El holandés Rojo

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-Gracias por venir Roland.- dijo Said.

Estaba sentado junto al librero, cerca de una mesilla antigua, donde descansaban un par de velas casi derretidas que iluminaban de manera enfermiza sobre su mentón y largo cabello negro. La casa de Said parecía bastante descuidada, había mapas maltratados y fotografías regados por todo el piso, los libros descansaban desordenados en el librero, algo muy extraño en alguien que siempre fue ordenado. Said levantó con aire sombrío, creí que era para saludarme, pero en su lugar quitó un par de libros y papeles amontonados en una silla que no vi al entrar. Crucé la sala con cuidado de no pisar por completo el desorden a mis pies y noté que la mayoría de notas y mapas correspondían a su último viaje en el océano pacifico.

-¿Tuviste un viaje productivo?- Pregunté al tomar asiento en el rojo vinil de la silla.

-Justo de eso quería hablarte.- Respondió mientras regresaba al librero un extraño ejemplar de navegación.

La madera de pino convivía con Lovecraft, Stephen King y Edgar Allan Poe, poesía de William Wordsworth y John Clare. Said sacó un par de habanos que me ofreció con una carismática aunque fingida sonrisa y dijo:

-Como sabrás, estábamos buscando el submarino ruso que se perdió hace unos meses. Fuimos a donde no habían buscado en unas coordenadas del pacifico, pero no encontramos rastro de él.

-¿Tanta tecnología no sirve de nada?- Comenté con reproche, pero la mirada reprobatoria de mi amigo fue suficiente para no agregar más a mi idea.

-Cuando estábamos de regreso decidimos tomar una ruta distinta, solo, para conocer. Usted ya sabe cómo somos los exploradores.- Said comenzó a ponerse pálido.

-¿Qué ocurre?- Pregunté preocupado, pero la mirada que me dirigió me dejó helado.

-Captamos una transmisión.- Dijo por fin.- El técnico en la radio empezó a contar unos números que repetía la voz mecánica antes de comenzar un repetido mensaje. Al inicio no podía identificar el idioma.

-¿Qué lengua era?- Dije interesado.

-Era japonés.- Respondió Said. Acto seguido se llevó el habano a los labios y aspiro profundamente para aliviar la tensión, le regresó un poco el color moreno, me tranquilizó.- Era una mujer la que estaba hablando.- Agregó con una voz apagada, casi un susurro.

-¿Tenían algún intérprete?-

-Nuestro capitán.-

-¿Entonces? ¿Qué decía?-

-Era una señal de auxilio, el capitán estaba congelado cuando se puso un auricular para escuchar con claridad el mensaje. Si me hubieran dicho que el capitán había muerto en ese momento, me lo habría creído sin dudarlo.- Said volvió a fumar su Habano. –El mensaje decía algo así: "Socorro, hemos encallado en una pequeña isla, la mayoría de la tripulación está muerta, ayúdenos por favor, somos de la embarcación del Holandés Rojo."- Mi amigo se había vuelto a poner pálido.- El técnico dejo de contar cuando el capitán finalizó de traducir el mensaje. Según él, la transmisión llevaba reproduciéndose durante 20 años.- Me limité a observar con detenimiento sus expresiones, a veces le daba por jugar con la verdad y exacerbarla, pero en esta ocasión, más bien parecía estar inundado en un recuerdo que no podía quitar de su mente. Algo le había perturbado.

-20 años.- Confirmé sin conciencia. –Me imagino que acudieron a la llamada...

-Así es.- Respondió sin dudar. –Me conoce bien, Roland.- Agregó estirando una mano para alcanzar un mapa. –Según las coordenadas que decía el mensaje (no recuerdo cuales eran, pero recuerdo el círculo que marcó el capitán), Estaban aquí.- En ese momento me percate de otro detalle, al buen señor Said le faltaban tres dedos: el meñique, el anular y el medio. Parecía ser un corte desigual. ¿Cómo se lo hizo?

La Leyenda de LumortWhere stories live. Discover now