Volver a abrazarte.

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Erick, te vi, justo en aquella cafetería con adornos triviales. Estabas bebiendo café. Lucías pantalones de chandal negros, unas tenis blancas y una remera a rayas, de esas que tanto solían gustarte. Tu cabello estaba un poco mas corto desde la última vez que nos vimos.

Tú simplemente estabas allí, tu mirada estaba algo perdida mientras observabas el cielo fijamente. Me hubiese gustado saber en qué estabas pensando en ese momento.

Bebías de tu café sin apuros, se te veía tranquilo y relajado. De repente tu mirada despertó y cayó en la muchacha que llevó la cuenta. Sonreíste luego de que ella se alejó de tu mesa y tu mirada volvió a perderse.

Yo seguía allí, observándote, sin nada que me impidiera ir a hablarte. Pero no estaba seguro de si hacerlo era lo correcto.

Por alguna extraña razón, tu cuerpo ya no estaba como antes, tu silueta marcada ya no se podía notar, estabas delgado, tu cabello estaba algo quebradizo y podían notarse algunas ojeras alrededor de tus ojos.

De repente giraste un poco tu cabeza, tu mirada se iluminó tanto que pensé que ni siquiera estabas mirándome a mi. Te vi levantar la mano y agitarla lentamente. Estabas saludándome. Vi tus labios extenderse hacia los costados, estabas sonriéndome. Había echado de menos verte sonreír.

Me acerqué a tu mesa sin decir nada. No se si tuviste un impulso o qué, pero abriste tus brazos y con ellos rodeaste mi cuerpo. Tu olor a perfume de coco invadió mis fosas nasales y quise morir en ese momento. Fué lindo sentir tus brazos envolver parte de mi cuerpo, otra vez. Me sentí triste cuando alejaste tus brazos, los había necesitado demasiado.

Mi corazón latía al compás de algunas de esas locas canciones de rock que solían gustarte. Tus ojos azules parecían un enorme océano, amaba verlos cuando despertaba cada mañana a tu lado.

Comenzamos a hablar y contarnos como habían sido nuestras vidas desde que cortamos. Había pasado exactamente un año desde que eso pasó. Tus ojos estaban algo apagados y tus ojeras podían verse mejor de cerca, estabas algo pálido.

"Te he echado de menos." dijiste casi murmurando. No despegabas tus ojos de los míos y eso hacía que me pusiera cada vez mas nervioso.

Sonreí y dejé mi cabeza ladeada hacia un costado, "También te he echado de menos."

"Tu cabello se ve bonito atado. Te ves bien." dios, tu voz sonaba tan dulce.

"Gracias. También te ves... bien" suspiré, realmente no te veías bien. Definitivamente no estabas bien. "¿Y qué haces aquí en Londres? Pensé que estabas en Doncaster junto a tu familia."

"Oh. Es que... debo hacer algunas cosas importantes aquí. Es mi último dia libre." No entendía nada ¿Dia libre? Lo primero que se me vino a la cabeza, es que quizás tenías un trabajo en Londres o algo así.

"¿Día libre? Oh, ¿Trabajas?"

Tu mirada se entristeció de repente. Tus ojos azules se aguaron y finos hilos de lágrimas cayeron de ellos.

"Tengo que volver al hospital." Fué lo único que soltaste, casi susurrando.

¿Hospital? ¿Qué hospital? ¿Porqué un hospital? Mierda...

"Tengo leucemia." dijiste al final.

Y en ese momento me sentí derrumbar. No podía creerlo. La tristeza comenzó a invadir mi cuerpo.

Por un momento pensé que estabas bromeando, pero me di cuenta de que no era así en el momento en que noté tu tristeza y dolor.

Fuí un idiota al pensar que serías eterno y que por mas que no estuviésemos juntos, siempre ibas a estar cuando te necesitaría. Lamento haber sido un idiota al dejarte. Cuando cortamos, no estaba seguro de si te amaba, pero cuando los dias comenzaron a pasar y mi vida se tornaba una completa mierda sin tu presencia, comprendí que jamás había amado a alguien como te he amado a ti.

No quería llamarte porque pensaba que ya no querías verme y que tu vida estaba siendo tan perfecta, que te habías olvidado completamente de mi. Cuando en realidad, estabas viviendo en hospitales, sufriendo de dolor mientras te metían a quirófanos.

Lamento no haber estado allí cuando me necesitabas. Jamás me perdonaré eso.

Si alguna vez pensaste que no te amaba, no es asi. Te amaba mas que a mi propia vida y tenía miedo de hacerte sufrir.

No merecía a alguien como tú.

Esa vez que nos vimos en esa cafetería, me dijiste que me amabas y que jamás dejarías de hacerlo. Me besaste, y te besé.

Luego te fuiste porque alguien llamó.

No te seguí. A la semana siguiente tu madre me llamó y me informó sobre tu partida.

Y jamás pude decirte que también te amo.

Ya era tarde.

No puedo vivir sin tí, sabes. Sé que tú hubieses querido que me quedara aquí con mi familia hasta que alguien me mate o me muera de alguna enfermedad o naturalmente. Pero no puedo soportar ni un minuto más sin ti.

No creo en dios, eso lo sabes. Así que te escribo esta carta por si no voy al paraíso como tú. Aunque no vas a leerla, pero quizás estás observándome desde algún lugar mientras la escribo. Tú siempre me dijiste que todas las personas excepto los asesinos, van al paraíso. Así que espero encontrarme contigo allí.

Te amo, ángel. Espero volver a abrazarte.

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Seis minutos después, Thomas Hark se tiró de aquel edificio de paredes blancas, y falleció al instante.

Ahora Thomas y Erick, están juntos en algún mágico lugar lejos de aquí...

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