.: Duerme en paz y sé libre de los hilos, amor mío.
Marco Kirstein fue desconectado un doce de octubre, mientras los árboles lloraban su ida dejando el pavimento lleno de hojas muertes acariciando el dolor, el pasto lloró hasta deshidratarse y las flores decaían por la partida. Mientras el frio viento llevaba el sufrimiento lo más lejos posible, tratando de que la nostalgia no los atormentara.
Tres días después de la pérdida de las flores, fue encontrado muerto en la cama de su habitación, con quien compartía junto a Marco, el cuerpo de Jean Kirstein, gracias a que los tendones de su corazón se cortaran por la angustia, matándolo pacíficamente en sueños, mientras abrazaba su almohada y las sábanas lo cubrían, mientras lloraba al amor de su vida.
* * *
Capítulo corto y sad, por favor no me maten :,v
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Robot; JeanMarco Au [one-shoot]
FanfictionCongoja y desesperación, amor y dolor. Un evento desafortunado que pone el mundo de Jean patas para arriba