Teru Teru Bouzu

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-Pero... ¿qué está haciendo?

Alguien había llamado la atención de su madre al abrir la puerta corredera de cristal que daba al jardín. Keita miró el reloj de pared que estaba colgado frente a él, pasaban de las diez... seguramente alguno de los vecinos había sacado la basura el día equivocado o cualquier tontería de esas que para su madre eran todo un acontecimiento del que quejarse durante días, así que, cogió su taza de café y le dio un sorbo mientras seguía mirando el historial de noticias de Facebook.

-¡No lo puedo creer!, ¡qué poca vergüenza!

Volvió la vista hacia su madre, la cual en ese momento alargó el cuello para mirar lo que parecía ser el jardín de los vecinos que colindaba por la derecha con el suyo. Se levantó, taza en mano y se acercó hasta donde estaba ella para ver que era lo que tanto la alarmaba. Dio otro sorbo de café y entonces lo vio, fue algo tan inesperado que se atragantó y empezó a toser: allí, en el jardín vecino, había una mujer tumbada sobre una toalla tomando el sol, pero no cualquier mujer, no era japonesa, eso se podía ver a simple vista, era extranjera, su pelo castaño emitía destellos dorados bajo la luz del sol, e iba ataviada con nada más que un pequeño bikini negro... Keita, al igual que su madre no podía apartar la vista de ella.

-Menudos vecinos se nos han mudado al lado... -murmuró su madre negando con la cabeza.


Después de una de las más intensas temporadas de lluvias que se recordaba en Tokio, por fin el clima daba una tregua invitando a estar fuera. Keita, que aquel semestre tenía casi todas las clases por la tarde en la universidad, salió al jardín para relajarse. A pesar de ser Julio, aquella mañana corría una fresca brisa, seguramente en unas horas no se podría estar allí por el calor, motivo de más para aprovechar aquel rato.

Se sentó a la sombra de un pequeño árbol cercano a la verja, y empezó a leer el libro que había llevado. El sonido de las hojas meciéndose con el viento, y el silencio propio del barrio lo hizo centrarse de tal forma en la lectura, que no se dio cuenta de que tenía compañía.

-Hola. -Su nueva vecina lo miraba con una sonrisa apoyada en la verja.

Keita apenas si levantó la vista del libro, aquella chica era de lo más escandalosa, y no solo en su forma de hablar, sino que su comportamiento era totalmente inadecuado. Lo último que quería era hablar con ella, así que se limitó a saludarla con un ademán de cabeza, pero la mujer, lejos de sentirse rechazada, siguió mirándolo fijamente.

-Me llamo Ana, soy española.

Vaya, y ahora quería entablar conversación, algo que a él no le apetecía en absoluto, y menos con una extranjera que quizás ni siquiera hablaría bien japonés.

-Uhm... -Apenas hizo un murmullo mientras fingía seguir leyendo.

Ana sonrió divertida.

-¿Y tú eres...? -lo señaló con la mano animándolo a contestar.

Hastiado, cerró resoplando el libro, la chica por lo visto no captaba las indirectas.

-Me llamo Keita, ¿algo más? -La miró arqueando las cejas.

-He hecho tortilla de patatas, es un plato típico de España, ¿quieres probarlo?

Se quedó mirándola en silencio, el ofrecimiento le había pillado totalmente por sorpresa, ¿en serio le estaba ofreciendo comer? Antes de poder contestar, Ana entró en su casa, y al momento salió con un trozo de tortilla en un plato.

-Ten -le dijo a la vez que le tendía el pequeño plato-, pruébala.

Él lo cogió, más por acto reflejo que porque realmente quisiera probarlo. No era muy de experimentar con la comida, mejor dicho, no le gustaba experimentar con nada, incluso aquella era la primera vez que hablaba con un extranjero. Decidió darle una oportunidad, quizás en su país era normal actuar de esa manera. Así qué cortando un trozo con el tenedor, se lo llevó a la boca, Ana lo miraba fijamente esperando su reacción, y Keita empezó a sonrojarse.

Teru Teru BouzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora