Querida droga.

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—¿Cómo te sientes?— habló el chico.

Zoe soltó una carcajada, esa había sido una de las preguntas más comunes que le habían hecho últimamente. ¿Cómo te sientes? Como deseaba haberle respondido a todos de la misma manera: "Como la mierda". 

—Toma— contestó la chica pasándole uno de los auriculares del celular a su compañero, escuchando la misma música, entendiendo la letra, callados, acostados juntos en el verde césped podado hace pocos días por Zoe, en el patio de su misma casa, mirando las estrellas tapadas por brillantes e incandescentes luces de la ciudad. Aunque en realidad, sólo era un estúpido cielo negro, completamente contaminado. 

Era noche de brujas, el súper Halloween, los niños se la pasaban de casa en casa recolectando dulces, utilizando la típica frase "Dulce o truco". El hermano de Zoe era uno de ellos, había estado esperando el dichoso día desde hace más de dos semanas, y cuando finalmente había llegado no podía quedarse quieto de la emoción.

—Coldplay, up in flames, linda elección— la elogió Kol, la chica sonrió, esa frase contenía el suficiente ego para calmarla el fin de semana.

—Me gusta esa clase de música, tú sabes, esa que te hace dormir y que es lo suficientemente triste para tranquilizar el dolor por los minutos que dura la canción.

El chico alzó sus brazos para dejarlos descansar detrás de su cabeza en una posición placentera, Zoe se quedó quieta, estaba lo bastante adormecida para tener la capacidad de salir de aquel trance mental.

—Te la pasas pensando Zozo— la muchacha arrugó la nariz. Como odiaba ese apodo— No está bien que pienses tanto sabes.

—Déjame con mi mundo— le reclamó. Kol soltó una pequeña carcajada, para él le era tan increíble como su amiga tenía la capacidad de perderse tan fácilmente, podía estar hablando con ella, pero él sabía que al mismo tiempo que le contaba que había hecho durante el día, Zoe estaba imaginando que un hombre sádico llegaba de la nada y le atravesaba el pecho con una espada de oro, reclamando venganza por haber matado a la mujer que amaba.

Para la chica llegar a ese punto en estar en ambos mundos a la vez había sido todo un entrenamiento, luego de años de práctica, finalmente sabía cómo mantenerse en el mundo de los vivos y de los miles más relacionados con historias fantasiosas. Al principio requirió de mucha ayuda, necesitaba estar en completo silencio, luego acompañada de la música sin que nadie la interrumpiera, después con acompañante, finalmente con ambos o sin ellos. Si imaginar fuera un trabajo, ella sería la jefa de todos, pero en parte podía hacerlo, más bien lo estaba haciendo en este momento, con su mente.

—¿Zozo, cuántos años tenemos?— la chica soltó un bufido.

—Estamos lo suficientemente grandes para que me dejes de llamar de esa manera, mi madre me puso ese apodo cuando era pequeña, ahora, ambos tenemos 17.

—Un año más y entramos a la universidad— dijo Kol de manera egocéntrica.

—Si es que entramos— el morocho la pateó levemente para luego reírse por el patético juego de golpes amistosos. 

En sólo un año, ambos chicos entrarían en la universidad. Zoe en la de Manchester University, California, Kol se quedaría en la universidad local de Seattle. Un nudo se generó en la garganta de este último mencionado, todas las preocupaciones, las cuales implicaban ser responsable de sus propios actos o de como aprender a alimentarse por sí mismo cayeron sobre sus hombros. Ya no era un niño y eso no le gustaba para nada.

—Somos adultos, prácticamente, ¿no crees que es mejor dejar de...?— la chica lo interrumpió.

—Ni lo digas, que no se te cruce por la cabeza, mientras tenga tiempo lo haré— Kol se rascó la nuca nerviosamente.

Querida droga.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora