Déjame ir

Parte 2

Siempre estaré a tu lado, en las buenas y en las malas. 

William: Suenas como a ella, o bueno, todo me recuerda a ella. Como las veces que mis dedos interpretaban las más grandes y bellas melodías en aquel viejo piano de la casa escénica. ¿Recuerdas? 

Claro que sí, eras como el Chopin de aquellos días, timbres calmados, cálidos y profundos. Decías mucho con tan pocas partituras. Aún estando triste, destrozado, en lo mas profundo, seguías tocando. 

William: Vas a hacer que recuerde y llore, no me dejarás salir de la casa, al menos déjame comer. 

Tarde... sabes que soy un troll en los momentos menos indicados, me pregunto a veces ¿Por qué lo hacemos?, como sea, ahí esta. 

William: No puede ser cierto... haces que mis lagrimas caigan en la comida.

Y la depresión una vez más ataca tú corazón... Las sombras del pasado vuelven cada vez que te sientes vulnerable y lo estás, lo estarás, porque al parecer no aprendes de ellas. 

Llora, llora todo lo que quieras, pero eso no cambiará nada, eso no solucionará nada, inclusive la misma muerte. Aunque no mueras hoy, recuerda que el deseo de ella fue que siguieras viviendo en su nombre. El mejor regalo es que sigas adelante aún así tu mundo se vaya destruyendo en pedazos. 

Tampoco brindes tu luz hasta quedar en el más profundo vació de las cavernas de tu corazón. Recuerdala como un tesoro de la memoria en las veces en que fuiste feliz a su lado. Vamos, recuerda esos besos y abrazos, pero no te quedes por mucho tiempo, vuelve... vuelve y vive el hoy. 

William: Por favor, cállate. Quiero que silencio total... 

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Su voz interior desapareció, solo quedando el, en la mesa, a la luz del día que atravesaba la ventana del balcón que quedaba detrás de el. Un día frió, había llovido toda la noche, se podía apreciar la neblina que cubría y empañaba los espejos de la casa, el roció hacía juego de joyería cuando la luz tocaba con suavidad la superficie de su existencia. 

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William: (...) ¿Quien eres tú?