Estamos destinados a no estar destinados

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Cuando se trata de algo tan inmaterial como el destino, suelen haber muchas discusiones y opiniones al respecto: si existe o si no; si estamos destinados o si solo se trata de azar. Es tan difícil imaginar como comprobar que nuestras acciones estén predeterminadas.

Para hablar del destino hay que preguntarse de qué se trata. Por definición, es el concepto que expresa la noción religiosa e idealista de una fuerza sobrenatural que predetermina todos los acontecimientos en la vida de las personas. Pero a mi parecer, diría que el destino es una gravedad filosófica (en vez de científica): una fuerza inmaterial que actúa pero no existe.

A partir de eso, surgen muchas preguntas: ¿La vida de cada persona está determinada en el momento en el que nace? Dudo que alguien sea capaz de saber lo que va a pasar en el futuro. Tal vez Dios pueda tener esa información, pero su existencia es otro tema de discusión.

Al referirse al destino se involucra el tiempo: pasado y futuro, porque esa fuerza imaginaria puede, en teoría, anticipar el futuro desde el pasado. También hay que tener en cuenta una gran pregunta: ¿Es todo predecible? ¿Las verdades universales, las leyes naturales, son al cien por ciento predecibles? Tal vez eso sea fácil de responder para los científicos, pero cuando se trata de la mente humana, el misterio se acrecienta: ¿Somos las personas predecibles?

Primero, me gustaría reafirmar uno de mis pensamientos recurrentes: indudablemente, somos protagonistas de nuestra propia vida. Sin embargo, eso no quiere decir que somos absolutamente libres, porque no vivimos aislados, estamos en sociedad y tenemos ciertas limitaciones como las leyes. Sería ideal saber distinguir entre lo que podemos controlar y lo que no. No podemos controlar lo que las demás personas hacen, pero sí lo que hacemos, nuestras decisiones y pensamientos propios. Creo que siendo protagonistas de nuestras propias vidas también podemos ser participantes en las vidas de otras personas y viceversa. Y si no podemos controlar (al menos, no al cien por ciento) cómo los otros actúan en nuestras vidas, no hay forma de saber lo que va a pasar: el futuro. Nada es fijo, todo cambia, no somos los mismos que antes. Podemos elegir un camino, pero habrá desviaciones, variaciones.

En este sentido, podríamos decir que construimos nuestra vida a partir de las decisiones que tomamos y las acciones que realizamos; pero como mencioné antes, vivimos en sociedad, y por lo tanto, los demás intervienen de alguna forma. Incluso, pueden actuar hasta el punto de que nos encontremos en una situación con opciones limitadas, o puede que la Naturaleza tenga el control de ciertos fenómenos y nos veamos envueltos en ellos, o pueden ocurrir coincidencias, o a veces estamos sujetos al azar, y no podemos domar algo tan inevitable como la muerte... ¿Pero sería correcto decir que todo es obra del destino? ¿Por qué, simplemente, no afirmar que todo lo ocurrido en la humanidad es obra del Hombre o incluso de la naturaleza?

Asimismo, sostengo que si nuestra libertad estaría condicionada por el destino, no seríamos libres, y el libertinaje sería una falsa ilusión. Y si nuestras propias decisiones y pensamientos se pueden predecir y están condicionados, no habría forma alguna de saberlo. Es un pensamiento superior al que, por ahora, no podemos acceder. Además, si el destino es algo fijo, las variaciones y los cambios con que nos encontremos a lo largo de la vida también formarían parte del mismo. Entonces, sería erróneo pensar que este cambia.

A veces, es normal que no hallemos una explicación a algo. Es coherente decir que nadie sabe todo. Aunque, el hecho de que no encontremos una justificación a un suceso no quiere decir que no la haya. Y si bien la hay, nadie puede afirmar que sea verdad. Por lo tanto, algunos proponen al destino como una explicación a lo que no encontramos respuesta. Pero no se confirmó su veracidad. Tal vez no sea correcto atribuir al supuesto destino todo lo que no se logró dilucidar. Pienso que las personas que habitamos el planeta construimos nuestra historia, y el llamado "destino" no es más que el resultado de esas acciones. Entonces perdería su denominación y esencia.

Este dilema se puede plantear y analizar desde otro punto de vista: el científico. Se puede comprobar que si un objeto seco se tira al agua, se moja; el sol sale por el este y se va hacia el oeste; si tiro dos objetos distintos desde la misma altura, van a caer a la misma velocidad y al mismo tiempo. Esas son verdades físicas. Por lo tanto, creo que si en el planeta no hubiera vida, su transcurso podría predecirse. El destino lo explicaría todo y el tema estaría resuelto.

Pero en nuestro planeta habitamos personas que interactuamos con la naturaleza y con los demás. Así que entra en juego el comportamiento humano, lo que dificulta este análisis. Se sabe que todos somos diferentes, así que descifrar si somos predecibles o no es un gran desafío ¿Seguimos un patrón específico de pensamientos y acciones? Si estamos envueltos en un bucle de causa y consecuencia, ¿es siempre igual? Tal vez la Física pueda acercarnos un poco más a la respuesta.

La mecánica cuántica es una rama de la Física que describe lo más pequeño en la naturaleza, analizando las probabilidades matemáticas de la ubicación de las partículas. Sabemos que el átomo, que constituye todo el universo, realiza cierto recorrido. Y que gracias a eso se cumplen las leyes naturales. Sin embargo, para observar a los átomos se necesita un aparato especial que puede alterarlos cambiando la forma de su recorrido; por lo que las medidas posteriores a esa no serán válidas. Y si se quiere reconstruir el camino del átomo midiendo el recorrido de varios, el resultado sería incierto y falible.

El átomo no recorre una única trayectoria, sino infinitas. Y el lugar en donde lo encontremos es casi aleatorio, y hay más probabilidades de encontrarlo en ciertos lugares que en otros. Al fin y al cabo, por más variables que conozcamos, jamás vamos a poder predecir con precisión qué va a pasar en el futuro. Todo en el universo se basa en la probabilidad. Por lo tanto, no se puede afirmar completamente que la naturaleza es predecible y se pone en duda el destino.

Ahora pensemos sobre la mente. El cerebro es el órgano que se encarga de dirigir nuestro cuerpo y mente. Ahí se originan nuestros pensamientos. Dentro de él las partículas interactúan y parece que tienen cierto destino y nuestras decisiones están predestinadas ¿Pero puede suceder que en el cerebro ocurran diminutos procesos cuánticos que amplifiquen el azar hasta que tenga efectos apreciables hasta nuestro nivel? Para esto no hay respuesta aún. No se sabe hasta qué punto otros factores pueden afectar a nuestra toma de decisiones, pero según la Física el libre albedrío es posible.

Propongo realizar un experimento. Para este solo se necesita una cosa: un universo paralelo. Debe ser exactamente igual al nuestro. El objetivo es comparar lo que ocurre en ambos universos que comenzaron de igual forma para comprobar, a través de su transcurso, si se rigen a partir de un destino. Si durante los años se presentan variaciones, entonces queda claro que el destino no existe, somos seres espontáneos e impredecibles. Pero si en el transcurso del tiempo, todo en cada mundo es igual, podemos decir que todo es obra del destino, nada pasa por casualidad y el azar no existe.

Finalmente, a muchas de estas cuestiones no se encontraron respuestas aún. Estamos en el inicio del proceso de descubrir o negar la existencia del destino.

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