Doce semanas antes

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Lo siento mucho, hermanito —dijo Suho, sus palabras amortiguadas de sus ensangrentados e hinchados labios. ¿Acaso le faltaba un diente? Miré alrededor de la habitación, incapaz de creer que estos hombres —a dos a quienes les cociné y uno al cual le hice algo más que cocinar— estuvieran seriamente amenazado con matara mi hermano. ¿Esto era real?


Picnic miró en mi dirección y guiñó un ojo.

—Tu pequeño hermanito ha sido un chico muy malo —dijo—. Ha estado robándonos. ¿Sabías eso?

Negué con la cabeza rápidamente. Una bolsa se deslizó de mi brazo, las manzanas rebotaron y rodaron por el suelo. Una de ellas golpeó el pie de V . No bajó la mirada, sólo mantuvo esa expresión tranquila y relajada que yo había visto en su rostro tantas veces. Me frustraba. Quería gritarle para que mostrara alguna jodida emoción. Sabía que las tenía. A menos de que todo lo nuestro hubiera sido una mentira también. Oh. Dios. Mío.

Mi hermano arrodillado en medio de nuestra fea sala, sangrando y esperando una ejecución y todo en lo que podía pensar era en V y en mí. ¿Qué demonios andaba mal conmigo?

—No lo entiendo —dije rápidamente, mirando la hinchada y morada cara de Suho, rogándole silenciosamente que se riera de la broma que me estaba jugando. Suho no rió. De hecho, su fuerte respiración se oía a través de la habitación como el efecto de sonido de alguna película en el cine. ¿Qué tan malherido estaba?

—Se suponía que trabajaba para nosotros —dijo Picnic—. Es bastante bueno con su pequeña portátil. Pero en lugar de trabajar ha estado jugando en el casino con nuestro jodido dinero. Ahora tiene los pelotas para decirme que perdió el dinero y no puede regresárnoslo. Pronunció las últimas palabras golpeado con la culata de su gruesa pistola en la nuca de Suho.

—¿Tienes cincuenta de los grandes? —preguntó Suho, su voz relajada y casual. Sacudí la cabeza, sintiéndome mareado. Oh, mierda, esa era la razón por la cual Suho  trataba de que le pidiera dinero a Siwon... ¿Pero cincuenta grandes? ¿Cincuenta grandes? No podía creerlo

—¿Te robó cincuenta mil dólares?

—Sí —dijo V —. Y si no me los regresa ahora mismo, sus opciones son limitadas.

—Pensé que eran amigos —susurré, mirando de él a Suho.

—Es un buen chico —dijo Picnic—. Pero no es uno de nosotros. Somos un club y esta jodida escoria no es parte de mi club. Si nos jodes, nosotros te joderemos de regreso. Duro. Siempre.

La boca de Suho tembló y vi lágrimas en sus ojos. Entonces se orinó en los pantalones, una mancha oscura se difundió entre sus piernas lastimosamente.

—Mierda —dijo el tipo con el cabello en puntas y tatuajes de calaveras—, odio cuando se orinan. Bajó la mirada y sacudió la cabeza.

—¿Ves a tu hermano orinándose? Eres un pequeño marica —dijo, disgustado.

—¿Vas a matarnos? —Le pregunté a Picnic, intentando pensar. Necesitaba hacerle verme como un humano, como lo que decían en los programas de televisión sobre asesinos seriales. Él tenía dos hijas, incluso me mostró sus fotografías. Necesitaba recordarle que tenía familia, el hecho de que era humano y no un tipo de monstruo asesino—. Quiero decir, ¿En serio matarías a las personas que les muestras las fotos de tus hijas? Una de ellas es de mi edad, ¿cierto? ¿No podemos arreglar esto? Quizás podríamos devolverte el dinero en pagos o algo así. V resopló y sacudió su cabeza.

—No lo entiendes, cariño, esto no es sólo cuestión de dinero —dijo—. Nos importa una mierda el dinero. Se trata de respeto y robarle al club. Si dejamos a este idiota salirse con la suya, todos comenzarán a hacerlo. No dejamos asuntos como este sin arreglar. Nunca. Él paga con su sangre.

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