Entre Fragmentos.

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Karamatsu salió de la habitación bastante agitado, iracundo, molesto con todos y cada uno de sus hermanos, mientras en la habitación, junto a los restos de su guitarra, estaba Ichimatsu con un ojo morado.

No podía entenderlo, de todos sus hermanos tenía que haber sido su adorado Ichimatsu, su pequeño favorito de entre todos, justo el que rompiera su guitarra. Lo había encontrado infraganti, con la guitarra, o los restos de la misma elevada en su cabeza, levantándola con sus manos, como queriendo arremeter contra ella una vez más para terminar de romperla, mientras Ichimatsu y Osomatsu parecían contemplar aquello con una extraña sonrisa en sus rostros.

Era su amada y preciada guitarra, aquella con la cual pasaba sus mejores días sobre el tejado, con la que componía sus mejores canciones y a la que le dedicaba sus mejores ratos. Había incluso caído del tejado varias veces, pero jamás le había pasado nada a ella, pues él siempre la protegió aunque se llevara los peores golpes. Nada importaba mientras ella estuviera bien, y ahora… Ella ya no existía.

Karamatsu simplemente salió de aquella horrible casa, la cual compartía con aquellos horribles clones que, en ese preciso instante, odiaba que existieran. Corrió sin rumbo hasta perderse en un parque y esconderse entre los árboles para poder llorar la pérdida del único objeto que valoraba más que a su propia vida.

¿Por qué sus hermanos tenían que ser así?

Aquel objeto, justo aquel objeto de entre todos los demás.

Ahora los odiaba a todos y sólo quería que desaparecieran.

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Todomatsu y Jyuichimatsu estaban jugando aquella tarde, mientras Osomatsu y Choromatsu apostaban. El juez era Ichimatsu, que se disponía a no participar realmente en la trifulca que estaban haciendo todos.

Todo comenzó como un simple juego de puntería, donde con diferentes objetos jugaban una mezcla de Béisbol y canasta. Irónicamente Todomatsu le estaba ganando a Jyuichi y este comenzaba a desesperarse y a cambiar de objetos, mientras sus hermanos gritaban emocionados, y hostigaban al perdedor para que mejorara su puntería.

—Puedes hacerlo mejor solecito —decía lleno de resentimiento Choromatsu que comenzaba a perder la paciencia y a halarse sus cabellos ante la frustración de perder dinero contra su hermano mayor que contaba con una gran sonrisa cada uno de sus billetes.

—No se puede batear una bola con un lápiz, cambiemos de objeto —reclamaba Jyuichimatsu buscando con una gran sonrisa un objeto más grande.

Fue entonces que Jyuichi tomó la guitarra que reposaba en el mismo rincón de siempre y se dispuso a utilizarla como bate, golpeando la siguiente pelota con todas sus fuerzas, siendo alentado por sus demás hermanos que gritaron emocionados cuando la guitarra hizo un extraño sonido al impactar con la pelota la cual entró justo en la cesta, mientras Ichimatsu abría sus ojitos al ver el gran error que estaban por cometer.

De la emoción Jyuichi estrelló la guitarra contra el suelo rompiendo su puente, justo en el momento en el que, Ichimatsu se levantó para arrebatarle de las manos del pequeño sol aquel preciado objeto para su hermano mayor, quien justo en aquel momento entró en el salón, encontrándose con aquel lio.

—Karamatsu —la voz sorprendida de Osomatsu resonó en la habitación ante el silencio que parecía querer envolverlos y la tensión del lugar se intensificó—, oye hermanote, esto no es lo que parece.

—Lo siento —dijo la voz apagada de Ichimatsu mientras bajaba la mirada. Se sentía terriblemente culpable por no haber impedido aquel atroz acto a tiempo, mientras Jyuichimatsu cubría una risa nerviosa que comenzaba a resonar en toda la habitación.

No preguntó, no tuvo necesidad de hacerlo porque a sus ojos, Ichimatsu estaba maltratando su adorado instrumento y por su pose, parecía que de no entrar a tiempo, volvería a estrellarlo contra el suelo. Esa era la imagen que tenía y no otra.

Se abalanzó contra el menor y tras arrebatarle los restos de su guitarra, le propinó un buen par de golpes antes de ser separado por el resto de sus hermanos, que entre gritos, trataron de separarlo, pero su corazón dolido y su furia impidieron que escuchara alguna razón. Simplemente salió de allí arrastrando los restos de su guitarra y odiándolos a todos por igual.

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Necesitaba respirar, necesitaba un poco de distancia de aquellos locos desgraciados que tanto daño le hacían, porque siempre era así; desde pequeños, cada cosa bonita que tenía, siempre se la rompían, la perdían, la tiraban en algún lugar… y él siempre les perdonaba, siempre les sonreía, siempre les toleraba las idioteces que cometían, pero no esta vez. Ya estaba harto.

No se dio cuenta cuando las horas pasaron y se levantó de aquel lugar, entre las duras y frías raíces de los árboles del parque. La noche caía ya sobre él, mientras arrastraba sus pasos hacia su casa, entre sus brazos los restos de su destrozada guitarra.

Sabía que no tenía arreglo, sabía que de tenerlo le costaría más que el valor que tuviera su propia alma. Sus ojos hinchados y colorados se mantenían ocultos tras sus oscuros lentes y agradecía a la vida esa bendita manía de usarlos hasta en la ducha.

Al entrar a casa, se saltó la hora de la cena y simplemente se recostó en su lugar y se hizo el dormido.

Todos y cada uno fueron entrando y haciéndolo dormido comenzaron a discutir el tema.

—Sólo es una estúpida guitarra —susurró Choromatsu creyendo que Karamatsu no escuchaba nada—. Seguramente pronto se consigue otra y se olvida de todo esto.

—Yo no creo que sea tan fácil —opinó Todomatsu con preocupación en su voz—, esa guitarra fue un recuerdo que le dejó el abuelo y era muy preciada para él.

— ¿Y si la arreglamos? —Jyuichimatsu no hacía más que sonreír mientras mostraba en sus manos un pote de pegamento para madera, y los ojos de sus demás hermanos se iluminaron ante la idea.

Menos los de Ichimatsu, que contemplaba aquel desastre en silencio y a distancia, acomodándose junto a Karamatsu sobre el futón y suspirando profundamente. No le gustaba estar peleado con sus hermanos, o al menos no cuando él no era el causante del mal. Ichimatsu era maldadoso, pero sus maldades jamás se pasaban de tono, menos con Karamatsu quien era el único que parecía confiar en él con sinceridad.

Las luces se apagaron y todos entraron al futón ya más tranquilos y sonrientes. Sabían que a la mañana siguiente su hermano se llevaría una grata sorpresa y en medio del cansancio y la fatiga, todos se encontraron en un profundo sueño lleno de paz y alegría.  Todos menos Karamatsu, y un temeroso Ichimatsu que tenía su usual actitud pesimista en cuanto al intento de arreglo que llevaron a cabo sus hermanos con aquel preciado objeto.


Lamento la tardanza, pero como dije, aquí está mi historia.

Deseo que la disfruten tanto como yo al escribirla.

Mil gracias por su infinita paciencia.

Un abrazo, del Gato Azul.

BuscoUnOsoLindo Bekeru Lapis_Lazuli43

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