Capítulo único

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Acabo de cumplir uno de mis caprichos relacionados al fandom haciendo esto, jAJAJA.

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El mundo no dejaba de ser cruel en la Cuarta Reserva de dragones de Rumania. Estaban aislados, solos con sus cicatrices, con sus quemaduras, con varitas que no se podían usar sin alterar a los dragones y látigos correctores que no harían nada cuando uno de ellos decida cerrar la mandíbula sobre ti; los inviernos eran duros, las primaveras cortas, los veranos lluviosos y agotadores. La gente no lo hacía más agradable.

Pero el otoño, oh, el otoño es especial en la Cuarta Reserva.

La primera semana de septiembre, los senderos de la reserva son cubiertos de hojas de colores y ramas secas, y los nuevos reclutas desfilan a través de pasadizos que se entremezclan y confunden, y que no podrán distinguir unos de otros durante los primeros meses de su estadía. Es cuando el aire, por lo general húmedo, se hace más fácilmente respirable durante un escaso período de tiempo, y los criadores y adiestradores (porque, entre ellos, se consideran diferentes), se reúnen para la Prueba de Fuego de los chicos nuevos, magos y brujas que no conocen de inviernos cubiertos de nieve sin amuletos de calor en la ropa, ni usar un hacha cuando la temperatura desciende y una floritura de varita causa un estallido de mal humor en la zona de dragones recuperados, que detestan tanto la magia y a quienes la usan.

Es casi un deporte para los dragonolistas observarlos, detallarlos, medirlos. Este no será apto, aquel no podrá pararse frente al Colacuerno sin chillar, ese va a salir corriendo. Suelen acertar. Hay chicos que se desmayan, adolescentes entrando en pánico, accidentes menores que son exagerados, y los afectados jamás vuelven a pisar la Cuarta Reserva ni a darle vueltas a la profesión dentro de sus cabezas.

Es mejor así.

El mundo puede ser hermoso y puede ser cruel, y si no eres capaz de soportar con la misma firmeza ambas caras de la moneda, nunca podrás detenerte frente a un dragón y hacer lo que debes hacer, sin temer por tu vida, tu integridad. Esos conceptos son relativos entre los dragonolistas.

La Prueba de Fuego tiene lugar en una arena que no se utiliza por el resto del año, reservada como la tienen para esos casos. Cumple las funciones de anfiteatro y escenario, y los profesionales ocupan asientos a los alrededores, palcos altos y alejados del centro, que les otorgan una visión casi perfecta de lo que yace dentro. Los nuevos entran por un costado, una puerta pequeña y enrejada que alguien se encarga de abrir y cerrar en los momentos oportunos.

Existen dos fases para las pruebas, la individual y la colectiva. Esta es la que va primero. Los reclutas son amontonados en la base de la arena, espalda con espalda, alrededor de un montículo de objetos mágicos, que están a su disposición una vez que un cuerno de cacería es tocado; entonces tienen diez segundos exactos para decidir y ejecutar, pasándole por encima a los demás o ingeniándoselas con lo que tengan, antes de que el enrejado de la puerta de mayor tamaño también se abra, y una de las dragonas recién pasada la época de cría, las más feroces de las especies, salga.

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⏰ Última actualización: Feb 26, 2021 ⏰

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