La cabeza de Joseph daba vueltas y vueltas, se había topado desgraciadamente con unos contrincantes verdaderamente buenos y no había podido siquiera noquear a uno; Su temor por ser castigado había hecho que se olvidara por completo del objetivo principal de su "trabajo", haciendo que dudara en toda decisión y torpemente procediera a perseguir a los supervivientes sin algún plan o estrategia siendo nada más que una burla para ellos.
En su desesperación comezó a llorar como un niño pequeño de rodillas en el suelo ensuciando su ropa tan fina y elegante, era tan doloroso que solo recordar hacía que le ardiera su pálida espalda que parecía ser de porcelana antigua al igual que el resto de su delicado y pequeño cuerpo; pobre Joseph, le tiene miedo al látigo. La pérdida de un superviviente era equivalente a 30 latigazos, y él había cometido el pecado de perder a cuatro.
Una bandada de cuervos se dirigían con velocidad a un punto específico, Joseph no estaba solo todavía.
Se levantó con dificultad apoyándose en su espada de plata y se dispuso a seguir a las aves con el corazón en la mano, al menos serían 30 latigazos menos en su pobre espalda. No tardó mucho en llegar y encontrar a dicho superviviente que a pesar del tiempo que llevaba ahí jamás pudo aprender la geografía de dichos lugares en los que debía luchar por sobrevivir.
Aquel viejo hospital con todos sus laberintos hacía que Aesop Carl perdiera la cordura. No sabía que hacer o a donde ir, el cazador estaba cerca sin embargo no movió ni un solo músculo, el terror lo paralizó completamente.
Joseph no dudó ni un solo momento en lanzarse contra él noqueadolo al instante, el joven Carl cayó al suelo con una enorme abertura en su piel blancuzca de la cual una cascada de sangre se derramaba siendo absorbida por la tierra que adoptaba un color más oscuro conforme se humedecía; Aesop es un cobarde, solo se dispuso a llorar maldiciendo su existencia tan inútil e insignificante esperando para que el cazador lo desmembrara o le arrancara la piel mientras moría lenta y dolorosamente.
No fue así.
Joseph, por algún extraño motivo que él desconocía fue incapaz de tocarlo a pesar de poder hacer con él lo que quisiera su negro corazón, mirar esos ojos grises tan tristes que reflejaban un alma llena de puro dolor, agonía y frustración. Así era él, así se sentía él ¿Acaso los supervivientes eran castigados de alguna manera? Eso lo dudaba mucho, entonces... ¿Por qué ese pequeño ser humano reflejaba dolor en su mirada? No dolor físico debido a su herida o alguna molestia, sino dolor muy profundo y verdadero de ese que no te deja ni respirar, de ese que te hace llorar por las noches hasta quedarte dormido, de ese dolor que un alma en soledad sufre.
Había sufrido tanto desde que llegó a ese lugar... ¿Por qué hacer sufrir a los demás? En cuestión de supervivencia podemos llegar a ser de lo más desalmados, fríos y calculadores. Joseph velaba por su supervivencia dentro de la mansión donde residía, pero esta vez estaba dispuesto a velar por la supervivencia de otro.
Agarró al joven de su tobillo y comenzó a arrastrarlo lentamente mientras él sin más que sus sollozos y balbuceos no lograba articular ni una sola palabra coherente, intentaba desesperadamente agarrarse del suelo pero todo era en vano; Aesop le teme a la muerte, a pesar de trabajar de la mano con ella jamás fue capaz de tolerar el tema o siquiera pensar en su final en esta tierra.
Su vista comenzaba a ponerse borrosa, ya no tenía fuerzas para seguir luchando.
No iba a ser necesario.
Ante él, la escotilla abierta para que pudiera vivir un día más y agradecer a todos lo Santos por la suerte que había tenido, se arrastró lentamente hasta ella con las pocas fuerzas que le quedaban, se sentó en el borde con dificultad con los pies colgando en la inmensa oscuridad. Miró confuso al cazador quien tenía la mirada completamente perdida, esos ojos negros vacíos al igual que su corazón eran un misterio para Aesop Carl ¿Que estará pensado? ¿Por que dejarlo en libertad?
Miró al abismo y no tenía ni la más remota idea de porque no escapaba de una vez, comenzaba a palidecer debido a los litros de sangre carmesí que perdía por minuto, se sentía mal, pero no por él mismo sino por el misterioso cazador que le regalaba la vida; Aesop es amable y apesar de todo le regaló una débil pero sincera sonrisa a Joseph.
Aesop abandonó el lugar finalmente.
Joseph suspiró.
Jamás en su vida había recibido una sonrisa.
Joseph estaba confuso, dentro de él tenía una sensación extraña inexplicable muy lejana a lo que estaba acostumbrado a sentir.Ya era hora.
Finalmente tomó valor para regresar a "casa" Donde los errores no existen y si se cometen deben ser castigados...
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✿ ❝ραя αмσυя❞ ✿ sερнcαяℓ • ι∂v
Short Storyησ vαs α мαтαямε ρσяqυε ∂ιcεs αмαямε... үσ тε αмσ мás qυε α мι vι∂α ү εs ρσя εℓℓσ qυε ℓσ нαgσ... тε αмσ...