La transición

Durante mi primer semestre de la universidad tuve la oportunidad de conocer a mucha gente, pasarla bien y empezar relaciones de amistad que durarían hasta el día de hoy. Sin embargo, hubo una materia en particular que no me permitió amar la carrera con totalidad y hasta me dio pie para salirme de la misma.

En ese tiempo, estaba en la carrea de Economía y negocios internacionales.

En su mayoría, las materias que cursaba eran muy interesantes y me iba bien, pero había una en la cual no solo yo sino, más de la mitad de mis compañeros nos sentíamos irritados e inconformes. Álgebra y funciones.

Tal vez éramos exagerados, pero en el momento nos pareció siempre, que el profesor no explicaba cómo se debía y que iba demasiado rápido con la explicación de los temas, a pesar de que le pedíamos que nos explicara un poco más o nos diera más tiempo para asimilar, que hiciéramos ejercicios u algo para reforzar.

Él solo nos decía que teníamos que poner en práctica el aprendizaje activo.

Llegado a un punto en el que ya entrabamos a la clase y no sabíamos ni siquiera de que estaba hablando, esperamos al segundo parcial para ver si lográbamos pasar el examen y tener esperanza con la materia.

Ese día mas de la mitad de los estudiantes del curso cancelaron la materia, entre ellos yo.

En total quedaron aproximadamente 10 alumnos de 30 que estuvimos matriculados en el curso.

En ese momento, pensé que las matemáticas o lo que estuviera relacionado con ellas no eran lo mío y me puse a pensar y a reflexionar sobre si en verdad quería estar en una carrera en donde no podía dar todo de misma.

Hable con mis padres y tome el consejo de mi papá, el cual desde el primer día me había dicho esa no era mi carrera y que yo debería de estudiar lenguas porque ese era mi fuerte.

Averigüé sobre la carrera de lenguas extranjeras dentro de la universidad, e hice el cambio de carrera para el segundo semestre de 2016.

Desde ese momento, supe que había tomado una buena decisión y hasta ahora pienso lo mismo.