ʟ ᴏ ᴠ ᴇ ᴏ ʙ s ᴇ s s ɪ ᴠ ᴇ.

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El regocijo de sus almas se encontraban introvertidas en medio del ajetreo de sus acciones. El lacayo de aquellos orbes tóxicos y apariencia llamativa en excéntricos atuendos coloridos se encontraba al borde del precipicio de la locura venidera que conocía perfectamente por el pasar de los años. Sus pensamientos se podía escuchar en medio de la calamidad que pintaba el entorno.

Esta vez se había excedido de más ante lo que él mismo había planteado tanto en aquella desquiciada mente que trazaba día y noche un nuevo rumbo a una futura destrucción. Como muchas -incontables veces-, se encontraba en medio de una contienda contra su reputado enemigo. Su "rata voladora".

¿"Su"?.

Pasos rítmicos se ejercían en aquella danza macabra, los movimientos iban y venían entre el bullicio de sus cuerpos que gritaban silenciosos ante el crujir de sus huesos debido a feroces golpes, deseando un descanso apresurado. El caballero de la noche, el aclamado héroe de Gotham, llevaba la ventaja sobre el payaso homicida que expresaba ante un simple vistazo el cansancio de su adolorido y pálido cuerpo; pero que aún así seguía dando pelea con las fuerzas que al paso de los segundos se iban agotando.

Un imprevisto infortunio de la pierna derecha del Bromista causó que cayera traicionero al frío pavimento, y Batman, aprovechando aquella debilidad, se abalanzó contra el villano sin darle tiempo alguno de ejercer algún movimiento; apresando sus manos rápidamente para que no tuviera la mínima posibilidad de escapar.

Sus respiraciones se alzaban con benevolencia buscando la calma deseada siendo sus miradas la única vía por donde transmitían sus silenciosas palabras. Odio, amor. Dos cuestiones tan distintas y tan iguales.

Se odiaban a tal punto de amarse.

Se habían enamorado de su peor enemigo, su contraparte. Una incontrolable obsesión nació en sus nefastos corazones, algo insano ante sus propias acciones sobre el otro. No podían controlarlo.

La conmoción de los refuerzos que se aproximaban en vivos sonidos emitidos por múltiples patrullas policiales y ambulancias advertían a ambos hombres que la pelea ya había terminado. De nuevo, como tiempo atrás; El héroe abatía al villano. La misma historia que sería contada en los periódicos al amanecer del día siguiente.

Sin embargo, el payaso se negó efusivamente a perder nuevamente y se removió con destreza para poder escapar de aquellos fornidos brazos que le apresaban, negándose rotundamente a la quiebra de sus planes y más que nada, la humillación presente de tener que volver de nuevo a Arkham; ese maldito manicomio, su hogar.

Dispuesto a darse a la fuga no previó el acercamiento del murciélago, teniendo como última sensación la pérdida de sus sentidos y un agudo dolor en la cabeza que le hizo ceder ante la inconsciencia.

Batman le había noqueado al anticipar sus planes.

No sería como muchas otras noches en donde sus caminos se separaban para volverse a encontrar de nuevo en aquel ciclo perpetuo.

Esta vez el ídolo nocturno no haría lo correcto. Cedería a sus más bajos deseos con tal de quebrantar aquella incesante obsesión. Y algo que le quedó muy en claro en el último instante fue el hecho de que el Joker no escaparía de sus garras.

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La luna destacaba su máximo esplendor en medio de la noche cuando el payaso despertó después de horas de un descanso prolongado.

Lo primero que recibió fue un macizo cuerpo sobre el suyo; apresando su delgada contextura sobre el suave lecho de un lugar que si bien no reconocía. Por consiguiente, segundos después, labios hambrientos rebasaron los suyos con total devoción. Abarcaron con total egoísmo sus belfos, marcando una impetuosa danza incorpórea, extenuando, chupando, mordiendo sin delicadeza en un cruel afán por molestarle, a su vez, concibiendo un sonido húmedo careciente de razón.
Irrefrenable como siempre, la falta de oxígeno los acogió exhaustiva, teniendo que matar con delirio aquella fricción culposa que mantenían sus lenguas. El corazón del villano se removió estrepitosamente al chocar con aquellos azulejos oscurecidos que conocía perfectamente.

ᴏsᴄᴜʀᴀ ᴏʙsᴇsɪóɴ 『 BᴀᴛJᴏᴋᴇs 』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora