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invierno
pero fue el invierno el comienzo del fin, cuando en una de las tantas cartas atadas a una roca que lanzabas por mi ventana rezaba en ella:
lo saben
tus padres se habían enterado de lo nuestro, pues no éramos los únicos que se escapaban al río.
escapa al río a media noche
se encontraba sentado en posición de indio inclinado hacia adelante, había estado llorando.
en medio del canto de los grillos y el vuelo de luciérnagas murmuró: —me llevarán de aquí, iremos a vivir a otro lado, quieren que me reponga
—¿reponer qué?— no me contestó
—nos iremos en dos días, hasta entonces no puedo salir
—¿a dónde irás?
—lejos
—pero no lo suficiente para no encontrarte
lo besé y lo tomé, por última vez. no quería que la luna se fuera, porque el se iría también.
al intentar unir los lunares no necesitaba luz para verlos pues sabía la ubicación de cada uno, pero al recorrer mi dedo del segundo al tercero hubo un quejido de su parte. esta vez necesité a la luna para ver que un moretón yacía en su delicada espalda y al buscar había uno igual por el estómago y en su brazo.
la sangre en mi hervía y cualquier pensamiento de hacer daño a alguien había aparecido y desaparecieron cuando sus sollozos fueron audibles, entonces lo único que podía hacer era recostarme con él y rodear su cuerpo como si quisiera protegerlo de todo mientras el lloraba y yo solo besaba su nuca.
¿porqué fue en invierno que le hicieron daño? ¿porqué fue en invierno que lo llevaron lejos de mi? ¿porqué en invierno donde el frío llega hasta los huesos y hasta los nervios que me hacen sentir más frío por la ida de mi sol?
las estrellas aparecían y entre todas ellas habían tres que brillaban más, y recordaba los toques en su espalda para unirlos.
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