Un legado imperial

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En el siglo XVI, ha sido registrado uno de los eventos que marcó el renacimiento de una civilización, conocida como el Nuevo Mundo.

Era un militar ambicioso y determinante, el gobernador Pedro Arias Dávila. Tras una oportuna trayectoria en la expansión española y siendo aproximadamente de 64 años, planificaba el siguiente punto del legado europeo en las tierras colonizadas. Ensimismado, observaba con minuciosidad el verdoso forestal territorio.

Parte de sus hombres llegó a su servicio, de quienes con agrado se percató y seguidamente les anunció:

—He aquí las tierras de las riquezas, un paso de nuestro imperio hacia el dominio del Nuevo Mundo. Con honor, levantaré una ciudad cuyo establecimiento se evidenciará bajo nuestros pies y cuya fortuna será tan grande como nuestro nombre al oído de los ingleses.

Comprendió uno de sus hombres que a partir de aquel momento los negocios y el comercio debían accionarse, por lo que accedió a uno de los Generales españoles que sería convencido con tan grata propuesta. El General se aproximó a la presencia del encargado de la Corona, a la expectativa de sus siguientes palabras, las cuales fueron:

—Mi persona está complacida de verle, General. Con usted pretendo conseguir los recursos ideales para nuestro asentamiento, mano de hombres capaces de moldear con sudor y sangre la nueva ciudad del Pacífico. 0

Convencido, el general cerró con aceptación la estrecha negociación para el comercio de esclavos lo suficientemente fuertes y hábiles para construir impenetrables edificaciones.

Mas Pedrarias no era conocido por ordenar y ser observador. El furor de este militar dominante lo llevó a las hostilidades contra los aborígenes de la zona, siendo éstos encadenados y castigados con masacres y agresiones que los dejaban flexibles en pro al poderío de los españoles.

El comercio de los esclavos tomó fuerza con la llegada de los negros al istmo, los cuales sometidos fueron arrastrados hasta el terreno de la futura ciudad.

Los soldados españoles eran hostiles a las etnias que consideraron menores, a los cuales encadenaban y agredían como forma despectiva.

Pedrarias no tardó en imponer su fuerza contra su esclavizada mano de obra y, determinadamente, ordenó el inicio de la construcción de la ciudad. Al ser el agua potable muy escasa en aquella región para ese entonces, ordenó con inmediatez la creación de pozos. Siguiendo sus mandatos, sus hombres se encargaron de supervisar de igual forma la construcción de las casas y la fortificada torre del Campanario, la Catedral de la ciudad. Tras esto, se envió a gran parte de los esclavizados hombres a la edificación de

Arduamente trabajaba la mano de obra en tareas que requerían la fuerza suficiente y también, al doble y triple. Esto no impidió el despectivo trato que recibieron estos hombres por parte de los colonizadores, lo cual no pasarían por alto.

Transcurría el tiempo y Pedrarias ansiaba el crecimiento poblacional, a lo que asistió con la llamada de los ciudadanos de Santa María la Antigua en el Darién para que se asentaran en la nueva ciudad, y así fue hecho. Llegaron a las tierras y, así mismo, provisiones por parte de la Corona de España fueron traídas al sitio.

Sus nuevos integrantes fueron recibidos e instalados con éxito, lo que, por otra parte, no fue el caso de los colonizados por Pedrarias en la localidad. Ultrajados, estremecidos y denominados "cimarrones" como insulto por parte de los españoles, la furia los llevó al despertar de la fuerza en rebelión, y se levantaron asimismo y atacaron a los hombres europeos que durante mucho tiempo imponían su autoridad con agresiones. La guerra de los cimarrones fue un evento catastrófico, pero también liberador. Uno de los rebeldes más sobresaliente fue Bayano, quién permaneció bajo guerra como un líder natural a favor de quienes sufrieron las consecuencias de la esclavitud. Por ambos lados hubo heridos y asesinados, dejandose la huella de lo que fue la respuesta contra los forasteros que los mantuvieron en cautiverio.

Incluso mujeres inocentes, visiblemente aterrorizadas, buscaban la forma de encontrar protección ante la amenaza del suceso, las cuales se escondían, huían, ansiaban encontrar un lugar seguro en el que no corrieran peligro.

Otro personaje destacado entre las rebeliones fue Felipillo, el cual siendo buscado por los europeos, logró escapar exitosamente de sus manos, huyendo hacia la profundidad de los bosques panameños.

Los malos sabores quedaron ante la agresividad evidenciada en la construcción de la que fue bautizada como Ciudad de Panamá, a pesar de los hechos, resultó en sí otra hazaña del imperio español en las tierras americanas.

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