IV

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     Tony despertó, sin abrir los ojos, gracias a las suaves caricias que un pañuelo húmedo y tibio realizaba en su rostro, pero algo de ardor no tardó en llegar, haciéndole tronar los labios y apretar los párpados. Se llevó una mano a la frente con exaspero, mas esa acción también le provocó dolor en esa zona. Soltó un respiro pesado. Lo último que recuerda es haber tenido un accidente de auto, seguramente una enfermera estaría tratando las heridas en su rostro.

     —Cariño, ten más cuidado con eso —pidió en tono suave, todavía sin preocuparse por mirar.

     En verdad no se sentía con razones suficientes para averiguar sobre sí mismo, creyó ser amado por un hombre, un hombre que él sí amaba, pero estaba soñando demasiado alto. Fue Tony quien le buscó, lo hizo al menos con el propósito de tener encuentros de una sola noche, pero ya era suficiente, el cerebrito de Strange debió suponer que Tony aún siente hacia él al menos atracción. Sin embargo no le interesó, cuando Stark dejó de asistir a su hogar perdió comunicación con Stephen, no lo buscó ni una sola vez. Siendo así, es difícil solo levantarse, seguir asistiendo a lugares de apuestas y fingir que nada pasó.

     Además se siente como una cría enamorada. Lo pasado fueron cosas tan simples y tontas, al igual que sus expectativas sobre Stephen, es solo que sí estaba enamorado, y podía admitirlo sin titubeos. Eso representa todo un hallazgo.

     Su cara seguía siendo limpiada, el silencio le rodea. Si quisiera, podría notar que el ambiente no se siente como el de un hospital. Está en una cama demasiado cómoda, y hay alguien sentado junto a sus piernas, lo primero en suponerse es que se trata de la enfermera pensada por él, pero esta persona es pesada, podría deducirse eso sintiendo qué tanto curvea el colchón.

     Si se sintiera bien, estaría levantándose ya para salir de servicios médicos innecesarios, regresando a su vida de miseria y recuerdos de un doctor. No, no vale la pena. Por una vez se quedaría ahí, siendo atendido por manos atentas, de profesionales que sí tengan sentimientos, no egoístas neurocirujanos expertos.

     Sin embargo terminó frunciendo la nariz y el ceño, identificó cierto aroma natural. «Vapor de agua y madera». Se rió un poco ante esa comparación, fueron sus propias palabras de un día en que intentó describir el aroma de Strange.

     Abrió los ojos de golpe.

     —Buen día, Stark —Stephen sumergió el pañuelo blanco cubierto de sangre en un pequeño recipiente con agua, colocándolo después en la mesa de noche.

     —¿Dónde...? —se interrumpió para soltar un quejido y sentarse en el centro de la cama, observó lo que le rodea. Ningún rincón de esa casa pasa como desconocido para Stark, pero no sabe de qué manera terminó ahí—. ¿Qué pasó después del choque?

     —Te traje aquí.

     Tony hizo una pausa acompañada de un gesto exageradamente atento en el rostro.

     —¿Y ya? —se quejó alzando un poco la voz sin perder su actitud arrogante— ¿No había espacio en tu hospital, doctor?

     —Al haber provocado tu accidente, ese acto resultaría absurdo —contrastando con sus palabras, solo observaba fijo esos ojos ambarinos, sentado completamente recto y con las manos en el regazo.

     El castaño permaneció callado analizando la conducta del otro, pero al final solo terminó acostándose y colocando una de sus manos en un espacio de su frente que no estuviera herido.

     —Enloqueciste —suspiró esa palabra, cerrando los ojos de nueva cuenta—. Dame una razón para no tener a mis abogados rodeando tu casa, Stephen.

     Aunque tuviera miles de razones además del atentado contra su vida, no haría lo dicho. Debe hacerlo, por supuesto, sus sentimientos hacia Strange no van a sacarlo a él de apuros, sin embargo a Stark no le da la gana ni levantarse. No es una ventaja, resulta desesperante al grado de provocar el sentimiento de querer gritar, pero aún así no hace nada. Tal vez ya está cansado de tantas responsabilidades y montañas rusas de sentimientos.

     —Porque te dejé incomunicado.

     Ante tales palabras el moreno abrió un ojo para observar a Strange, sin cambiar de posición.

     —Y adivino, no me vas a dejar ir.

     El doctor negó. Después Tony aplaudió despacio.

     —Qué romántico, Stephen —se incorporó una vez más, dirigiendo una mirada amenazante a los ojos ajenos—. No creas que nuestra historia va a salvarte de esto, ¿no lo enseñan en la escuela de medicina? Retener a alguien contra su voluntad va a traerte serios problemas, doctor.

     —Por favor, no hay ninguna historia —pasó de largo la expresión de Tony, se había tornado desesperanzada otra vez—. Y el papel de moral no te queda, tú privarías de su libertad a alguien sin dudar para tus propios beneficios.

     —Sí, lo haría —respondió en seguida—, tal vez para protegerlos porque es lo que hago, Stephen, proteger incluso a idiotas como tú. Esto está lejos de ser aceptable.

     —Al menos evitaré usar algo de violencia, Stark.

     —Bien, ¿qué quieres entonces? ¿Negociar?, ¿tú, el gran doctor Stephen Strange vas a obtener dinero con mi secuestro?

     —Ambos vamos a obtener dinero si decides aliarte conmigo.

     Tony rió sacástico. Esa fue la frase más absurda usada para una propuesta, pero él ya sabe interpretar al cirujano.

     —Ah, ¿ahora sí quieres regresar? Creí que no había una historia, y creí que nuestro "nada" había terminado cuando me echaste de tu casa y decidiste no volver a saber de mí.

     —Después de eso reservé una mesa en el mejor restaurante de la ciudad.

     —¿Y no pensaste en llamarme para dar aviso? —siguió atacando, sin dejarse maravillar por las palabras ajenas—, ¿o hacerlo cuando no asistí a nuestra cita improvisada de la cual no tenía idea?

     —Y estás suponiendo que estamos aquí para discutir sin solucionar nada.

     —Oh, tienes sentimientos —exageró la altanería en sus palabras y movimientos—. Es una lástima que eso no alcance ahora, porque me tienes aquí contra mi voluntad. Arruinaste todo, solo estás arriesgando en vano para hacer una pobre representación de la bella y la bestia, pero la nuestra no es esa historia, solo eres un idiota con una gran mansión.

     Strange se puso de pie, con porte y expresión severos.

     —Entonces morirás de hambre —hizo alusión a la historia mencionada para luego retirarse, cerrando la puerta con fuerza.

     Tony se dejó caer en la cama, soltando unas cuantas maldiciones. Al cabo de minutos deseaba gritar, pero se conformó con dar fuertes golpes en la cama, sintiéndose incompetente. Podría estar analizando a su alrededor o solo salir a enfrentar a Stephen, pero su cuerpo simplemente se resiste a realizar el menor esfuerzo. Aunque se esté dando miles de razones para buscar su libertad o apelar al lado humano del doctor, no puede. Todo acto que se relacione con levantarse de esa cama se escucha como una completa tortura.

NegociaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora