Una danza en la oscuridad

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Les contaré un breve cuento de odio y amor. No, odio no. Amor. En un pueblo donde siempre era de día el amor se manifestaba no en cartas ni en rosas de los llamados caballeros quienes después se escabullen como el ratón con el queso. En este pueblo la danza era la más hermosa manifestación del amor y el amor rompe las maldiciones como quien rompe una copa de cristal, el zumbido simplemente asombra o decepciona. Y al otro lado del pueblo estaba El bosque de la Noche donde habitaban únicamente criaturas llamadas Sinamor. Eran demonios que una vez fueron humanos odiados y desterrados del amor que cualquier mortal merece. Demonios solo eran humanos que no sentían amor y nunca por nada de la oscuridad danzaban. Y entonces una mujer con un corazón puro y limpio se dio a conocer ante la oscuridad del bosque de la Noche, sin miedo ni temor entro en la noche que jamás había presenciado. Miedo ¿Cuál miedo? Eso no existía en un alma que la transmitía. Una hermosa joven decidió explorar los secretos de los odiados y entonces escuchó unos breves pasos de un Sinamor, vestimentas oscuras con una máscara de calavera con cuernos de una madera anormal.
-¿Qué haces, damara?- Preguntó el Sinamor, desesperado. Damara significaba "Dama". Pero la mujer no respondió nada. Era una sensación de extrañeza. En los tiempos donde la noche habitaba con el día y la oscuridad reinaba, el odio convivía con el amor, y una vez más se encontraron. La damara recitó unas palabras que ni el mismo demonio las escucho y el ser, curioso, no dejaba de mirarla. La oscuridad del bosque y las hojas se movían en conjunto a un misterio. Los libros de magia afirmaban que el mismísimo amor era un hechizo inquebrantable y que ni siquiera una maldición podía romperlo y si lo hacía, entonces no era amor. Rompiendo el silencio, la damara respondió:
-¿Sabes lo que es el amor?- Amor, amor, amor.

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