Ella corría por la vereda, como muchas otras personas de ese lugar lo hacían. Corría en silencio, con la vista al frente. No traía auriculares, pero no oía el barullo de la cotidianidad, mientras se ejercitaba. Su mente permanecía en blanco, por lo que al casi chocar con un ciclista no tuvo reacción más que esquivarlo rápidamente de forma automática. Aunque al hacer unos pasos más, se detuvo a razonar lo que estuvo a punto de pasar. Y es ahí cuando los pensamientos volvieron a ella, acompañados de sentimientos, todos ellos recordándole que debía huir.
Abrió de par en par sus ojos, ante el descubrimiento de porqué se hallaba ahí, y empezó a correr nuevamente. Solo que esa vez lo hacía con más velocidad. Si se quedaba quieta y dejaba que su cabeza tomara el control, no podría seguí huyendo. Trataba de vaciar su mente, pero no podía volver a hacerlo, ya que no podía dejar de pensar en el monstruo del que debía escapar. Aumento aún más su ritmo, asombrándose de si misma, de la capacidad física que tenía sin saberlo. Pero éste descubrimiento inmediatamente fue asociado a su forma de conseguirlo, regresando al tema principal, su huida constante del monstruo.
Sin poder resistirse, volvía a nublar su razón las acciones de aquella bestia. Rememorar los gritos la hicieron temblar, pero no se amilanó y continuó su paso. A ellos le siguieron las palabras, los insultos, las frases hirientes y desmoralizadoras que ese estropajo lanzaba por doquier sin medir las consecuencias, generándole un nudo en la garganta. Siguieron las miradas cargadas de deprecio, para transformarse en unas arrepentidas que volvían a transformarse en enojo para llegar a unas de rechazo. Erizaban así su piel cada una de ellas, ante las sensaciones que le generaban.
Pero los recuerdos no se quedaban ahí, moretones, cosas siendo aventadas, golpes por doquier fueron las gotas que derramaron el vaso. No pudo más y se detuvo a respirar, mientras tomaba aire agitadamente se resignó, ya se había ocultado del monstruo bastante tiempo. Debía regresar.
Al traspasar la puerta, el silencio y la oscuridad la embargaron. Cosas que no le molestaban, pues así tenía paz. Se bañó, borrando los restos de transpiración y de las pequeñas lagrimas que salían a distintas horas del día, como todos los días. Mientras se secaba y cambiaba no podía dejar de pensar cómo aplacar al monstruo, ese ser insaciable de ira y egoísmo. Optó por mantenerse en paz, tomar un té y leer un libro, ya luego vería que hacer.
Así pasaron las horas, ella perdida en mundos imaginarios que la ayudaban a olvidarse de sus problemas. Hasta que oyó pasos, seguidos de la puerta de la entrada abriéndose.
Él llegó, se veía agotado, hambriento y sucio por sus labores. Ella sintió pena y se sintió muy agradecida por su esfuerzo. Preparó una merienda para él, a su pedido. Compartió un tiempo con su gran amor, sin poder sacarle muchas palabras, si que ninguno tuviera mucho que contarse. Mirando la televisión y riendo de los programas que elegían ver para despejarse juntos. En uno de los intervalos para ir al baño, se dió una conversación. Ahí estaba él, cansado de ver desorden, de unos platos y ropa sin lavar, o planchar. Sin cena próxima a la vista aunque la noche ya los hubo alcanzado. Los reclamos se amontonaban, haciéndola consiente de sus fallos. Su corazón se achicó poco a poco al caer en la cuenta de todo lo que hacía mal. El odio hacia si misma, hacia sus defectos surgía como lava hirviendo de su interior. Y ahí fue, que el monstruo se asomó... al alcance de ella estaba un vaso, lo tomó con fuerza, mientras se defendía de las protestas a gritos, y lo lanzó en su dirección. Él lo esquivó apenas, y la miró. Esos ojos brillando de rabia, esas palabras hirientes, nuevos moretones para la colección. Los dolores de cabeza que iniciaban, el estrés acumulandose una vez más, esa enfermedad sin nombre haciéndose presente. Y una nueva situación que los hundía otro poco, sin que ninguno de los dos pudiera o quisiera, huir de su cruel realidad.
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MONSTRUO
Short StoryTodas las personas somos acosadas por monstruos. A veces ellos están a nuestra vista, en nuestra vida cotidiana, al alcance de cualquiera... esos monstruos sólo deben encontrar el momento justo para aparecer.