Segundas oportunidades

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La casa parece tranquila, puedes mirarla desde afuera y sentir que la paz es algo que existe allí desde siempre. Una linda casa blanca con ventanas que parecen de ensueño y un lindo patio delantero que tiene su césped recortado así como flores que parecen del mismísimo cielo. Un camino de piedras te lleva hasta la entrada donde un botón te insinúa que lo toques para avisar tu presencia. Cuando la puerta se abre, una linda sonrisa con hoyuelos te espera detrás de ella. Te saludará y te invitará a pasar, él dirá: «¿Quieres una taza de té?» Y por supuesto que aceptarás, porque sabes que prepara tés deliciosos, así que asientes encantado. Te sientas en la sala, esperando que venga mientras te dedicas a jugar con tu celular un rato o viendo aquellas fotos colgadas en la pared. Una bonita familia está retratada ahí, y tú suspiras... porque el amor de tu vida no está en tu vida, y tienes que aceptarlo. 

Aún duele después de mucho tiempo, pero sabes que una parte —una gran parte— fue tu culpa por no decirlo y quedarte callado. Aquella vez que tuviste oportunidad de decírselo habías creído que era una broma y decidiste reírte mientras negabas. «Por supuesto que no», habías dicho riendo y eso había sido solo el principio del fin. Ah, cuánto darías por tener de nuevo aquella oportunidad. Cuánto ansías por retroceder el tiempo y decirle que lo amas con todo lo que tienes... Pero, los deseos a veces se quedan ahí. Nos recuerdan que no podemos obtener todo lo que queremos solo porque sí, y a veces es nuestra culpa porque tuvimos oportunidad y no supimos aprovecharla. 

—¿Estás bien, Yoon? —pregunta Nam con la bandeja entre sus manos—. Te noto algo raro.

Niegas, claro, ¿cómo podrías decirle que eso que te aqueja es porque no puedes decirle que lo amas? Así que en lugar de entristecer más todo el asunto lo haces hablar de cualquier otro tema para sentirte mejor, y lo haces reír. Te cuenta con lujo de detalle cómo le fue en su trabajo y tú asientes, es magnífico que lo esté pasando tan bien. Te dice que su hijo, el pequeño HoSeok, ya está aprendiendo a leer rápidamente y no puedes evitar sonreír, porque salió tan inteligente como su padre. «De tal palo, tal astilla», le dices con un leve sonrojo en tus mejillas mientras el contrario aparta su vista avergonzado por lo que parece ser fue tu mejor intento de adulación. El té se agota después de una hora de charla, así que te pregunta si gustas más o quieres otra cosa. Estás por decir que no es realmente necesario, pero tu estómago gruñe como si no hubiese mañana y él ríe nuevamente porque es obvio que tienes hambre mas tu timidez siempre fue más fuerte, incluso si han sido amigos por años y años, nunca ha sido cómodo para ti pedir algo. Sin embargo, él te conoce lo suficiente como para decirte que puede preparar algo, y antes de que digas otra cosa, él dice: «No es ninguna molestia». 

Suspiras, sabes que la batalla ya está perdida en cuanto se dirige a la cocina y escuchas los sartenes ser sacudidos. Lo menos que puedes hacer es acompañarlo y ofrecerle tu ayuda. Te dice que cortes algunas verduras después de lavarlas; lo haces. Te dice que busques algo en la nevera; lo haces. Te dice que se le ha olvidado sacar la basura; lo haces. Después de un rato cuando estás regando las flores te detienes a pensar que te ha estado utilizando y reprimes un suspiro. Al menos estás pagando de alguna forma la comida que te será servida, así que sigues dándole de beber a las lindas florecitas que crecen alegremente y una vez que terminas vuelves a la cocina donde un plato extraordinario te espera a la mesa. 

—Provecho —dice Nam—. Espero que te guste.

Sonríes mientras te sientas y comes un primer bocado, quizás se ha pasado un poquito de sal, pero eso no es impedimento para apreciar su sabor. Has olvidado que a veces puede ser algo malo en la cocina, pero lo miras tan alegre de verte comiendo que terminas por pedir otro plato mientras él apenas va por la mitad del suyo. 

El tiempo pasa dando las dos y media, no te percatas que la puerta es abierta abruptamente mientras que alguien va corriendo hasta la cocina. Solo cuando grita saludando a su padre te enteras que el pequeño HoSeok ha llegado con algo de sudor en su frente y un lindo uniforme color café. Lo saludas cuando él lo hace, pero sientes un pequeño trueno en tu corazón cuando eres llamado «señor Min», haciendo que tus pensamientos vuelvan a tierra de forma inmediata. No eres su padre, él no es tu esposo, y esa no es tu casa. Así que haces lo mejor para que tu corazón no duela más: finges haber olvidado una cita importante con un cliente. El pequeño HoSeok no puede ocultar su cara de tristeza y te pide que no te vayas, pero NamJoon le dice que te suelte. «Sabes que YoonGi está muy ocupado», dice para calmarlo, aunque tienes ganas de desmentirlo porque has cancelado todas tus citas de hoy solo para poder estar con él. Le revuelves el cabello al niño y depositas un beso en la mejilla a su padre, yéndote rápidamente.

«La segunda oportunidad de Min YoonGi» [NamGi/OS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora