Tebas 1450 a.c

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Excelente, que tu corazón se alegre, ¡Oh príncipe! Mira: ya hemos llegado a casa!

Las gracias han sido dadas y el Dios ha sido adorado, cada hombre abraza a su compañero, nuestra tripulación ha llegado en buenas condiciones, sin perdidas.

Ya hemos llegado a nuestra tierra, escucha Príncipe, te contaré algo semejante que me ha ocurrido a mí mismo...

Fui a la mina del soberano por mar, en un barco de 120 codos de eslora, y 40 codos de manga, con 120 marineros de entre los más selectos de Egipto. Ellos oteaban el cielo y la tierra, eran de corazones más valientes que leones, sabían predecir la tormenta antes de que hubiera venido, y el mal tiempo antes de que hubiera aparecido.

Una tormenta se desencadenó mientras nosotros estábamos en el mar, antes de que alcanzáramos la tierra. El viento arreció y la tormenta mostró su fuerza, y una ola de 8 codos me golpeó... Entonces el barco naufragó con todos los que estábamos en él.

Fui arrastrado hacia la isla por una ola del mar, pasé tres días solo, con mi corazón como único compañero, dormí en el interior de una cabaña.
Con la sombra del día estiré mis piernas, caminé a ver que comería, y encontré higos, uvas, todo tipo de verduras, excelentes todas ellas, higos de sicomoro verdes y maduros, melones como si hubieran sido cultivados, también había peces y aves.
Me sacié y coloqué en la tierra lo que había recogido, por ser demasiado para mis brazos, corte un palo para hacer fuego, e hice una ofrenda para los dioses.

Entonces, oí un ruido atronador, y pensé que eran las olas del mar, las ramas se quebraban y la tierra temblaba.

Descubrí, y ví que era una serpiente que venía hacia mí, media 30 codos.

Y su barba era mas grande que 2 codos, estaba recubierta de oro y sus cejas de verdadero lapislázuli.

Estaba erguida hacia adelante y abrió su boca hacia mí. Mientras yo estaba arrodillado en su presencia.

Ella habló :

¿Quién te ha traído? ¿Quién te ha traído, hombre? ¿Quién te ha traído? Si demoras en tu respuesta haré que seas convertido en cenizas.

Tú me hablas y no lo comprendo, estoy frente a , y he perdido el conocimiento.

Entonces ella me puso en su boca, y me llevó a su morada, me dejó allí sin golpearme, quedé ileso, como si nadie me hubiera agarrado.
Abrió su boca hacia mí, mientras yo estaba en su presencia.

¿Quién te ha traído? ¿Quién te ha traído, hombre? ¿Quién te ha traído a esta isla del mar?

Le respondí con mis brazos doblados en señal de respeto en su presencia:

Este soy yo, estaba yendo hacia la mina en una misión del soberano en un barco de 120 codos de eslora y 40 codos de manga, con 120 marineros, entre los más selectos de Egipto, eran de corazones más valientes que leones, no había ninguno incompetente, la tormenta se desencadenó mientras nosotros estábamos en el mar, antes de que alcanzáramos la tierra, entonces el barco naufragó con todos los que estábamos en el. No quedó nadie excepto yo.
¡Mira! Estoy junto a , fui traído por una ola del mar.

Ella me habló:

No temas, no temas! Hombre, que no palidezca tu cara. Tú llegaste a mí. Un dios ha permitido que tu vivas, quien te trajo hacia esta isla del Ka.

Nada existe que no esté en su interior, está llena de todo lo bueno. Tú completarás mes tras mes hasta sumar cuatro meses en esta isla, y un barco vendrá de Egipto con marineros que tú conoces, te irás con ellos hacia el hogar y morirás en tu ciudad. ¡Qué alegre está quien cuenta lo que ha hecho cuando supera lo malo!

Si eres fuerte, y controlas tu corazón, abrazarás a tus hijos, besarás a tu mujer y verás tu casa. Es lo mejor que hay. Llegarás a Egipto y estarás con tus hermanos.

Yo, ciertamente, seguía arrodillado, y toqué con la frente el suelo en su presencia.
Yo le hablé:

Explicaré tu poder al soberano e informaré de tu grandeza, haré que traigan para ti láudano, e incienso de los templos para satisfacer a cada dios. Sacrificaré para ti bueyes, haré que traigan para barcos cargados de todas las riquezas de Egipto, como se hace a un dios.

Se rio de mí, de lo que yo había dicho, le parecía una estupidez.

Ella me habló:

Tu no tienes bastante mirra, aunque te conviertas en señor del incienso,
Verdaderamente yo soy el señor de Punt y la mirra me pertenece.. Todo es abundante en esta isla.

Sucederá, tu te alejarás de esta isla y no la volverás a ver, porque se transformará en agua...

Aquel barco vino, como había predicho ella antes, fui y subí a un árbol alto y reconocí a los que estaban en el.
Fui a informarla, pero encontré que ya lo sabía.

Me habló:

Vete en paz, hombre, a tu casa, verás a tus hijos, haz que yo tenga un buen nombre en tu ciudad, mira! Estos, son mis bienes, te pertenecen.

Me tendí, estando mis brazos extendidos en su presencia. Me dio un cargamento de mirra, alcanfor, galena, grandes cantidades de incienso, colmillos de marfil, perros de caza, macacos, babuinos y todas las riquezas valiosas.

Lo cargué en el barco.

Sucedió entonces cuando yo estaba arrodillado, para dar gracias al dios, me habló:

" Llegarás a casa en dos meses, abrazarás a tus hijos, estarás en tu hogar hasta tu entierro. "

Bajé a la orilla, cerca del barco, y llamé a la tripulación, di alabanzas para el señor de la isla y ellos hicieron lo mismo.

Navegamos hacia el norte, hasta llegar a Egipto, a la Residencia Real, llegamos en dos meses a casa, todo como lo había dicho ella

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Navegamos hacia el norte, hasta llegar a Egipto, a la Residencia Real, llegamos en dos meses a casa, todo como lo había dicho ella.

Me presenté ante el soberano y le ofrecí los tributos que había traído de la isla. Él dio gracias al dios.
Fui nombrado compañero y me dotó de esclavos.

Ha acabado, desde el comienzo hasta el final, como lo que se hubo encontrado escrito en el papiro. Que viva, que sea próspero y que tenga salud.

El Marinero NaufragoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora