A Luciano.

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                Lágrimas. Otra vez gotas de agua tibia recorren mis mejillas y son secadas con mis puños apretados en un manojo de nervios, impotencia, tristeza, desidia.

        Ayer también estaba acá, sentada, escribiéndote. Escribiéndole a todos los que no querían ver lo que hoy sale en la televisión. Una llamada, un mensaje, un puñal en el medio del pecho. Apareciste, sin vida, sin zapatillas, sin identidad, sin tu sonrisa tan característica, sin tu mirada que alimentó mi alma cada vez que me sentía perdida, pero apareciste. Te encontraron. Te encontramos. Te encontré. Estoy llorando y no sé qué es este llanto. Muerdo mis labios y coloco mis manos en el pecho sintiendo que algo se fue pero también algo llegó. Se fue la esperanza de encontrarte en una celda, secuestrado, privado de tu Libertad. Llegó la serenidad, ya podés descansar en paz. Hace más de un año me prometí que iba a hacer lo imposible por hallarte, muchos creían que sólo decía estupideces, unos pocos creyeron en mí, se unieron, me ayudaron y abrazaron siempre que declaraba no poder seguir. Tantos viajes en micro leyendo un libro con tu cara, tantas sonrisas al cielo alumbrado por el Sol, la Luna, o cubierto de nubes, tantas brisas de aire fresco que erizaban mi piel cuando preguntaba dónde estabas, tantas palabras de aliento entre los pibes, como vos, que tirábamos juntos del carro para salir adelante. Nada fue en vano, acá estás, latiendo más que nunca, vivo en los que, a pesar de todo, no nos dimos por vencidos.

        Diecisiete de octubre de 2014. Primavera. Sol. Luz clara. Lloviznas efímeras. Una familia que dio la cara a los medios de comunicación, una vez más. Un puñado de la sociedad se siente desconcertado. Un Estado que da vergüenza. Una policía corrupta y asesina. Una piba que te siente en su hombro contemplando lo que escribe mientras fuma un cigarrillo para calmar la ansiedad. ¿Ansiedad?, no creo haberme expresado bien, mejor sería decir decepción moral. Como dice un cantautor, “cuando estaba por sucumbir a la obediencia una luz rompió la puerta”. Te hiciste llanto, te hiciste eco, te convertiste en razón y en una llave que nos llevará al verdadero Cielo, donde allá, quizás, nos encontraremos, pero al menos te podré decir que se hizo justicia porque ya hemos descubierto la verdad y ahora nadie nos va a callar ni detener.

        Lu, como te llamamos con esos que anteriormente nombré, con la gente que conocí por vos en charlas, marchas, hasta por redes sociales, te estoy extrañando más que nunca, pero hay algo que no va a dejarse morir por echarte de menos, y es lo que nos enseñaste; resistir. Te agradezco, desde donde estés, por haberme abierto los ojos. Hasta siempre, hermano desconocido.               

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⏰ Última actualización: Dec 09, 2014 ⏰

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