Y de repente el sonido se alarga, debilita y deforma. Aquellas voces cercanas se alejan y alejan cada vez más. Dejas de oír al mundo y te escuchas. Oyes la voz que en tu mente se haya... Aquella que dice "¿Qué pasa, qué pasa?"
¿Qué es esta sensación?
Ya no ves tus manos y tus pies como solías verlos. No ves hacia abajo: ves lo que hay abajo.
Te ves a tí. Mira... Tu cabello, tus hombros, tu espalda. Aquello que creías que nunca verías.
Pero, si tú estás aquí arriba...
¿Entonces quién es el que abajo se haya?
¿Qué es esta sensación?
...
¿Qué haces?
¿De qué sirve gritar?
Nadie puede oírte. Ni siquiera tu cuerpo: velo, no responde a tu voz.
Puedes acercarte, dar vueltas, girar a su al rededor. Ves a los demás, a tu familia ahí, hablándote. Hablándole a tu cuerpo... En vano, pues tú estás aquí.
...
¿Qué ocurre? ¿Por qué no estás ahí?
La desesperación llega junto a las lágrimas que en tu rostro caen.
"¿Cómo vuelvo a mi cuerpo? ¿Cómo es que salí de él?"
Gritas.
Gritas.
Gritas como si nunca antes hubieses gritado.
Con cada uno de tus gritos la vista desaparece y tu derecha ya no hay nada, mientras que a tú izquierda el mundo se distorsiona lentamente.
Pasa el tiempo y ya todo es blanco.
Ya no se ve ni se oye. Se siente frío y raro. Ni siquiera tu conciencia se escucha.
Ya no queda nada más que hacer.
...
Abres tus ojos, y el color explota.
El ruido crece, los sentidos vuelven.
Sonríes... pues oyes, pues ves, pues eres y sientes.
Escuchas. Sí. Compruébalo.
Oyes a aquellas voces diciendo "Vamos, respónde".
¿Qué fue esa sensación?
