Habia una vez, una doncella que vivia enamorada de la Luna. Nunca salia de casa, a no ser que fuera de noche, para que la acompañase la Luna.
Ya le habían advertido a la Doncella, que era peligroso salir de noche, pero a ella le daba igual. En la noche se sentia bien, liberada, e incluso protegida.
Una noche como otra cualquiera, la Doncella salió a caminar entre los arboles del bosque, mientras susurraba una antigua canción que hablaba sobre su amada Luna, y sin darse cuenta, llegó a una cabaña que no conocía.
- ¿donde estoy? - preguntó mirando al cielo. Pero los frondosos arboles no le dejaban ver la Luna.
Hacía mucho tiempo que la Doncella no sentía miedo. Y en ese instante, se sintió así, insegura, sola.
Caminó hasta la cabaña y llamó a la puerta.
Nadie contestaba.
- Necesito ayuda... me he perdido.- Dijo casi llorando. Se sentía engañada, defraudada por su amada Luna.
Entonces la puerta se abrió, de ella salió una bruja. No una bruja como la de los cuentos... de esas con berrugas, fofas, o con gorro puntiagudo. Esta bruja tenia un hermoso pelo, que le llegaba hasta la cintura delgada, y parecía la mar de simpatica cuando le dió paso a la Doncella para que entrase.
Se sentaron junto a la mesa para hablar. La Doncella descubrió que a la Bruja tambien le gustaba la Luna, y en vez de enfadarse, la hizo muy feliz que hubiese otra persona que sintiese su amor por la Luna.
Por lo que, noche tras noche, la Doncella iba a ver a la Bruja. Y se la pasaban hablando, asomadas a la ventana, o caminando por el bosque, sobre la Luna.
Se hicieron mejores amigas... hasta que la Bruja se dio cuenta de que habia algo que amaba más que a la Luna. Amaba pasar tiempo con la Doncella... la bruja... amaba a la Doncella... y ahora que se habia dado cuenta queria decírselo. Quería decirle todo lo que sentia por ella, así que la llevó a la cima del bosque, a lo mas alto de la montaña. Y justo a media noche, y con la Luna enfrente de testigo, lo dijo.
-¡Te amo! -gritó la bruja, casi llorando, y roja ante la vergüenza.
La Doncella la miró sorprendida... no sabía como reaccionar...
- Te amo -siguió la bruja-, y aún si no correspondes mis sentimientos, me encantaria seguir pasando tiempo contigo... me encanta ver la belleza de la noche contigo.
La Doncella se acercó a ella, llorando y la abrazó fuerte.
- Tú... tú eres mi Luna.