capítulo 1

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CAPÍTULO 1

Encuentro  de almas


¿Hacía Cuánto no había sentido eso el de ojos verdes? Quien sabe pero eso si, un jalón hizo que este reaccionara y voltear a hacia su niño tirando de la camisa, arrugando y manchando de saladas lágrimas de arrepentimiento. Arthur, calmado pero con mirada severa separó en una pequeña distancia a Alfred y se agachó a su altura con la misma mirada.

-Sabes que lo que hiciste no fue correcto, discúlpate con el niño Alfred- espetó el inglés y el pequeño solo asintió con la mirada temerosa de lo que podría -o no- pasar tras una disculpa.

Por lo contrarió, el Mayor de orbes azules miraba expectante la escena de ambos niños sollozando por sus respectivos motivos, terminando en un abrazo amistoso y, unas pequeñas sonrisas de alivio y alegría en sus caras. Se giró al ver al otro mayor con una sonrisa agradable, indicándole al otro que todo estaba bien y no debía de preocuparse de la situación pues al final ambos eran niños; aquellos pequeñines que habían hecho que surgiera algo cálido y acogedor entre los mayores al cuidado.

Así como el inglés, el francés había sentido ese algo que lo había encantado por el otro como un tonto adolescente con hormonas alborotadas. No evitó invitarles a comer un aperitivo al mayor de orbes verdes y a su pequeño acompañante como gesto de agradecimiento o tregua, aunque sus verdaderas intenciones fueran otras.

 El pequeño Alfred estaba que brillaba de emoción por la invitación y el pequeño del peluche hacía ojitos de súplica tras una inocente sonrisa con tal de que accediera; No quedó de otro y se resignó a ceder, no muy seguro puesto que los acababa de conocer y entablar una conversación con el otro mayor sería algo incómodo y complicado de hacer, como acto mínimo decidió presentarse apropiadamente ante los desconocidos y así poder conocer a quienes se dirigía de una buena vez pues nadie había abierto la boca masque para la pequeña disculpa de los niños.

-Siento mucho habernos conocido esta manera, Arthur Kirkland, un placer servirles- mencionó el inglés con cierta pena por las circunstancias pero tal vez solo así hubieran llegado a conocerse.

-Francis Bonnefoy, el placeres mío, caballero. me alegra que haya accedido a mi oferta, conozco un lugar agradable donde pasar el momento -sonrió de la misma manera que hace unos momentos y solo bastó ese gesto para perderse en el.

Tomaron sus cosas y ambos mayores partieron con sus pequeños a dichoso lugar no muy lejos de la zona del parque donde estaban hace unos momentos.Algo en Arthur le decía que debía ir, que debía estar con aquel hombre francés que había conocido unos minutos atrás y que el destino le preparaba algo nuevo, hermoso y reconfortante no solo para el y su pequeño, si no también para su pobre dolido corazón.

Y así fue.

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Con algunos pequeños errores o malos cálculos -sin mencionar las pequeñas burlas de mala orientación hacia el francés- para poder llegar al dichoso destino, un restaurante familiar muy hogareño para decir verdad y agradable tal como el francés había mencionado. La recepcionista los ubicó hacia su mesa -que en este caso eran unos sillones frente a frente- y los niños salieron disparados a la pequeña área de juegos infantiles para esperar a que trajeran los aperitivos que los mayores pidieran.

Pronto,una mesera se acercó con las cartas y las puso para ambos mayores y se retiró amablemente. Tanto el de orbes verdes como el ojiazul leían las cosas que ofrecían el lugar y seleccionaron sus pedidos para después confirmarlos con la misma mesera que los había atendido y retirándose de la misma manera. Unos minutos de silencio incómodo se hicieron presentes les habían entregado sus bebidas, para el francés un expresso y para el inglés un té negro.

Los adultos miraron sus bebidas como si fuese lo más interesante con un claro ambiente pesado que cada uno podía leerlo; Sin embargo, el francés tomó la iniciativa para romper el hielo con su contrario, después de todo el era quien los había invitado.

-Así que, Señor kirkland, por lo que veo, usted ya ha merodeado por estos lugares, o me equivoco? -tras la pregunta tomó un sorbo de su expresso y miró directamente al contrario esperando acertar con su suposición- Tiene muy buena orientación de la ciudad.

-En efecto, conozco esta ciudad como la palma de mi mano. Hemos vivido alrededor de 6 años por estos barrios y por lo que juzgo, usted no es de Londres, cierto? - Sonrió y asintió el francés, no era complicado distinguirse sobre la demás sociedad londinense debido a su acento natal y su conducta. Eso arrojaba al aire que Arthur era un buen observador, ¿Cómo no serlo? Después de todo amaba las series policíacas y la investigación de campo.

El francés solo asintió nuevamente y no preguntó nada más, o mas bien no le dejaron continuar ya que recién llegaban los aperitivos con las malteadas de los infante. Estos últimos mencionados llegaron corriendo tomados de la mano como si fuesen mejores amigos de toda la vida.

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Ese día había transcurrido muy divertido para los niños, se prometieron verse al día siguiente en casa del Francés para pasarla tarde -obviamente después de muchas insistencias hacia Arthur, al principio dudando si seria adecuado pero en el fondo cedió porque quería ver a Francis nuevamente, aunque no lo admitiría nunca- Y tal vez merendar ahí.

Ambos padres veían a los niños sostenerse uno al otro para que no fueran separados -como si realmente funcionara- y al final solamente lagrimearon despidiéndose uno del otro con unas sonrisas y alzando la mano. Y así, cada mayor se fue por su lado, con una misma sonrisa.El francés no la contuvo, pero el inglés solo se limitó a hacerlo de lado; Ambos con ese sentimiento, de dos almas juntando de a poco los rotos pedazos de corazón de ambos y sanando lentamente.

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⏰ Última actualización: Jul 27, 2019 ⏰

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