ENGAÑO

17 0 0
                                    

Por alguna razón de las injusticias de la vida o de quiénsabequé, todos tenemos a alguien que nos hizo bosta. Alguien que nos tocó lo más profundo del ego. Nos arruinó la cabeza, nos dejó sin saber que hacer. No importa a qué edad, no importa de qué manera, no importa quién: a todos alguien nos arrancó un pedazo de nosotros mismos.
Puede que nosotros mismos inconcientemente buscamos que nos lastimen porque es la única manera de aprender. Nos la jugamos, siempre. Nunca vamos a lo seguro.
En esta ocasión voy a hablar de una situación mía, pero que nos tocó a todos más de una vez. No solo nos tocó ser víctimas, obviamente. Muchas veces el daño lo generamos nosotros. Porque creernos únicamente víctimas y no admitir que nosotros también lastimarnos, es ponernos en un lugar que no existe. Entender que nosotros mismos hacemos el mismo daño que muchas veces nos hacen (tal vez de diferente manera, pero hacemos daño al fin) nos hace entender más el problema. Y entenderlo nos hace que le demos la importancia que merece, casi nula.
La cuestión es que en uno de esos enamoramientos adolescentes yo caí en la mentira, la infidelildad. Lo más cómico es que sufrí la relación a una edad muy corta, y es de eso de lo que estoy orgullosa. Muchas veces juzgamos a la adolescencia, y creemos que los problemas de gente más prematura son menos importantes. No es asi, el corazón duele siempre.
Esta persona no me destruyó la idea del amor ni una cosa tan romántica. Esta persona me destruyó la confianza. Me arruinó, sobretodo, a mi misma.
Y es por esa cuestión que siempre, pero siempre voy a tener un pequeño resentimiento.
A todos nos marcan personalidades muy diferentes, y la personalidad que me define a mi es bastante fuerte. Nunca tuve baja autoestima, ni desconfié y sobre todas las cosas jamás me dejé arruinar por nadie. Hasta que llega ese alguien que no solo te saca la confianza y las ganas de sentir: te roba la personalidad.
Es increible como cuando caemos en este tipo de relaciones o situaciones dejamos de ser nosotros mismos. Pasamos a tener conductas y planteos que no hariamos jamás. Nos volvemos otra persona diferente. Nos inhiben, nos esconden. Nos volvemos inseguros, paranoicos, con mucho miedo.
Hay personas que nos roban la personalidad.
Pero siempre, siempre nos terminamos dando cuenta. No importa cuanto tiempo tardemos ni cuanto nos cueste (cuesta, un montón). Siempre (después de muchas vueltas) el click existe y es un click que nos salva.
Nos salva porque nos hace reaccionar y nos hace pedir lo que era nuestro.
Recuperamos nuestra personalidad, y empezamos a decir que no a cosas que sabemos que no merecemos. Que siempre supimos que no mereciamos, pero a veces falta valor para gritar basta.
A mi, personalmente, que me hayan robado la personalidad me marcó demasiado. Hubo 6 meses donde no fui yo. Donde me cambiaron, donde me basurearon, donde sufrí por cosas que no tenia que sufrir y me pisaron como si fuera tierra.
Aprender a decir basta es importante más que nada para nosotros mismos. Y siempre somos la persona que tenemos que tener como prioridad. Nunca tenemos que dejar que nadie nos diga quienes somos. Jamás.
Cuando recuperamos quienes somos, cuando nos volvemos a poner firmes, y cuando superamos cualquier obstáculo que nos quieran poner en frente, sin darnos cuenta estamos reforzando esa personalidad que habiamos perdido.
Realmente, que nos engañen nos hace crecer.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 05, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

CATÁRSISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora