Reflexus

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Capítulo 1

La deuda

¿Cómo se puede perder todo en un segundo? No lo sé, simplemente pasa.

¿Qué pensé? ¿Qué sí les pedía que se quedaran a mi lado para siempre lo harían?

¿Cómo pudieron dejarme sola con esta gente que me usa como su entretenimiento?

Mis padres están muertos y esa es la cruda realidad.

Nunca encontraré una vida que no sea esta, jamás tendré hijos con alguien que ame, jamás podré darle a ella lo que merece, y menos me podré unir a él.

La realidad es dura. ¿Has escuchado alguna vez ese... y fueron felices para siempre?¿El príncipe que llega a salvar a la princesa?¿Recuerdas? Pero parece ser que los finales atroces y llenos de tragedia parecen ser aquellos que se hacen realidad. Bueno, aquel que se lo inventó se puede ir jodiendo, por que no existe.

Tengo diecisiete años recién cumplidos y tengo que cargar con la muerte de mis padres en un accidente que no tuvo nada de accidente y una hermanita de catorce años que vivió toda su vida consentida por lo poco que mis padres le daban, ahora tengo que trabajar, por mi y por mi pequeña hermanita que no sabe nada, tengo que admitir que es solo un hermoso estorbo.

Oh, Helena, le prometí a mis padres que te cuidaría para siempre… ¿Y te doy esto a cambio?.

La realidad es dura, pero intento apartar la mirada azul e inquisitiva de la pequeña y hermosa Helena, para que no vea que por las noches cuando ella duerme que mis ojos verdes, esos que tienen un toque amarillo, se llenan de lágrimas pensando en lo que podrá pasar mañana sí la bondad de Don Antonio termina y nos tira a la calle para buscar pan en no sé donde. Y llegó el día en la que esa “bondad” terminó en no muy buenos términos.

Estamos en España, en 1965 y ya nada bueno queda para los que viven en la miseria, aquellos que afrontan que ahora la pobreza y destrucción reinan para ellos, estamos en lo que llaman “La dictadura de Franco” cuando hombres ricos y poderosos como Antonio Graz se benefician de la muerte y pobreza de otros. Incluyéndome a mi y a Helena.

A la corta edad de doce años, afronté la verdad de que mis padres no tenían dinero y detrás de la puerta de madera vieja y húmeda de la ridículamente pequeña casa, observé como mis padres firmaban un pedazo de papel donde mi libertad moría y me convertía en entretenimiento para los acomodados y ricos; lo último que recuerdo de ese momento fue la detestable sonrisa de Antonio Graz.

Pero tuve más suerte de lo que creí, ¿no?, mi pensamiento inicial fue que me convertirían en una de esas chicas que se vestían con extravagantes vestidos de colores y desaparecían en la compañía de algún joven o viejo tras las puertas en lujosas habitaciones. Mas no hicieron eso conmigo. Y estuve tan aliviada, que creí que sería sencillo.

Error número uno.

Desde pequeña mi madre, antigua bailaora, se había empeñado en formar a su hija mayor por el difícil y largo camino de una bailaora de flamenco, y cuando creyó no haber tenido éxito, comencé a amar la danza. A partir de ese momento no volví a limpiar, barrer o cocinar, solo me dedicaba a bailar.

Suena como un paraíso ¿cierto?. Y lo hubiera sido. Pero había un problema, yo era un manojo horripilante de huesos, sin arcos, sin pechos, sin nada.

Ahí comenzó la deuda, ya que Antonio pagaba cada pedazo de carne y migajas de pan que me llevaba a la boca, claro que lo cobraría después con cada día que no trabajara y lo que comiera después, en ese entonces él necesitaban a una chica con curvas y bailaora que sacara ganancias no la patética cosa que era en ese entonces; pues su deseo se cumplió a los catorce, cuando me esponje y las aristas se convirtieron en curvas y creció mi busto, eso sí, tuve la suerte de no tener un busto tan prominente.

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⏰ Last updated: Oct 20, 2012 ⏰

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