—Pensé que me amabas. Después de todo, de tantos años, nos hemos reencontrado y, así sin más, tienes la desfachatez de rechazar este encuentro sexual, el cual ambos ansiábamos —dijo Miriam decepcionada— . Pensé que me extrañabas.
Él caviló un momento por la habitación, asechando las ventanas, para justo después cerrarlas.
—No te hice venir en vano, querida —respondió— Todo lo que dije es verdad. Ésta noche tendremos un cálido encuentro. Tendremos una última cena, y un último vals.
—No dramatices —contestó Mirian— si me amas, si quieres mi compañía, puedes tenerla, no debe esta ser la última vez.
—Infiero que no comprendes mis palabras. Después de hoy, será físicamente imposible que haya otra ocasión, querida. Disfruta el momento, sin duda ese es mi mejor consejo —dijo entonces— anda, bebe, bebe.
—Odio tu faceta misteriosa, te conozco tan bien que sé que bajo esa ridícula máscara se esconde un niño lastimado queriendo impresionarme —dijo Mirian a la par que le daba un sorbo a la copa de vino que él había servido para ella.
—En su lugar, no usaría mis fuerzas en insultarla —soltó entonces— es bobo y de mal gusto.
—Me siento rara, ¿qué clase de vino es éste? —balbuceó— me desvanezco....
—Clínicamente lo conocemos como ácido y-hidroxibutílico; en las calles, GBH, o droga de violación. Cómo sea que quieras llamarle —contestó al fin— no importa en realidad. El efecto es bastante rápido y eficaz.
—¿M...e...Mmm..Me drogaste...? —quiso preguntar asustada Miriam.
—Hubiese sido más fácil atarte y tomar lo que me corresponde a la fuerza, pero, quería alejar el dolor de tu cabeza —dijo— Después de todo, ésta es una fiesta.
Abrió entonces el tercer cajón de la parte izquierda, y extendió sobre la mesa un rollo de tela. Ató a Miriam de pies y manos a una cama de masajes, boca arriba. Al deshacer el rollo, tenía un arsenal de instrumental.
—¡Nooo!—gritó— ¿qué me harás?
—Anda, Miriam. Grita. Grita hasta que tú última cuadra vocal se desgarre —ordenó— Pienso que eres muy sensual cuando estás asustada .
—Te puedes acostar conmigo, no necesitabas hacer esto, ¡detente, por favor! ¡Te lo ruego, por favor, por favor! —suplicó Miriam— déjame ir y haremos lo que tú quieras.
—Mi deseo no es abusar de tu cuerpo, Miriam. Simplemente haré lo que tú hiciste conmigo. Eras el amor de mi vida. Fuiste increíblemente estúpida al venir aquí; ¿en verdad pensaste que después de tantos años habría de olvidar tu falta? —inquirió— quizás tantos años dentro de casa de tus padres y de esa burbuja tuya consiguieron nublar tu razón.
—¿Qué me harás? —preguntó— por favor, nos conocemos hace mucho. Te quiero, te amo. Siempre fuiste tú. He cambiado y no te quiero perder.
—El trágico día en que te marchaste, —hizo una pausa para sentarse en aquel sillón carmesí y continuó— sentí como si mis entrañas fueran removidas de mi, como si el corazón me explotase de adentro hacia afuera. El nudo en mi garganta no podía deshacerse y me sentía totalmente inutilizado.—No estoy entendiendo —dijo confundida—¡sácame de aquí, maldito bastardo!
—El amar es un don ficticio, Miriam. Destrucción. Esa es la palabra que describe lo que me hiciste. Y destruirte es lo que haré —contestó— y es que existen tantas maneras de destruir a alguien, la emoción no me permite concentrarme.
—¡Noooooooooooooo! —gritó horrorizada, viendo el escarlata correr por los suelos.