Capitulo 1.

15 2 0
                                    

Se escucharon pasos fuertes, algunas palabras, para después, escucharse unos grandes golpeteos en la puerta de aquella no tan grande casa, sin tantos lujos, donde parecía vivir una familia de recursos algo bajos, una familia promedio.

-¡Necesito a los hombres mayores de dieciséis años de esta casa!- se escuchó a través de la puerta, era una voz grave, y tenía un tono demandante, bastante fuerte, declarando en cada palabra que eso era sin duda, una orden.

El padre de familia, rápidamente camino hacia la puerta, teniendo claro que era hora, había llegado el tiempo del menor de sus hijos, la impotencia reflejada en su rostro, era demasiado notable, aunque realmente sabia que el no podría hacer nada, ese reclutamiento que había llegado, era imposible de detenerse, era como una orden de vida o muerte, que sin duda, debía seguir.

-Buenas noches, no tengo mucho tiempo, necesito más hombres para el reclutamiento- hablo aquel hombre de traje equipado, llevaba puesto un uniforme completamente azul marino, con unas botas negras largas, que llegaban aproximadamente a las rodillas, las agujetas bien abrochadas, y no podía faltar, un casco color negro, que cubría perfectamente su cabeza, dándole el último toque para descubrir lo que era: un general.

-¡Demián!- Gritó el padre de familia, casi ignorando lo que había dicho anteriormente el general, y llamando a su hijo menor lo más pronto posible, no es como si quisiera que varios hombres entraran a la fuerza por él.

Se escucharon pasos de una habitación, entonces, hubo un silencio, hasta que el menor de la familia apareció, encontrándose con dos hombre, su padre y el mismo general que se había llevado a su hermano hace un par de años, él también tenía claro a que venía.

-No estoy dispuesto a morir, ni a que me lleven a esa prisión en donde los tienen.- afirmó tan seguro de si mismo como siempre, el mismo tono necio en su voz se notaba.

-No estoy aquí para preguntarte, tenemos que irnos.- habló el general, dándose una vuelta sin más. -Entren por él- habló nuevamente, ahora dándole órdenes a sus hombres, los cuales como tales, obedecieron al susodicho.

Entraron hasta llegar al chico, lo tomaron por los brazos, ambos reclutas, intentando llevarlo afuera, pero no, el chico era demasiado terco, desde niño había sido así y ahora no seria la excepción, menos ahora. Como pudo intentaba zafarse de aquellos dos hombres que lo tomaban con mucha fuerza, intentando hacer algo, pero lamentablemente no pudo hacer nada.
Lo habían golpeado, estaba en el suelo escuchando algunos gritos y lloriqueos de su madre, mientras que su padre tenia la mirada fija en algo, parecía estar en otro lugar, estaba perdido, el cuerpo de Demián no podría más, estaba sangrando del labio, pómulos rotos y suponía que tenía alguna costilla fracturada, fue llevado hasta las camionetas en donde ya estaban otros chicos, la mayoría asustados, no teniendo idea de que iban hacer o de lo que estaba sucediendo, su vista estaba nublada, apenas podía ver algunas caras, el dolor en todo su cuerpo no desaparecía, pero tampoco quería quejarse, así que decidió quedarse en silencio hasta que pasara algo nuevo.

Había pasado apenas una hora, el dolor seguía pero ahora podía divisar mejor las caras de los otros chicos, aunque realmente no le importaba, ahora sólo quería saber que pasaría con él, tenia miedo muy en el fondo, todos los pensamientos de todas las personas muertas, heridas, vinieron a su mente, atormentando sus pensamientos, lo único que lo mantendría vivo  era querer volver a ver sus padres, lo más triste para él, era la idea de morir, y saber que ni siquiera pudo despedirse de ellos.

Algún par de horas después, la camioneta se detuvo, el corazón se le acelero, era la sensación de adrenalina en su cuerpo, cada parte de su cuerpo, siendo invadida por esa sensación, ni siquiera sabía como reaccionar al respecto, tenía claro que no podía irse ya, no había marcha atrás y lo único que le quedaba era tratar de sobrevivir.

-¡Bajen todos! ¡Ya!- se escuchó a un hombre salir de un tipo de reclusorio, no se veía muy bien, pero pudo notar las rejas, puertas exageradamente protegidas y uno que otro perro olfateando el lugar, como buscando algo. Todos bajaron de aquel transporte, el fue uno de los últimos en bajar, mirando a todos lados, tratando de descubrir aunque sea alguna pista de lo que fuera que le ocurriría.

-Todos, formados por estatura, rápido- habló el mismo hombre, haciendo que los demás empezaran a formar la fila, no era como en la escuela, que algunos bromeaban con sus estaturas, mientras tomaban orden, parecieran robots, tomando su lugar automáticamente. Al no ser tan bajo, al contrario, era uno de los más altos del grupo de chicos desconocidos, se encontraba en el penúltimo lugar, un chico más alto que él, tenía el último lugar por su estatura.

-Al entrar, les darán su uniforme, botas y una sábana para la noche, les darán el número de habitación que es compartida, ahora ¡muevanse!- Camino siguiendo a la fila, que se dirigía hacia el reclusorio, aunque en verdad no sabia si lo era, pero estaba seguro de que así era.

Al entrar, notó que las habitaciones eran algo grandes, tal vez para unas cinco personas, se preguntaba como serían las personas con las que compartiría la "habitación" a la cual prefería llamarle celda.

-Rápido, no tengo tú tiempo- tomo el uniforme, unas botas y una sabana delgada que le entregó el hombre frente a él. -habitación 122- y con eso, asintió, tomando bien las cosas y caminando e intentando ver el número que le habían dado, caminaba con seguridad en cada paso que daba, si, tenía miedo pero no pensaba demostrarlo, mucho menos aquí, en un lugar en el que tal vez podrían aprovecharse de él.

-¿Demián?- Escuchó una voz detrás de él, dándose la vuelta, dudando de mil cosas, pesando "¿quien sabía su nombre?"

-Si, ¿como sabes mi...?- no pudo terminar la pregunta, no sabía que hacer, inevitablemente sonrió, dándose cuenta de que era su mejor amigo: Lelaly.

-Hombre, te trajeron a la fuerza-Habló su amigo, notando sus notables golpes en la cara y su labio roto.

-No me dejaría tan fácil, lo sabes- Lo miro mientras le hizo una seña, dando a entender que lo siguiera a la habitación que les correspondía.

-Lo sé, pero creo que aquí deberás bajarle a tus humos, Demián, esto no es la escuela- murmuro algo bajo, ya que notó que un guardia los miraba.

Entraron a la habitación, que ya tenia a otros chicos dentro, tomaron dos camas que estaban desocupadas, eran las únicas libres, acomodaron sus cosas en unos simples cajones que estaban debajo de las camas, y pusieron las sabanas en los colchones. La puerta se abrió, azotándose y dejando ver a uno de los guardias, mirándolos a todos y gritando:

-¡Es mejor que duerman! Mañana tendrán que levantarse a las cuatro de la mañana, no quiero tener que entrar aquí con una cubeta de agua fría- Aclaró el hombre mientras salia de ahí

-Es demasiado temprano, no creo levantarme- Declaro Lelaly, tirándose sobre la cama, soltando un suspiro.

-Tenemos que hacerlo, sino queremos recibir una paliza- Ahora hablo Demián, imitando la acción de su amigo al tirarse en la cama.

Necesitaba dormir, que genial día. Pensó Demián.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 30, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Romance de GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora