capítulo 19

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Había que ser un idiota para creer que las palabras de Jeongguk eran sinceras

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Había que ser un idiota para creer que las palabras de Jeongguk eran sinceras. Importarle, pensó Jimin con ironía, importarle cuando lo desecharía tan pronto su objetivo del novio falso se cumpliera. Una voz dentro de su cabeza le advertía que aceptar la preocupación del pelinegro sería un grave error, que lo mejor que podía hacer era apartarse y cortar cualquier lazo que los uniera fuera del ámbito profesional.

Un negocio, un contrato. Que estuvieran en relativamente buenos términos, no significaba que pudieran traspasar la línea que dividía al cliente y al empleado. Podía escuchar a Namjoon diciéndole que no cometiera una estupidez impulsado por la curiosidad. Que Jeongguk era y siempre sería alguien de quien debía mantenerse alejado.

Pero esos ojos cafés habían sido su talón de Aquiles desde el primer día, y sin darse cuenta, Jimin se permitió a sí mismo confiar una vez más en el hombre que había roto su corazón en el pasado, jurándose que eso no volvería a ocurrir. Que era un error del que se arrepentía.

Sin saber que inevitablemente, Jeongguk pisotearía su corazón de nuevo y él no sería capaz de esconderse o huir.

—Jeongguk —lo llamó en un hilo de voz. El pelinegro ladeó la cabeza con curiosidad—. Tú... ¿Por qué me besaste cuando estaba dormido?

Podía sentir sus mejillas ardiendo. Tan sólo recordarlo le daba vergüenza. Dios, él realmente debió haberlo castrado cuando tuvo la oportunidad. La desfachatez del pelinegro superaba los límites y era su responsabilidad como víctima detenerlo. Antes de que se volviera peor.

Jimin fue engullido por el suspenso al notar que Jeongguk se ensimismaba en sus pensamientos y no se dignaba a otorgarle una respuesta. ¿Y si decía algo que hería su orgullo? Tenía demasiado miedo de ser humillado nuevamente por ese hetero-imbécil; quien por cierto aparentemente ya no era tan hetero ni tan imbécil.

Los segundos transcurrían y el silencio no mejoraba la situación, menos las conjeturas pesimistas que inundaban el cerebro del castaño. Se había arriesgado haciendo esa clase de pregunta, cuando no tenía ni la menor idea de si le gustaría saber la verdad. De cualquier forma, ¿cuál sería la respuesta que le agradaría recibir? ¿Cuáles eran las opciones?

"Te besé porque me atraes". No le hagan reír. Ni en mil millones de años eso ocurriría.

Jeongguk jamás lo vería de esa manera.

Jamás.

—No sé —murmuró el pelinegro, encogiéndose de hombros. Jimin estaba a punto de golpearlo. Yo preocupándome y él dice que no sabe. Cuando prosiguió—. Me gusta besarte. Se siente bien.

La respiración se atascó en su garganta tan pronto procesó las palabras. ¿Cómo? Se congeló, observando con incredulidad la expresión tímida plasmada en el rostro de Jeongguk. "Me gusta besarte". Tragó saliva, recién percatándose de lo mucho que había abierto los ojos ante esa declaración. ¿Pero cómo se atreve a decirme algo así? ¿Se ha vuelto loco?

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