Los lamentos nos atan jovencita, esas solían ser las palabras de mi madre cada vez que era incapaz de perdonarme por un error, en ocasiones la frase era solo un elemento más que decir, un fragmento más de su dialecto, pero aun así en ocasiones estas llegaron a marca mi vida. Hoy ya ha pasado un año de la muerte de mi madre, desde aquel día, no he hecho nada más que lamentarme. Para mi madre la muerte no era el fin del camino, según ella era solo la parte más fácil, ya que una vez llegamos ahí, no tenemos que volver a sentir nunca más, aun así, su muerte solo logro acusar un gran vacío en nuestros corazones.
- ¡Hanna!, ya es hora de cenar baja de ahí, no esperare a que la pasta este fría otra vez solo porque no te quieras parar.
- ¡Ya voy!, - dije mientras baja las escaleras- ¿por qué estas tan rápido el día de hoy?, ¿acaso piensas salir?
- Tengo trabajo, y quiero cenar contigo antes de irme, ¿es eso acaso tan difícil de entender?
- Ya cálmate, no tienes que molestarte.
- No estoy molesto, solo estoy nervioso, es mi primer día en ese nuevo empleo.
- Tranquilo lo harás bien, eres bueno en lo que haces.
- Eso lo sé, el único problema es que es mi primera vez como guardia, y como sabes no estudie para eso.
- Cálmate, solo será un par de meses en lo que consigues el otro, recuerda que tenemos que comer, además no tienes por qué sentirte mal, podría ser peor, por lo menos no eres prostituto.
- Ha – dice mi padre de forma sarcástica- que buen chiste, ahora siéntate, no quiero llegar tarde.
La noche avanzaba, en menos de una hora papá ya se dirigía a su nuevo empleado, y yo volvía a estar sola. Aquella noche el frió recorría mis pies, más que de costumbre. Aquella fría noche había traído consigo una leve lluvia y por primera vez en un año era capaz de ver las gotas de la lluvia en mi ventana sin llorar. La noche seguía avanzado, y la fría lluvia mojaba a diestra y siniestra todo lo que estaba a la vista, incluyendo a aquel joven chico de cabellos plateados. Sin pensarlo salí corriendo, y tomando el paraguas me dirigí a la entrada, y ahí estaba aquel chico de cabellos plateados y mirada fría y vacía
- ¡Oye!, no deberías mojarte, te puedes enfermar
- Umm... ¿Con quién hablará?, acaso estará loca
- Te hablo a ti mismo, además es muy grosero que llames a alguien que no conoces loca, vamos en mi casa podrás refugiarte en lo que la lluvia para – esas fueron las palabras que dije mientras intenta agarrar la mano de aquel chico –
- ¡Aléjate de mí!... no me toques, no te pedí ayuda, mucho menos me tocaras... ¿acaso me vez mojado?
- Eh? ¿Yo?... es cierto, ¿Por qué si está lloviendo tan fuerte tu no estas mojado?
- No sé cómo es que puedes verme, pero te lo diré una sola vez, te recomiendo que veas un doctor, puede que estés muriendo.
Esas fueron sus últimas palabras mientras se alejaba lentamente de mi vista perdiéndose en la oscuridad de la noche, aquel joven sin un nombre o apellido, lo único que sabía de él era que por alguna razón odiaba que lo tocaran.
Después de ese día no lo volví a ver, recuerdo durar horas cerca de la ventana día tras día para ver si era capaz de observarlo nuevamente, pero nada, ni el más mínimo rastro de él.
- ¡Papa ya me voy!
- ¿Acaso no es muy temprano Hanna?, porque no lo dejas para más tarde
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Los Lamentos De Grey
RomanceLa trágica historia de un chica que tras perder a su madre y encontrarse al borde de la muerte al intentar arrebatarse su propia vida, queda envuelta en la liberación de un alma en pena, ayudándolo a regresar al mas allá