El Rulo

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—¡Maldición, España!

El español miró por encima de su hombro par a ver qué era lo que había puesto furioso al italiano, y peor, cómo España podría tener culpa en ello. Romano estaba tirado en el suelo con una mirada de absoluta vergüenza en su rostro —¡Me tropecé con los zapatos que dejaste ahí, imbécil!

Romano se sentó y fulmino a España con la mirada. España no pudo evitar sonreír. A pesar de lo mucho que Romano se quejaba y despotricaba, él era bastante lindo. Al español le costaba creer que en algún momento haya querido devolvérselo a Austria, pero eso era antes de que empezara a encariñarse con él.

—Ah, perdón es mi culpa. ¿Estás bien Romano? —rió España ofreciendo su mano para ayudarlo. Romano se sonrojó y aceptó su mano dejando que él lo levantara.

—Cállate —gruñó Romano.

—Aw, tu cara se ve como un toma..

—¡¡NO TE ATREVAS A TERMINAR ESA FRASE SI VALORAS TU VIDA!!

España se rió. Romano era, en varias maneras, aún un niño. Él no podía aceptar que había cometido un error y mucho más detestaba que lo vieran en ello. —Bueno, pues andando. Nos perderemos la película si no nos vamos pronto ¿verdad?

Romano asintió, siguiendo a España. —Realmente necesitas ser más ordenado, bastardo

—Bueno, si hubieras sido un mejor sirviente, entonces tal vez habría adquirido alguno que otro hábito de limpieza.

—¡C-cierra la boca! ¡Eso fue hace mucho tiempo atrás, maldición! ¡Puedo limpiar perfectamente bien, e incluso a veces lo hago por el flojo de mi hermano! —gritó Romano, avergonzado.

España rió. —Ah, seguro. Le preguntaré a tu hermano después a ver si dices la verdad —Y sin siquiera pensarlo, acarició el rulo de Romano, aquel cabello rebelde que nunca estaba peinado o alisado en su cabeza. Romano inmediatamente se sonrojó color escarlata y cerró sus ojos con fuerza.

—¡¡O-oye, deja eso, t-t-tu bastardo!! —España sintió curiosidad otra vez. Por alguna razón, Romano siempre reaccionaba de manera extraña cada vez que acariciaba y jugaba con ese único cabello. Los síntomas solían ser sonrojos, tartamudeos e inquietud. Antes de que España pudiera averiguar por qué ocurría aquello, Romano se apartaba y corría a esconderse unos momentos, jurando matarlo si se atrevía a intentarlo otra vez.

Esta vez, España estaba determinado en averiguar qué era lo que le hacía a su pobre Romano.   Volvía al italiano aturdido y temblante... ¿Por qué?

España siguió jugando con el rulo, pero esta vez, usó su otra mano para retener las manos de Romano con fuerza, haciendo que le fuera imposible apartarse.

—¡O-Oye! ¡¡No, deja eso ahora, tu i-imbécil!! —Romano chilló en respuesta. ¿¡Qué mierda estaba haciendo España!? Su rostro parecía mostrar inocencia...¿¡Acaso no se daba cuenta!? Romano se volvió más rojo que un tomate y empezó a retorcerse tratando de escapar de España—. ¡T-tu pervertido! ¡Ya basta! —Dijo Romano, esta vez su voz sonó más tensa. España rió.

—¿Solo jugar con un cabello me hace un pervertido? ¿Qué es lo que hace, Romano? Nunca me dijiste por qué te ponías todo raro cuando la gente lo tocaba.

Romano no podía aguantar más.

España soltó el rulo cuando Romano gimió repentinamente. España pestañeó sorprendido. —¿R-Romano...? —el español lo soltó por la sorpresa—. ¿Estás bien?

Romano se puso rojo en cuanto se dio cuenta de lo que acaba de hacer. Se volteó y rápidamente trató de buscar una manera de explicarlo... por desgracia, no había forma. —¿Romano, estás bien? ¿Es el cabello, verdad? ¡Debe estarte haciendo sentir mal! ¡Rápido, lo cortaré!

—¡NO LO CORTES, GRANDÍSIMO TONTO! —gritó Romano horrorizado.

—¿Entonces por qué te hace actuar tan extraño? ¿No habías gemido porque te dolió? —dijo España deprisa. Romano se sonrojó y luego suspiró pesadamente. No había forma de esquivarlo.

—Escucha, España... Este cabello es, un 'punto especial'. Me hace sentir raro... —Dijo Romano en voz baja, mientras su cara adquiría un sonrojo comparable al color de un tomate. España inclinó su cabeza confundido.

—¿Eh? ¿Te hace sentir raro? ¿Te duele? —¿Enserio, que tan despistado podría ser España? Romano se llevó una mano al rostro, y trató de explicarse mejor.

—¡No, jodido estúpido! Con especial, quiero decir...¡Maldición! ¡Es un punto erógeno, idiota! —espetó. Ahora, con suerte, España DEJARÁ el rulo en paz de una puta vez.

España enrojeció.

—¿D-De verdad....? Oh...bueno....eso explica, er, mucho..... Wow....¿Enserio?

—Sí...

Silencio.

—Mi hermano también tiene uno —Agregó Romano.

Más silencio.

De repente, España abrazó a Romano. —Eso es adorable —dijo con una sonrisa—. ¿Quién diría después de todos estos años que era un punto erógeno? Eso, por alguna razón, me alegra. Es divertido.

El rostro de Romano se encendió cuando España comenzó a acariciar el rulo otra vez.

El Rulo - Hetalia [Traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora