Parte 1 Sin Título

5 0 0
                                    

       Me desperté sobresaltado, con el corazón agitado y bañado en una transpiración profusa. Me parecía haber vivido una pesadilla. Somnoliento, me levanté, me calcé las pantuflas y me encaminé, con pasos de plomo, en dirección del sanitario. El cansancio y el sueño insatisfechos se me acumulaban en los párpados, haciendo que se me cerraran los ojos, con la fuerza de un gran imán.

La noche anterior, había regresado tarde a casa de la feria de libros alternativa a la FIL de Lima (evento más conocido como la ANTIFIL). Reencontrarme con amistades del mundo literario, artístico, periodístico, etc., después de mucho tiempo, siempre es motivo para celebrar la amistad, la publicación de una obra o la tertulia por cualquier asunto que cause interés. Esta ocasión no había sido la excepción. Mi esposa y mis hijos se habían ido a Lince a visitar a mi hijo mayor. Ellos me habían sugerido que, después de la feria, me fuera también a la casa de mi hijo. Pero, lamentablemente, no tuve otra opción que retornar a Los Olivos, debido a que tuve que acompañar a un viejo amigo poeta, algo mayor de edad ya, que se dirigía hacia el distrito de Comas.

_ Hoy, he tenido una mala experiencia en la calle – escuché, de pronto, la voz de mi esposa, a mis espaldas.

Sorprendido, volteé mi rostro hacia ella. El cansancio y el sueño se me fueron como por arte de magia y los ojos se me abrieron de par en par, como dos platos soperos. ¡No lo podía creer! ¿Había pasado por su lado sin darme cuenta de su presencia? Efectivamente, mi esposa estaba allí, sentada de perfil, en el borde del pie de cama. Estaba vestida con un jean azul elástico, un polo del mismo color en mangas, estampado de diminutas estrellas blancas, un chaleco grueso de lana en color de sangre oscura y unas botas negras. Su cabello cúprea, fresco por la humedad, lo llevaba en trenzas gruesas y delgadas, con diseños franceses. Su rostro angelical, amelonado, refulgía con un tenue rubor a color carmín. Parecía que acababa de llegar a la habitación.

_ ¿Qué dices? – respondí yo, intrigado - ¿Qué es lo que te ha pasado?

_ Estaba en la calle, cuando $&&bzbz...pqrst$&&bzbztqchr!! – declaró ella. No la entendí, absolutamente nada.

_ ¿Qué dices? – insistí, acercándome hacia ella.

_ $&&bzbz...pqrt$&&bzbztqchrt!! – continuó hablando ella, en un lenguaje totalmente incomprensible. De repente, su voz se fue haciendo también cada vez más débil.

Intrigado, comencé a acercarme hacia ella, con más preocupación, para ver qué es lo que le estaba sucediendo. Además, porque quería comprender qué era lo que me quería decir. Sin embargo, de manera imprevista, como si mi esposa estuviese protegida por un escudo invisible, sentí una gran fuerza que me impedía avanzar hasta ella. Para asombro mío, inexplicablemente, mi cuerpo se hizo más pesado, como si hubiera ingresado a una dimensión desconocida, donde la gravedad se multiplicaba. Estaba seguro que yo le preguntaba a mi esposa: "¿Y qué te pasó?" Pero de mi boca, por más que me esforzaba, no salía ningún sonido articulado, salvo unos sordos ruidos guturales. Las palabras se me enredaban en la lengua y mi energía perdía fuerza en la inutilidad.

Para mi sorpresa y perplejidad, el cuerpo y la figura de mi esposa se fue haciendo invisible lentamente, como si un gran borrador invisible, la borrara de la realidad material. Incrédulo, la observé transparentarse gradualmente, hasta hacerse completamente invisible. Me quedé absolutamente estupefacto. No sabía qué hacer, cómo reaccionar. Estaba ante algo nuevo y desconcertante para mí. ¿Acaso estaba ante algún evento de alguna dimensión desconocida de este vasto e inmenso universo? ¿Estaba frente a un hecho meramente fortuito o era algo premeditado? ¿Por qué? ¿Y qué es lo que se buscaba de mí? ¿Quién o qué era ese extraño ser invisible que había ingresado en la habitación adoptando la figura de mi esposa? Mientras me devanaba los sesos, mis fuerzas iban retornando poco a poco hacia mi ser.

Desconcertado, sin querer admitir lo que me estaba sucediendo, me dije: "Esto no puede ser real; tiene que ser un sueño". Pero, sin explicaciones objetivas y, más aún, estar convencido que no estaba en un mal sueño, cogí una escoba y comencé a golpear como un demente, intentando alcanzar el cuerpo invisible de aquel extraño ser que se había transfigurado en el cuerpo de mi esposa y había logrado sorprenderme por unos instantes. Comencé a luchar contra un enemigo invisible. Por supuesto, era una batalla desigual. El enemigo no solo tenía la ventaja de la invisibilidad, sino también el de la ubicuidad. Y más grave todavía: no era de la misma dimensión que la nuestra. Aun así, los escobazos que lanzaba a tientas y ciegas, estoy seguro, lograba asestarle algunos buenos golpes, pues la escoba rebotaba contra un cuerpo de naturaleza invisible. Desde luego, en la mayoría de los casos, me iba en balde; sobre todo, cuando el ser invisible trepaba a la pared o el cielo raso de la habitación.

No tengo noción de cuánto tiempo he estado en esa batalla desigual. Mis fuerzas ya no daban más. Si el extraño ser me quería derrotar por el cansancio, probablemente lo estaba logrando. Y quizá no tendría la oportunidad de contar esta misteriosa historia, si, de manera inesperada, no se hubiese abierto un portal, de forma elíptica, en la puerta de la habitación, por donde el ser invisible logró escabullirse. Entonces, fue cuando me desperté sobresaltado, con el corazón agitado y bañado en una transpiración profusa.

Antón Vallemar

PALABRA HABITADA (NARRATIVA)

Lima - Perú  

DIMENSIÓN OSCURAWhere stories live. Discover now