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Realmente Polnareff era un fastidio. Realmente, realmente, creía que el tipo tenia algún tipo de enfermedad mental. No le bastaba con molestar diariamente a todos con su existencia, si no también se atrevía a gritar cada vez que entraba a un baño. 

No es que tuviese algo en contra del francés, apreciaba lo honesto que era con ellos, que podía decir cosas realmente divertidas y que claramente podría mantener una sonrisa en sus rostros todo un día con un simple chiste.

No era nada de eso, solo que el tipo... roncaba muy fuerte. Era horrendo, tan horrendo como el sonido de la radio descompuesta esa mañana, que dedicaba incomodas canciones en árabe al publico. Que había sido la causa por la cual habitan salido sin pagar del sitio. Lo que había sucedido en el dueño gritándoles tan fuerte que supuso que sus padres dormidos en algún lugar de Japón serían capaces de escuchar.

Kakyoin se frotó los ojos, pensando en ellos. Estaba agotado; todavía con la vista un poco borrosa y con el horario japones en el fondo de su cerebro, empujándolo a un dolor horrible de cabeza.

Los gritos del vendedor todavía resonaban en su cerebro 10 horas después de su pequeño incidente, su voz era insoportable para alguien como Kakyoin, alguien que estaba acostumbrado al silencio, sobre todo a alguien que se despertaba con cualquier sonido, por mínimo que fuera.

Quizá por una vez en la vida, podría ser capaz de dormir, ignorando quizás el sonido que venia de la boca de Polnareff, quizá por una sola noche podría tener un sueño digno.

Bad Romance [KakPol]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora