1. Regalo envenenado

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La historia se sitúa después de Descendientes 3



────── uno ──────

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Vivir en medio del bosque podía parecer parte de un cuento de hadas: pájaros silbando cada mañana, rayos de luz natural entrando por tu ventana, aire fresco y con olor a gardenias. Todo era perfecto hasta que la noche caía y el Sol era reemplazado por la Luna, pues el intenso frío traspasaba los abrigos y la lobreguez total ocasionaban que el lugar estuviera más solitario que el desierto de Agrabah.

Era de valientes atreverse a vivir en una casa entre árboles de cinco metros de altura y totalmente alejada de la aldea, sabiendo que si das una vuelta en falso, puedes perderte cual laberinto y tal vez nadie pueda encontrarte. Que si gritas nadie puede oírte. Que si escuchas un ruido, quizá sea lo último que recuerdes.

Evie no había pensado en ninguna de esas opciones hasta ese momento.

Sus ojos color avellana estaban fijos en la ventana de su habitación, sin siquiera atreverse a parpadear. Su pulso estaba tan acelerado que sentía el corazón en la garganta, pues podía jurar haber oído su nombre repetidas veces, por una voz extraña que provenía de la oscuridad.

La princesa con cabello azul abandonó su cama y se dirigió sigilosamente hacia la ventana, cuidando que la madera del piso no crujiera. Colocó sus manos en las solapas y llenó de aire sus pulmones para, a su vez, llenarse de valentía. Contó hasta tres mentalmente y las abrió de golpe.

Nada.

Antes de que soltara un suspiro de alivio, un fuerte ruido se escuchó detrás de ella, logrando asustarla. Giró su cabeza en una milésima de segundo y entonces se dio cuenta: uno de sus maniquís estaba en el suelo. Sus ojos recorrieron toda la habitación, pero no encontró ninguna respuesta. Además, la falta de luz no era de gran ayuda.

—¿Mal? —Pensó en voz alta. Ella era la única que tenía una copia de la llave. De cualquier manera, en el fondo sabía que no era ella. La hubiera escuchado llegar en su motocicleta.

Sintió que su piel se erizó cuando un viento helado le acarició la espalda, y giró hacia la ventana una vez más, encontrándose con un objeto peculiar que no estaba ahí antes.

Una brillante manzana roja en el borde del marco.

Era la séptima noche que una manzana aparecía sin explicación, y considerando a la única persona —o mejor dicho,  bruja— que estaba obsesionada con esa fruta envenenada, no lo consideró como un lindo obsequio. 

Cerró de nuevo las solapas y le colocó un candado en forma de corazón. No quería encontrarse con un rostro familiar a altas horas de la madrugada.










Faltaban un par de semanas para que la tan esperada Boda Real se llevara a cabo y todo debía estar listo para la fecha especial. Cada tercer día, los involucrados en la celebración se reunían en la nueva oficina de Ben (ubicada en su propio castillo) para discutir los preparativos y todo lo relacionado con la fiesta. Querían que fuese más que perfecta y volara por encima de las expectativas.

—Todo está casi listo —informó Ben, revisando su agenda Real—. Solo faltan unas cuantas cosas.

—¿Ya acordaron quiénes asistirán?

Evie volteó en seguida, como si esperara desesperadamente la respuesta. Las bolsas bajo sus ojos que no pudo ocultar con maquillaje eran la prueba de que no había pasado una muy buena noche. 

—Pensábamos hacer una lista, pero creo que creo que cambiamos de opinión —dijo el Rey estrechando la mano de su prometida por debajo de la mesa—. La boda tendrá invitación abierta, para que las personas asistan sin importar de dónde vengan. Al final de día, todos son nuestro pueblo.

—Entonces serán más de 6,000 invitados. Será un pastel el doble de grande que el nuestro, amor —mencionó Bella, dirigiéndose a su esposo.

—Y de fresa. Estará relleno de crema de fresa —señaló Mal, antes de que alguien sugiriera otra idea.

—Necesitan un tema para su boda, ¿les parece algo sobre zapatillas y calabazas?

Los novios rieron sutilmente y se miraron entre ellos.

—Ya lo tenemos decidido, Hada Madrina —aclaró el Rey—. Será mitad temática de Auradon, mitad Isla. Debemos tener ambos mundos en ella.

—Incluso ya elegí mi vestido de novia de los diseños de Evie. Muéstrales, E.

—¿No creen que es un poco extraño que nuestros padres no hayan aparecido por ningún lado? —lanzó Evie al aire, levantándose de su asiento y atrayendo la atención de todos los presentes, incluyendo a los guardias. No había escuchado una sola palabra de la discusión, pues sus pensamientos estaban enfocados en un problema mayor.

Hubo un silencio incómodo por algunos segundos. La buena energía parecía haberse transformado en tensión, incluso Adam comenzó a utilizar su camisa para quitarse el calor que el ambiente de la oficina le estaba provocando.

—Evie, créeme que no estoy ansiosa de ver a mi madre —contestó Mal con una sonrisa forzada, tratando de desviar la conversación y tomarlo como una broma—. Cuando esté lista ella vendrá.

—Lo sé, lo sé... Pero —dio un suspiro y tomó asiento en la elegante silla con terciopelo azul marino una vez más— estuvieron tanto tiempo esperando salir de se lugar, y no hemos tenido ni una señal de ellos. ¿No creen que algo anda mal?

Bella se aclaró la voz discretamente e intercambió miradas de desaprobación con los demás.

—Podríamos reducir las emisiones de magia en el aire. No afecta a nadie y proporcionamos más seguridad.

—Bien, creo que esta reunión está terminada. Gracias por asistir —se despidió la directora de Auradon Prep, levantándose y causando que los demás la imitaran mientras murmuraban algunas palabras imposibles de descifrar. Mal esperó a que todos salieran y cerró la puerta al final, no sin antes despedirse de su prometido con un beso en la mejilla.

—Evie, ¿qué fue eso? —le reclamó, recargándose en la puerta de madera.

—¿De qué sirve ser la Consejera Real si no escuchan mis consejos?

—Claro que te escuchamos. Solo que... No era el momento. 

La VK de cabello azul guardó silencio y dirigió su cabeza hacia la ventana al escuchar ruidos: un grupo de chicos de la Isla pasó corriendo persiguiendo a otros. Por primera vez no estaban huyendo por su vida o robando comida, simplemente estaban jugando mientras reían.

—M, sabes que yo soy la más feliz de haber abierto la barrera, me llena de felicidad ver a todos esos chicos paseando por aquí.

—Pero...

—Pero creo que olvidamos quiénes estaban vetados de la magia por alguna razón. No quiero que Maléfica entre a tu boda y...

—No lo hará, E. Te estás preocupando demasiado —le explicó, colocándose tras ella y  apoyando las manos en sus hombros—. Lo que querían nuestros padres era salir de ahí, y ahora son libres. No tienen por qué venir a arruinarnos la vida.

Evie unió una de sus manos con la de Mal.

—Creo que tienes razón. Tal vez exageré.

La hija de Grimhilde prefirió guardar silencio sobre lo que estaba pasando. No quería arruinar el día más feliz de su mejor amiga por especulaciones que tal vez se estaba creando en su cabeza.



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Old ambitions | DescendientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora